En nueve años de militancia en el Mas, estando muchas veces en desacuerdo, al darme cuenta que no era la herramienta que el movimiento obrero necesita para elevar su conciencia de dase.

 

Como obrero y metalúrgico, que necesitaba clarificar mis ideas, me encontró repartiendo diarios y asistiendo a charlas de café en un local partidario; cuando planteo seriamente la necesidad de estudio y politización, la urgencia era otra, captar a quien sea y llevarlo al local, unas reuniones y sacarlos a la calle, o mandarlos a su trabajo a decir “yo soy del Mas”.

 

Porque la situación era insostenible y los obreros eran imparables hasta el “poder”, a estos compañeros sin un mínimo de conciencia, ni de política de clase, los mandaban a “militar” arriesgando incluso a quedarse sin trabajo.

 

Con errores mínimos como éstos y actitudes de castas burocráticas, que siempre eluden o minimizan un planteo serio, actúan como bizarros patricios: lo que dicen se hace, sino “sos un lumpen que no la ve y no entiende nada”.

 

Así fueron quedando valiosos militantes en el camino, sin que nadie les pregunte el porqué de su alejamiento. “Para qué preguntarles, si el partido era cada vez más grande” (en número de gente que venía a los actos); no veían que la militancia, los activistas, eran menos.