Propiedad privada capitalista: catástrofe social y ambiental

“La naturaleza se transforma en puro objeto para el hombre, en pura cosa de utilidad, deja de ser reconocida como potencia para sí; y el conocimiento teórico mismo de sus leyes autónomas aparece solamente como argucia para someterla a las necesidades humanas, sea como objeto de consumo o como medio de producción”. Karl Marx 

En el contexto económico actual del sistema capitalista, sin duda alguna no son ni los gobiernos ni los países, los que pueden decidir cuánto, cómo y para quién producir, sino las grandes corporaciones y los bancos transnacionales que ejercen el dominio sobre las estructuras básicas del sistema, ya se trate de la producción, la comercialización o la financiación.

Estos pulpos que cada vez concentran más en menos manos privadas, que sólo procuran su propio beneficio, sin importarles un bledo el problema social o ambiental, son los que deciden la instalación de una fábrica o una explotación contaminante al costo de la destrucción del planeta.

En las “cumbres” como las de Río, Johannesburgo -por citar algunas de las 14 que ya se han realizado-, o la actual de Copenhague (COP 15), sólo se habla de “impacto ambiental”, de “emisiones contaminantes” que destruyen el planeta, sin profundizar en las raíces y causalidades del sistema que las produce.

Se identifica la “víctima” pero no al “victimario”.

Los científicos y funcionarios que “alertan” sobre la catástrofe ambiental, no la relacionan con la propiedad privada capitalista, con la búsqueda de rentabilidad y concentración de riqueza en pocas manos, con la sociedad de consumo y con las trasnacionales y bancos que controlan los recursos naturales y los sistemas económicos productivos sin planificación, y sólo orientados a la ganancia privada en todo el planeta.

Cuando una empresa (sea local o trasnacional) inicia un emprendimiento industrial no comienza por un estudio del impacto ambiental que produce, sino por un estudio de costo-beneficio comercial y una proyección asegurada de rentabilidad para sus accionistas.

Este accionar irracional (individualista y no planificado) del sistema dominante es matemático y tiene un emergente de acción-reacción sobre la economía, el humano y el medio ambiente que lo circunda.

La irracionalidad (la no consideración de emergentes o de efectos colaterales nocivos y/o destructivos) convierte a las empresas capitalistas en depredadoras del medio ambiente (ríos, fauna, y animales incluidos) por la sencilla razón de que no actúan siguiendo intereses sociales generales (la preservación del planeta y de las especies), sino en la búsqueda de intereses particulares (la preservación de la rentabilidad y la concentración de riqueza privada).

Y el justificativo social (crear “fuentes de trabajo”) que utilizan resulta también irracional, dado que para “dar trabajo” no solamente generan pobreza masiva por explotación del hombre por el hombre, sino que además destruyen el entorno y los recursos naturales del planeta para proveer riqueza y bienestar económico sólo a los pocos que integran la exclusiva pirámide de los beneficios empresariales en alta escala.

En cuanto a la magnitud destructiva, por efecto de la irracionalidad, baste citar el ejemplo de la papelera Botnia, en Uruguay: La trasnacional, aduciendo dar “fuente de trabajo” a 300 personas, está contaminando durante las 24 horas al Río Uruguay, que divide a Uruguay de Argentina, y cuyo curso impacta en todo el sistema acuífero y medio ambiental de la región. En resumen, los capitalistas de Botnia envenenan toda una región para acrecentar las fortunas y los ingresos de los accionistas privados de la empresa.

El sistema capitalista está fundado sobre las matemáticas (suma y resta) y un axioma original para la plusvalía: Comprar barato y vender caro. Aunque para ello tenga que condenar al hambre y a la pobreza a una masa mayoritaria (y creciente) de seres humanos y destruir el planeta que los contiene.

La catástrofe social llegará por acumulación de hambrientos, desocupados y pobres a escala mundial.

La catástrofe natural llegará por acumulación de destrucción ambiental a escala planetaria.

Cómo decía Federico Engels: “La historia puede ser considerada desde dos puntos de vista, dividiéndola en historia de la naturaleza e historia de los hombres. Sin embargo, no hay que dividir estos dos aspectos: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan recíprocamente. Y así a cada paso que damos se nos recuerda que en modo alguno gobernamos la naturaleza como un conquistador a un pueblo extranjero, como alguien que se encuentra fuera de la naturaleza, sino que nosotros, seres de carne, hueso y cerebro, pertenecemos a la naturaleza y existimos en su seno, y todo nuestro dominio de ella consiste en el hecho de que poseemos sobre las demás criaturas, la ventaja de aprender sus leyes y aplicarlas en forma correcta.”