¿Puede funcionar el capitalismo sin desocupación?

Militante de Orientación Socialista, del Club Socialista Vorwarts y del movimiento contra el Racismo, la Xenofobia y la Discriminación

El mal de la desocupación, ¿tiene solución dentro del capi­talismo? ¿Es posible un mundo capitalista sin desocupados? Veamos.

 

Imaginemos que de repente, un buen día, ya no hubiera, ni en toda Argentina ni en todo el mundo, ni un solo desocupado en busca de trabajo. ¿Qué pasaría? A excepción de los contados casos de gente conchabada de favor o como ñoquis, todos los asalaria­dos pasarían a ser desde ese día, y de golpe y porrazo, automática­mente indispensables. Y eso por­que ningún patrón podría ya hallar en ningún lado a nadie con quien reemplazar al empleado que decidiese plantarle.

 

Además, desde ese momen­to los patrones, lejos de poder darse el lujo de seguir negándo­se a los pedidos de mejoras sa­lariales y de condiciones de tra­bajo de sus subordinados, y más lejos aún de poder despe­dirles, no tendrían ya más re­medio que acceder a todas y a cada una de las demandas que se les pusieran bajo las narices.

 

Y bien. Si ese paraíso súbita­mente se presentara, ¿cuanto demorarían los asalariados en negarse a seguir trabajando a cambio de sueldos míseros y du­rante las doce o más horas dia­rias a que se les obliga? ¿Y cuán­to más en exigir la abolición del entero sistema capitalista?…

 

¿Por qué sobran entonces desocupados? Para evitar que ocurra lo antedicho, es que los capitalistas se cuidan muy mucho de que los haya a troche y moche. Que haya más o que haya menos, pero que los haya siempre. Y porque crear des­ocupación le permite al capita­lismo disponer de un ejército laboral de reserva con el cual

 

forzar a los trabajadores acti­vos a aceptar condiciones de trabajo cada vez peores a cam­bio de salarios cada vez más menguados. Y eso, so pena de que los activos, de rechazar ta­les dictados y rebelarse, sean también ellos catapultados a las filas del ejército de reserva, a la calle y a la miseria.

 

Queda demostrado, pues, que sin que haya desocupación, el capitalismo lisa y llanamente no puede fun­cionar. En otras palabras, que la desocupación es parte es­tructural del capitalismo, y no coyuntural como muchos creen. Y por eso causa gracia cuando ciertos sesudos econo­mistas liberales —o sea econo­mistas al servicio del capital— se sientan a conversar grave­mente entre ellos y a elaborar ridículos planes acerca de cómo combatir a la desocupación. Como los que nos recomiendan “portamos bien” para no per­der nuestros empleos. O los que nos aconsejan capacitarnos para acceder a puestos que sólo existen en la imaginación. O los que, como el señor De Pablo, a los desocupados les sugiere “avivarse” (?). Y causa más gracia aún que ninguno de es­tos avestruces se atreva a po­ner en entredicho al sistema, que es precisamente el único responsable de generar la lacra del desempleo: el capitalismo mismo.

 

El modo de producción capi­talista, ¿ha sido instituido por el dedo de Dios? ¿Ha determi­nado también Dios que no deba haber ningún modo de produc­ción alternativo? Que los lecto­res lo piensen. Y los que conclu­yan que sí hay alternativa, que tengan en cuenta que ésta tam­poco nos la servirá ningún dios en bandeja, sino que hay que trabajar para que llegue.