Reflexiones para desarrollar un partido obrero

Indudablemente, en el terreno de la lucha revolucionaria varios son los pensamientos que se expresan en el protagonismo de cientos de miles de luchadores. Esto bien puede tomarse como la expansión de la riqueza del pensamiento entre los que luchan, o bien como la demostración de un período de confusión que prevalece entre los mismos.


El fenómeno de fragmentación en el que se halla sumergido el campo popular y que se ha prolongado en el tiempo (más de lo esperado, y del que no han estado a salvo las corrientes políticas de carácter clasistas) me inclina a pensar que el elemento de confusión se impone sobre el de la claridad, y en este caso la variedad se presenta como un caos contrarrevolucionario.


Pero qué, o cuáles son los elementos que han infestado e infectado a tantas abnegadas generaciones de revolucionarios que al día de hoy (y en épocas de revolución proletaria) no hemos logrado conquistar el poder político.


Podríamos enumerar una gran cantidad de elementos, como lo son las crueles represiones, persecuciones, cárceles y genocidios a los que la burguesía ha sometido al proletariado diezmando más de una vez a su vanguardia con tal de proteger la supremacía del capital sobre el trabajo.


Sin embargo, creo que estos elementos destructivos ocupan un lugar secundario, y que se alza uno que supera con creces su carácter nocivo para la vanguardia proletaria (y por este canal a toda la clase): el stalinismo y su teoría del “socialismo en un solo país”.


Hasta la muerte de Lenin (más justamente hasta su ausencia de la dirección, a causa de su estado de salud) el carácter de la nueva Internacional Comunista se afirmaba en la convicción de que la clase obrera de los países industrializados tendría que tomar el poder político para ir en auxilio de la revolución soviética que estaba en condiciones de imponer la organización socialista de la producción, pero muy lejos de instaurar la sociedad socialista.


Todo el bagaje teórico que ilumina los albores de la época de las revoluciones proletarias comienza a ser desmantelado por el stalinismo en la misma proporción que se ejecuta en forma implacable (e indigna) la persecución de la Oposición de Izquierda liderada por León Trotsky. Las derrotas del proletariado alemán, el desastre búlgaro y el chino fueron (y serán por siempre) la criminal experiencia inicial del retroceso en el terreno de las ideas, proceso en él cual, mientras se publicitaban los llamados “éxitos económicos”, más se viraba hacia un proceso de restauración capitalista en la república de los soviets; proceso tempranamente advertido por la Oposición de Izquierda y que finalmente produjo los primeros derrumbes del “socialismo real” en estos últimos años.


Debo mencionar que durante muchos años dio vueltas por mi mente la pregunta que muchos abnegados luchadores por el socialismo se habrán hecho: ¿Cómo pudo pasar esto?


El origen de corrientes pro-stalinistas o con el conocido menosprecio por el trotskismo (en la mayoría de las veces

demostrando una ignorancia brutal sobre el mismo) en el cual participó durante muchos años me impidió dar con esta corriente de pensamiento y acción revolucionaria que responde a estas profundas inquietudes que si bien están presentes o son de interés en el ámbito de la militancia, muy pocos han de animarse a negar los indiscutibles efectos nocivos que ha tenido sobre toda la clase obrera.


Y en este orden de cosas, estos efectos nocivos se expresan, por ejemplo, en un elemento visible y comprobable como lo es el desprecio y/o el desinterés por parte de los activistas del campo popular por la acción política independiente de la clase obrera y, sobre todo (o como prolongación masiva), el marcado rechazo por la organización política partidaria en la mayoría de los trabajadores.


Considero que este rechazo también nos tiene como responsables a las organizaciones de izquierda que no hemos sabido compenetramos del fundamento marxista que define claramente que lo que determina el destino de un fenómeno es el proceso interno y no el externo, que lo condiciona, y en este caso seguramente el mayor grado de responsabilidad es del stalinismo, pero no es su totalidad.


Si nos consideramos organizaciones de la clase obrera debemos modificar este rol de espectadores en que el que equivocada e imaginariamente nos ubicamos más de una vez por fuera de la clase. Situación que la ironía nos podría graficar que denunciamos: que no podemos organizar políticamente a nuestros compañeros trabajadores porque ¡¡la burguesía no nos deja!!


Dentro de estas generales, me he visto convencido por los argentinos y la posición estratégica (refugio de los principios marxistas a partir del programa) de una de las corrientes trotskistas constituidas por el PO. La cual considero se afirma correctamente desde el punto de vista de clase del cual se desprende sin dudas que el destino de la clase obrera argentina está unido al destino de la clase obrera mundial, que no ha de sobrevivir revolución en un país aislado alguno, si no viene en su auxilio la revolución internacional, y que ésta no ha de llegar mientras la clase obrera internacional no posea una Internacional Comunista y un programa revolucionario con influencia en toda la clase. Considero que el PO tiene una firme convicción de reconstruir la Internacional Comunista.


El imperialismo (o el capitalismo monopolista de Estado) acorrala a la clase obrera expulsándola del mercado laboral y confiscándole sus medios de vida elementales -hasta su derecho a comer-, en una escala que no tiene precedentes en la historia humana.


Miles de trabajadores nos vemos empujados al activismo y al compromiso político sin más evaluación que pelear por “nuestros derechos”.


Por ello, uno de los intereses que me han acercado a los posiciones del PO es encontrarme con la organización partidaria que promueve la formación teórica y desarrolla la organización política de los trabajadores que he visto a distancia, como única herramienta para transmitir y explicar con claridad y firmeza nuestros fines y propósitos revolucionarios.


Seguramente esta elaboración destaque por su escasa valorización teórica, pero doy por descontado que mu-

chos compañeros vendrán en mi socorro para reforzar y/o aclarar estos rudimentarios conocimientos generales que no se encubre con falsas modestias sino que honesta y abiertamente expone en el terreno teórico los déficits (y algunos logros) de los nuevos compañeros que se acercan.