Sharon


Sábado 7 de enero de 2006


 


Queridos amigos:


 


Mi propia perspectiva sobre Sharon fue definida por dos eventos. El primero fue la guerra de “Yom Kippur”, en octubre de 1973. Yo era soldado de infantería cumpliendo el servicio obligatorio en el Comando Sureño. Sharon era el comandante de la división.


 


Las fuerzas armadas egipcias, antes ridiculizadas, habían mostrado que tenían la capacidad de cruzar el canal de Suez y superar la Línea Bar-Lev de las IDF. Ni los mismos egipcios podían creer su propio éxito, y claramente no tenían ningún plan para derrotar a las IDF, o para ayudar a los palestinos en su reclamo de autodeterminación nacional. Luego del cruce exitoso, básicamente los egipcios se atrincheraron. Las negociaciones de paz, para devolver el Sinaí a Egipto, se podían emprender.


 


Entre los soldados israelíes y entre los civiles dominaba una sensación de desesperación. Los reservistas de las IDF fueron furiosamente convocados para la batalla de bloqueo (“blima”). Luego vino Ariel Sharon, y ordenó que sus unidades cruzaran por puentes de campaña colocados sobre el canal de Suez; al final rodearon al Tercer Ejército egipcio. Las negociaciones de cese del fuego fueron llevadas a cabo en el kilómetro 101. En 1977, el presidente Anwar Saadat hizo su visita dramática a Jerusalén, y se firmó el acuerdo de paz israelí-egipcio después de las negociaciones de Camp David.


 


No formé parte de las unidades que cruzaron el canal de Suez en la operación llevada a cabo por la división de Sharon. Pero la historia es conocida, y lo fue en ese momento. Centenares de jóvenes soldados de las IDF fueron sacrificados en ese cruce maldito, bajo el bombardeo masivo y eficaz de la artillería egipcia (podría agregar que, desde el punto de vista egipcio, constituyó una defensa legítima de su patria). Conozco israelíes sobrevivientes de aquel operativo. Con gusto estrangularían a Ariel Sharon con sus propias manos.


 


Aprendí una lección importante sobre Sharon, y sobre el sionismo, en octubre de 1973: para Sharon, las vidas judías no valen nada más que hasta el punto que puedan servir a los intereses del expansionismo sionista.


 


Sharon sacrificó a sus jóvenes soldados y oficiales gratuitamente al cruzar el canal de Suez en pos de su gloria personal y para conservar las conquistas del sionismo.


 


Después de la guerra de 1973, surgió un movimiento entre los reservistas de las IDF que cuestionaba el proceso gubernamental de toma de decisiones, antes y durante la guerra. De este movimiento de protesta surgió, por un lado, la Comisión Agranat, y, por el otro, el movimiento “Paz Ahora”. En aquellos días, la idea de un movimiento israelí de base, de soldados, desafiando la política del gobierno sobre cuestiones de la guerra y la paz, era algo novedoso.


 


Siempre me acordaré de Ariel Sharon como el general hijo de puta para quien sus propios soldados verdaderamente no eran más que carne de cañón.


 


El segundo evento fue la invasión del Líbano (“Operación Paz para Galilea”), que comenzó con el bombardeo aéreo del 5 de junio de 1982. La invasión había sido preparada durante meses, tanto política como militarmente. El pretexto real fue el intento de homicidio de un diplomático israelí llamado Argov. Sharon, como parte del gobierno de Begin, y con la cobertura de “pacificador” (“peace-maker”) por el reciente tratado de paz con Egipto, había incitado implacablemente contra el “Estado terrorista palestino” en el sur del Líbano. Sharon, y los medios israelíes a partir de él, hablaron de una “operación limitada”, pasando 20 ó 25 kilómetros más allá de la frontera con el Líbano, para buscar y destruir a las organizaciones armadas palestinas, y para traer la “Paz a Galilea”. El precedente citado fue la limitada “operación Litani” de 1978. Hubo un amplio apoyo para la invasión de 1982 entre los partidos sionistas, incluyendo por supuesto al partido “laborista”. Con los años, se ha escrito mucho sobre las masacres de Sabra y Shatilla de septiembre de 1982. No se ha dicho mucho de los crímenes de guerra de Sharon —de los decenas de miles de refugiados palestinos y civiles libaneses muertos, en las operaciones de bombardeo de las IDF— de junio a septiembre de 1982. En retrospectiva, sabemos que Sharon probablemente engañó deliberadamente al primer ministro Menahem Begin sobre los verdaderos objetivos de la guerra: el cambio de régimen en Beirut, y el asesinato/la expulsión en masa de los refugiados palestinos. Mientras la OLP hizo un patético trabajo de organización de la autodefensa palestina en el Líbano (después de haber adoptado la perspectiva estratégica de buscar un arreglo diplomático con Israel, basado en un autogobierno limitado, sólo en Cisjordania y Gaza), la invasión encabezada por Sharon puso de manifiesto casos individuales de heroísmo palestino. Lo más notable fue la firme defensa territorial del Castillo Beaufort, por los militantes del PFLP (que causó conmoción entre los soldados de las IDF y Begin), y los “chicos RPG” —jóvenes palestinos que utilizaban tácticas y armas guerrilleras para obstaculizar, entorpecer y acosar a los invasores de las IDF. Tanto los defensores del Castillo Beaufort como los muchachos RPG, ofrecieron modelos de conducta para las futuras generaciones de palestinos, luchadores por su noble causa.


 


Los “20 ó 25 kilómetros” de Sharon no definieron el punto final de la invasión (para Saadat en 1973, la línea Bar-Lev fue el punto final pretentido; para Sharon en 1982, lo de los “20 ó 25 kilómetros” fue una brillante propaganda al servicio de un militarismo sin límites). Sharon se determinó a ir lo más lejos que pudiera, así como habían hecho las IDF en 1948 y en 1967. Una vez que el engaño de Sharon fue puesto en evidencia, los reservistas de las IDF empezaron a hacer circular petitorios, desde el frente, en el Líbano, como forma de protesta. Después de un par de cortas semanas de guerra, los reservistas de IDF, empezaron a asistir a manifestaciones organizadas por el “Comité de Oposición a la Invasión del Líbano” (el cual se había formado rápidamente por activistas del “Comité en Solidaridad con la Universidad Bir Zeit” y del “Comité en Solidaridad con los residentes sirios de las Alturas de Golán”). Los reservistas que asistieron a las manifestaciones contra la guerra, y los activistas anti-bélicos en servicio en las IDF empezaron a crear un sentimiento poderoso contra el matonismo y la deshonestidad de Sharon, y generaron simpatía hacia los defensores palestinos y libaneses. Notablemente, Eli Geva, el comandante de un regimiento de blindados de las IDF que recibió la orden de irrumpir en Beirut del Oeste, pidió (cortés y públicamente) ser relevado de su comando. (“Para cumplir con la orden, debo hacer una de dos cosas. O bien, antes del ataque, debo bombardear barrios de civiles en Beirut, causando una pérdida enorme de vidas inocentes. O bien, si ataco sin bombardeo previo, coloco en riesgo a mis propios soldados. Ninguna de las dos salidas son aceptables para mí. Pido ser relevado de mi comando regimental. Puedo participar sólo como comandante de un tanque individual.”) La posición —muy pública— de Eli Geva creó un espacio para el cuestionamiento de las directivas tácticas del alto comando. Cuando fui movilizado como reservista, en una unidad de tanques que se dirigía al Líbano, mi eslogan anti-bélico-inicial fue: “¡Seamos todos como Eli Geva!”. En aquel momento, fue tan grande el disgusto para Ariel Sharon, y tan extendida la falta de confianza en la justicia de la guerra, que fueron bien recibidos esta y muchas más demandas anti-gubernamentales. Al mismo tiempo, el portavoz de “defensa” del partido “laborista”, Itzhak Rabin, criticó a Sharon por derecha (¡!), llamando a “la intensificación del asedio a Beirut”, cortando la luz, el agua, etcétera.


 


Eventualmente, el sentimiento anti-Sharon acumulado estalló luego de las masacres de Sabra-Shatilla, en la gran manifestación de 400.000 personas en el centro de Tel Aviv, y fue canalizado dentro de los marcos legales de la Comisión Kahan, de su informe y recomendaciones.


 


Ahora nos estamos recuperando del “retiro unilateral de Gaza” de Sharon de 2005. Claramente, esto fue un santo y seña para en realidad consolidar el control israelí sobre todo el territorio de Palestina, reduciendo su costo. Trágicamente, nadie, en el movimiento por la paz, vio esto como una oportunidad para movilizar contra los colonos y para crear un genuino contramovimiento. De esta manera reforzaron la imagen autojustificatoria de Sharon como el “hombre de paz” de Bush.


 


A pesar de los que saben, Sharon no ha cambiado. Lo único “positivo” que se puede decir de él es que usó la propaganda exitosamente para servir los objetivos de sus maniobras tácticas. Los idiotas de la “izquierda” sionista lo siguen de una maniobra a la otra, y ahora lamentan a este gran “pacificador”, como lo hicieron con Rabin. No he visto ningún balance serio con el fin de construir un movimiento, entre isrealíes o palestinos, verdaderamente capaz de abrir el camino a la reconciliación y la coexistencia.


 


Entonces ahora, mientras todo el mundo elogia a Sharon y especula sobre el futuro del “proceso de paz” (es realmente increíble cómo la gente escribe esta frase, junto al nombre Ariel Sharon, sin que se le mueva un músculo de la cara), y sobre el futuro de su partido bonapartista “Kadima”, yo lo único que puedo decir es: ¡Viva la desaparición de Sharon! ¡Abajo la brutalidad, las mentiras y la opresión de estilo Sharon! Superemos la herencia de Sharon de 1948, 1951, 1953, 1956, 1967, 1971, 1973, 1978, 1982, 2001, y 2002-6. ¡Construyamos un movimiento capaz de construir un futuro para este pequeño país y su pueblo sufriente!


 


Saludos