Sobre la campaña de la Secretaría de Derechos Humanos para “visibilizar la heterosexualidad”

Hace algunos días la agrupación LGBTI 1969 emitió un comunicado denunciando la campaña infame desplegada por la secretaría de Derechos Humanos de la Nación convocando a visibilizar la heterosexualidad con la consigna “La heterosexualidad forma parte de la diversidad sexual”. La rápida respuesta publicada por la 1969 señala correctamente la maniobra distraccionista, donde se plantea visibilizar lo visible, que por oposición equivalente a seguir invisibilizando a las personas LGBTI.


Cabe hacer algunas observaciones. En el ánimo de responder a la provocación del gobierno, se afirma que la heterosexualidad es ajena a la diversidad sexual. La palabra diversidad, estrictamente hablando, hace alusión a toda la variedad, todo el abanico de lo que hay. Polemizar partiendo de ese ángulo pone el debate en un terreno de la semántica, cosa que no alumbra en las tareas que debemos darnos como colectivo LGBTI para conquistar nuestros reclamos. El eje del flyer y la campaña oficial es la idea que es preciso visibilizar la heterosexualidad. Nada más insólito: nadie que sea heterosexual fue agredido, insultado, despedido, expulsado de su hogar, marginado del sistema educativo o sanitario o asesinado por ser heterosexual. No obstante, las personas LGBTI tenemos pares heterosexuales en nuestros trabajos, en nuestras escuelas, en nuestros barrios que son despedidos, muertos por gatillo fácil, acosadas en la calle, perseguidos por ser migrantes. Entonces, advirtamos que los heterosexuales y los lgbti tenemos mucho en común por lo luchar codo a codo, compartimos el mundo del trabajo, la escuela, el hospital y el barrio.


El régimen social capitalista se sirve de la opresión a las mujeres y a la diversidad sexual para dividir a la clase que sostiene la producción de la vida con su trabajo cada día. La heteronormatividad es la piedra basal de la familia burguesa que reproduce a su interior la opresión que la absoluta mayoría de padres y madres viven en sus lugares de trabajo. El sojuzgamiento y la subdivisión sistemática de la clase trabajadora es fundamental para la perpetuación de este régimen de explotación. Otro régimen social, organizado sobre la base de la necesidad de la mayoría y no el lucro de la minoría, echará luz a otras formas de vivir el sexo, los vínculos y el afecto.


La idea de diversidad sexual nace como una proclama contra la heteronorma, contra la heterosexualidad obligatoria, en favor de la libre elección de cada persona. La diversidad sexual, entendida ahora como la no heterosexualidad, tiene un sentido reivindicativo. No está basada en la condición de opresión que vivimos los no heterosexuales sino en el hecho identitario, es decir, señalar que hay mucho más que una sola sexualidad posible. Así y todo, cabe pensar si los que se identifican como heterosexuales no los oprime también la heteronorma, y también si las lógicas de vinculación afectiva que caracterizan las relaciones heterosexuales no abrevan también en relaciones que no son heterosexuales. Tantas son las personas que por miedo al rechazo familiar, a la discriminación o a perder un trabajo o a sus amistades, no salen de la norma a pesar de tener alguna duda al respecto. De nuevo, tenemos mucho en común con nuestros pares heterosexuales.


De la misma forma que nuestra lucha el 8M no es contra los hombres (“los privilegiados”, “los que ejercen la violencia”), en este caso no tampoco cabe la idea de que nuestros adversarios son los heterosexuales, que presuntamente querrían colarse en nuestro colectivo y en nuestra lucha. Pregonar la idea de que los varones o los heterosexuales son privilegiados en el capitalismo es una verdad a medias, comenzando por las mujeres heterosexuales, siguiendo por los varones gays, y sin olvidar a los varones heterosexuales que dejan, igual que nosotros, sus vidas en el trabajo.  No queremos mandar a los hombres ni a los heterosexuales “a lavar los platos”, queremos que luchen a la par nuestra, contra este régimen social, por el libre desenvolvimiento de nuestras sexualidades y nuestras vidas. Si afirmamos que los heterosexuales sólo pueden ser “aliados” de la diversidad, los colocamos en un lugar de otro, ajeno, equivalente al lugar que la heteronorma le otorga a las personas LGBTI. Pero la lucha contra la heteronorma, que no es una lucha contra la heterosexualidad, es la lucha porque TODOS podamos desplegar nuestra sexualidad de la forma que nos plazca sin ser condicionados, discriminados, marginados, agredidos ni muertos por ello.


Si existe la división entre las luchas -las travas que no tenían lugar en los encuentros de mujeres, los estatales de ATE vs. los de UPCN, los obreros tercerizados contra los de planta permanente- es porque nuestros adversarios aún consiguen sostener la división social y política de nuestra clase. Necesitamos luchar por cada uno de los reclamos apuntando al mismo sitio, el capitalismo y su garante político, el Estado. Ahí está reducto último y garantía de todas las explotaciones, contra las que luchamos putos, tortas, travestis, trans, obreros, estudiantes, campesinos y mujeres. La segregación de cada identidad en una lucha aislada jamás conseguirá torcer la historia, cosa que en reiteradas oportunidades estuvo planteado en el último siglo, con irrupciones populares de masas.


Las políticas de visibilización han sido un eje en los comienzos del activismo LGBTI. Es verdad, por supuesto, que ante cualquier situación de injusticia lo primero que corresponde es hacerla visible. Pero la conquista del reclamo no resulta de la sola visibilización, sino de su extensión cuantitativa (cantidad de personas comprometidas con el reclamo) y cualitativa (las formas que nos damos para conquistar nuestras reivindicaciones). Esa es la experiencia histórica de la clase trabajadora y son los métodos que nuestra agrupación LGBTI 1969 y nuestro Partido Obrero reivindica. La organización y la lucha sin cuartel hasta conquistar la reincorporación de compañeros despedidos, la implementación del cupo laboral trans y el derecho al aborto legal. A través de las luchas parciales, defensivas, progresivamente desnudamos el carácter de clase del Estado y el mecanismo político que sostiene este régimen social y comprobamos la necesidad histórica de que los de abajo de siempre tomemos la Historia en nuestras manos.