Sobre las teorías del default del sistema de fideicomisos

Nacho

Me parece, compañeros, que el intento de asimilar la crisis de las tarjetas y el pago en cuotas de Chile (ver Prensa Obrera Nº 1.183) a la situación de Argentina es simplemente un intento infundado de querer recrear el escenario pre-crisis originado en Estados Unidos cuando quebró el sistema de hipotecas.

En Argentina, por ejemplo, el stock de préstamos al consumo llega a representar hoy apenas el 21,8% de los salarios. Un valor que se encuentra próximo a los valores históricos. Lo que muestra no es un elevado nivel de endeudamiento, sino un límite en la expansión del consumo. Es decir, la cantidad de bienes consumidos sólo puede aumentar mediante incrementos de salarios por arriba del nivel de inflación.

Los préstamos para el consumo fueron los más dinámicos de todo el sistema tras la devaluación. Desde entonces hasta hoy, el stock nominal se multiplicó por trece y superó ocho veces la expansión que, en igual tiempo, mostraron las líneas destinadas a empresas. Así y todo, su crecimiento aparece bastante modesto en relación con el que lograron casi todos los países en este tiempo. La deuda de las familias sobre el PBI es de 6,2% en la Argentina, pero del 19% en promedio en Latinoamérica, del 19,7% en los emergentes y del 81,7% en países desarrollados.

En fin, estos datos muestran una cierta apreciación forzada de la realidad. Como si uno tratara de buscarle la vuelta a una expresión de la crisis, semejante a lo que viven las grandes potencias económicas. La verdad es que el mercado de capitales es realmente muy pequeño en la actualidad.

Si quisiera encontrar un hueco por el cual pueden entrar la crisis en la Argentina lo buscaría, hoy por hoy, en la inflación (como bien caracterizó Prensa Obrera en repetidas ocasiones). Sin embargo, en un futuro no muy lejano, la crisis en Argentina vendrá por la fuga de capitales y por un descenso de los términos de intercambio, en cuanto los bancos del mundo entero decidan finalmente mandar todo a la mierda y dar juego libre a la ley del valor.