Victoria obrera y lucha piquetera

La respuesta de Luis Oviedo en PO N° 766 (“Nuestros hijos, nuestros nietos y nuestros bisnietos serán piqueteros”) a mi carta en PO N° 765 me plantea algunas dudas acerca de cómo dilucidar quién es el sujeto de la revolución social en la Argentina. Luis no tiene dudas: el piquetero, cuyo movimiento “expresa una recomposición histórica de la clase obrera”. Y lo plantea de manera excluyente, llegando a ver su “universalización”. Por ello, concluye: “En las condiciones concretas de Argentina, ¿qué sería un gobierno obrero sino un ‘gobierno piquetero’?” Estimo que Luis plantea la cuestión al revés, porque la dictadura del proletariado tendrá en la Argentina y en el mundo esta condición: ser una dictadura de clase, de la clase obrera, y hasta donde sé no hay una “clase piquetera”. Sí hay un movimiento piquetero que, como todo movimiento, reúne diferentes sectores de clase y hasta distintas clases, como son los trabajadores ocupados y desocupados y la pequeña burguesía empobrecida y/o esquilmada en sus ahorros.


Convengamos que “el movimiento piquetero es la creación más genuina de la clase obrera y de las masas explotadas argentinas en los últimos veinticinco años” (“Una historia del movimiento piquetero”, de L.O.), y como tal se ha erigido en vanguardia reivindicativa y política de la clase que lo originó. Sin embargo, no debe confundirse el fenómeno masivo de lucha con la clase del cual emerge, pues así podrían impugnarse otros métodos o movimientos de lucha revolucionarios que se da la clase obrera en su camino hacia “la victoria”. Por ejemplo, el movimiento de ocupaciones de fábricas para ponerlas bajo control de sus trabajadores, del cual surge un paso adelante en dirección al control obrero de la producción, a la expropiación de las fuerzas productivas y al socialismo.


Las coincidencias de lucha y programáticas entre uno y otro movimientos – el piquetero y el de ocupación de fábricas – apuntan a convertirlos en dirección unificada de la clase obrera argentina, en vanguardia revolucionaria: en el sujeto de la revolución. De ahí que busquemos empalmarlos, fusionarlos tanto en las fábricas tomadas como en los piquetes, en masivas asambleas nacionales y en grandes encuentros de fábricas ocupadas, de manera de coordinarlos junto a todos los movimientos de lucha (asambleas populares, sindicatos clasistas, etc.) para constituir una poderosa vanguardia que tome en sus manos el camino a “la victoria”, al gobierno de los trabajadores.


En este orden, Luis critica mi disposición a luchar “para obtener la victoria” porque yo no tendría claro de qué victoria estoy hablando. En principio, coincido: “la victoria” en términos absolutos en una abstracción. Pero “en las condiciones concretas de Argentina” (lo cito), “la victoria” sobre la que Luis pide explicaciones no es otra que “el derrocamiento del régimen burgués en Argentina” y la instauración del gobierno obrero. Ya lo digo en mi primera carta: “Somos los padres de los piqueteritos, los piqueteros (…), los que tenemos la responsabilidad de sentar las bases de un gobierno de los trabajadores, de la dictadura obrera”. Insisto: hablamos de la clase obrera argentina, de piqueteros argentinos acá y ahora.


Y hablando de piqueteros argentinos, se desprende de la nota de Luis que cualquier paparulo es un piquetero con el único requisito de autoproclamarse, cuando señala que tanto los docentes como los artistas que luchan “se califican” como piqueteros “aunque no corten rutas”. Tratándose de piqueteros (y de marxismo), la cuestión no pasa por autocalificaciones sino por caracterizar los sujetos “en las condiciones concretas de Argentina”; y, la verdad, no conozco piqueteros concretos, de carne y hueso, que no corten rutas. Es incorrecto asegurar que los docentes en lucha se llamen piqueteros “aunque no corten rutas”, como dice Luis; él mismo lo señala en su libro cuando da cuenta de la acción de los docentes de Salta y Neuquén, o los de La Matanza y Ensenada. Ellos son piqueteros porque utilizan un método de lucha y organización tan antiguo como la clase obrera. Lo mismo cabe para “los artistas que luchan por la revolución social”, que sí cortan calles y rutas; para los ahorristas que bloquean semanalmente los ingresos a los bancos; para la clase media de las asambleas que corta rutas junto a las organizaciones de desocupados, etc. Porque el piquetero es un sujeto ligado indisolublemente al método que utiliza en su lucha contra el Estado capitalista: el piquete, al tiempo que articula a los trabajadores en medio del descalabro social producido por la desocupación masiva. De última, para los piqueteritos también está claro el asunto: los piqueteros “son los hombres y mujeres que cortan la ruta” (PO N° 764).


En cuanto a que si ganamos “nuestros hijos y nietos y bisnietos serán piqueteros” y si perdemos dejarán de serlo, Luis hace un vaticinio que no puedo suscribir. Por el contrario, supongo que tanto si “ganamos” como si “perdemos” tras este período revolucionario, el piquetero y su movimiento dejarán de existir, por lo menos como los conocemos hoy, ya que las condiciones objetivas y subjetivas habrán cambiado sensiblemente. No así la vanguardia revolucionaria que, como bien advierte Luis, tendrá a su cargo la continuación de la revolución donde nosotros la dejemos.