Mirko Saric

El suicidio del juvenil volante de San Lorenzo, Mirko Saric, ha desnudado un aspecto brutal de la comercialización del fútbol.


Una de las fuentes inagotables de riqueza de ‘sponsors’, dirigentes de clubes y empresarios, son las nuevas promesas fútbolísticas. Los dueños del fútbol necesitan que los jóvenes en cuestión triunfen rápidamente, porque han costado poco y se pueden vender por mucho.


Mirko Saric era parte de esos jóvenes de trayectoria ascendente y no soportó la exigencia de ser, sí o sí, un ‘triunfador’ en un equipo que, como en muchos otros del fútbol argentino, rinde culto a los ‘ganadores’. Mirko sufría intensamente las llamadas ‘presiones del fútbol’, sufría depresiones por las críticas de la hinchada si algo salía mal, lo afectó terriblemente la lesión de ligamentos cruzados, lesión temida por todos los deportistas y que lo dejó marginado durante largo tiempo de las canchas. A raiz de la lesión, quedo relegado en medio de un momento de gran participación de su equipo en dos campeonatos. Mirko entró en un severo cuadro depresivo que debió afrontar solo, pues desde su club no obtuvo contención alguna.


Sus propios familiares señalan que “en el club sabían que Mirko estaba mal…”. El necesitaba un psiquiatra pero no quería tomar ningún remedio porque eso iba a ‘saltar’ en el doping (Crónica, 6/4).


Algunos técnicos de las divisionales inferiores han alertado tibiamente sobre esta situación. El ex juez de fútbol Ricardo Calabria dijo que “hay que replantearse qué estamos haciendo con los jóvenes” (ídem). “Esto es una muestra de lo desprotegido que está el jugador, alrededor del cual justamente gira todo el sistema. El fútbolista sirve cuando genera plata, pero cuando es una persona, no le interesa a nadie. Sólo interesa cuando vende y desde el punto de vista profesional sale en la tapa de las revistas” (Teglia, director técnico de las inferiores de Central, en La Capital de Rosario, 6/4).


Miles de jóvenes que son traídos del interior están en pensiones de los clubes de primera división; alejados de sus familias; sin orientación para seguir sus estudios pues en general se contraponen con las prácticas; sin protección psicológica alguna. Los clubes desprecian estos problemas y sólo se interesan por los ejercicios a realizar y por las orientaciones de los nutricionistas, para favorecer la buena practica del fútbol, estableciendo con los jóvenes una suerte de ‘criadero de pollos’ donde ‘maduran’ a la fuerza para la competencia. En el camino quedan centenares de jóvenes cargados de frustraciones, que abandonaron sus estudios y regresan a sus pueblos como perdedores, por la picadora de carne que es la explotación capitalista del fútbol. Han sido estas mismas presiones las que Mirko no pudo soportar ni aun en el marco de su familia.


El show sigue, sólo ha muerto un joven. La AFA ni siquiera hizo algo por suspender el partido de San Lorenzo con Cerro Porteño. Por su parte, la Confederación Sudamericana de Fútbol dijo que “no (había) causas suficientes” para parar el encuentro.


El capitalismo es una lacra que pudre todo lo que toca. El fútbol, no hay que olvidarlo nunca, es también un negocio capitalista.

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