Cultura

19/5/2020

Actores y otros artistas callejeros, en épocas de pandemia

La pandemia de Covid-19 intensificó la crisis económica y dejó al descubierto la inmensa variedad de problemas que atraviesan, ante la profundización del ajuste, diversos sectores de la población trabajadora. El gobierno de Alberto Fernández pacta rebajas salariales con la burocracia sindical, deja pasar las centenas de despidos y suspensiones, y utiliza los fondos de la Anses para pagar deudas privadas y subsidiar empresas, mientras reduce el monto de las jubilaciones.


Como parte de la clase trabajadora, las y los artistas no estamos ajenos a este cuadro, principalmente porque vemos paralizada nuestra actividad debido al aislamiento social y obligatorio. Hoy en día teatros, centros culturales y salas de ensayos independientes se encuentran quebradas por el cese de las actividades. Incluso aquellas salas privilegiadas que, por afinidades políticas, cuentan con un subsidio del oficialismo, hoy tienen lo justo para pagar los servicios y alquiler.


Entre la diversa gama de artistas y trabajadores de la cultura nos encontramos los artistas callejeros, sufriendo la informalidad laboral y sin contar con ningún amparo del Estado frente a la cuarentena. La única ayuda, que ni siquiera funciona como un paliativo, es el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) que consta solo de diez mil pesos para toda una familia. En un principio se suponía que el pago iba a ser mensual durante el período de cuarentena, pero al día de hoy solo se cobró por única vez y con constantes atrasos por trabas burocráticas, perjudicando nuestra situación en un contexto donde encontramos escasas posibilidades de trabajar y hacemos malabares para enfrentar la crisis.


Mientras la situación de quienes dependemos del arte callejero para obtener ingresos se agrava, el gobierno desembolsa cifras millonarias para el pago de una deuda completamente usuraria e ilegítima, y pacta en el Congreso la postergación del impuesto a la riqueza. En este contexto, desde el FIT hemos presentado un proyecto de ley para avanzar con el impuesto a las grandes fortunas, cuya recaudación podría ser utilizada para otorgar subsidios a las y los desocupados y atender la crisis sanitaria, pero el gobierno nacional deja sus prioridades claras.


Adaptar nuestra ocupación al aislamiento obligatorio


Ante la desesperación y en la búsqueda de generar ingresos para sobrevivir, aquellos artistas que cuentan con los medios necesarios, comenzaron a realizar producciones audiovisuales para compartir en plataformas destinadas a este tipo de contenido. En el caso de quienes esto escriben, actores, a veces optamos por "publicitarnos" desarollando personajes o monólogos mediante videos en redes sociales, pero esto es de forma gratuita y la retribución es meramente en materia de difusión. Otras veces, quienes cuentan con un elenco o un número conformado optan por continuar sus funciones de forma virtual (lo cual requiere un capital tecnológico y espacial) recurriendo a la "gorra online", pero esto exige sí o sí estar bancarizados. Aun así, aceptando ese requisito, la dinámica virtual presenta otras trabas impuestas por plataformas virtuales. Por un lado, Youtube ahora censura todo material que se jacte de ser una “noticia falsa” (fake news) para darle lugar a la desinformación, pero sin dejar en claro el criterio con el que se elimina el contenido. De tal forma, un actor parodiando un personaje público o famoso podría entrar en la categoría de "fake news", y las combinaciones son infinitas.


Por otro lado, la ministra de Seguridad Sabina Frederic generó otro obstáculo para el desarrollo de la labor artística. Con la intención confesa de registrar el “humor social” de la gente, la ministra realiza –en continuidad con las políticas de Patricia Bullrich- un ciberespionaje sobre la población, que ya desembocó en una causa penal a un joven que tuiteó en broma "…¿ya podemos salir a saquear?", en una persecución que incluyó divulgar la dirección del adolescente. El objetivo que tiene este ciberespionaje es ejercer control social sobre la población y reprimir expresiones de descontento ante las políticas que desarrolla el gobierno, o censurar cualquier expresión de deseo de subvertir lo impuesto. Nada nos garantiza que nuestro contenido no provocará una causa penal o la persecución y criminalización si, en definitiva, el arte consiste en cuestionar lo establecido por el orden dominante.


Otro factor de dificultad para las y los artistas callejeros es aquel relacionado a la imposibilidad de recibir una retribución por las obras que intentamos realizar. En este contexto de aislamiento social obligatorio, donde se agudiza día a día la crisis económica, un escaso margen de la población puede mantener la cuarentena en los términos que plantea el gobierno. “Quedarse en casa” para muchos/as se vuelve imposible cuando no alcanzan los ingresos para pagar los alquileres, comprar alimentos e insumos de higiene a precios dolarizados. Como artistas que atravesamos esta situación, entendemos que una familia que también lidia con todos estos conflictos no puede permitirse pagar una obra de teatro ni tampoco le supone una prioridad en un contexto de recesión.


Puntualmente en la rama del teatro, las y los artistas callejeros nos encontramos con la particularidad de que la Asociación Argentina de Actores (AAA) no reconoce nuestro trabajo dentro de su estructura sindical, además reboza de requisitos a la hora de la afiliación y no cumple un rol de vanguardia frente a los reclamos del gremio. La AAA es solo un pequeño sindicato que defiende a actores de renombre y algunos otros afortunados de poder tener una continuidad laboral tanto en teatro, TV o publicidad, dejando al teatro en espacios no convencionales fuera de su legalidad. También dejan afuera el formato “a la gorra”, promoviendo al arte como un servicio de entretenimiento que debe ser consumido en un espacio determinado, que pueda ser cobrado adecuadamente según lo que impone el mercado y que sea limitado para aquellas persona que tenga el dinero suficiente para poder consumirlo.


Organicémonos por nuestros derechos


A pesar de todo esto, los artistas callejeros seguiremos brindando instantes de entretenimiento para promover un pensamiento crítico a esta sociedad que transita un capitalismo descompuesto. Es por eso que exigimos:


– No a la criminalización del arte callejero


– Basta de informalidad laboral


– Suspensión del monotributo para colegas registrados


– Suspensión de alquileres y servicios de viviendas particulares y espacios de ensayo y funciones


– Seguro al desocupado de $30.000


– No a la censura en medios de comunicación alternativos


– No al pago de la deuda usurera y fraudulenta


Es preciso que los artistas callejeros nos organicemos por estos reclamos.