Cultura

8/3/2012|1213

Aguinis escribe sobre Trotsky

La novela de Marcos Aguinis Liova corre hacia el poder, referida a la vida de León Trotsky, transcurre durante la infancia, la juventud y la temprana adultez de “Liova”, su apodo infantil.

Aguinis mezcla hechos reales con elementos de ficción. Estructura el libro a partir de narraciones a cargo de diferentes personajes del círculo cercano. Desfilan su padre, su madre, sus primos, Alejandra (su primera mujer). Luego, la novela se concentra en una única voz, la del propio Trotsky, quien narra los acontecimientos y reflexiona sobre ellos.

Aguinis se apoya en la autobiografía realizada por el propio Trotsky, Mi Vida. No es exagerado el calificativo de “plagio” que han insinuado algunos comentaristas. Paradójicamente, en esto reside su principal mérito, porque acerca al conocimiento popular la vida y la trayectoria de uno de los máximos líderes del proletariado revolucionario. Aquí, claro, también están sus límites, porque donde termina Trotsky y comienza la pluma de Aguinis, la novela decae literaria y políticamente.

En Mi Vida, la lucha revolucionaria es el hilo conductor que anima el relato; en Aguinis es un telón de fondo. En el prólogo a Mi vida advierte que “en mi vida personal, no hay nada que merezca de por sí publicidad. Todo lo que en mi pasado pueda haber de más o menos extraordinario está ligado a la lucha revolucionaria”. En otras palabras, el centro de gravedad es la unión entre lo individual y lo histórico.

El Liova de Aguinis va en dirección contraria. El desplazamiento del eje ofrece una imagen “light” de Trotsky, una versión lavada. Así, el encuentro en Londres entre Lenin y Trotsky se parece más al paseo de dos turistas que al encuentro de dos personalidades volcadas a cambiar la historia. Los grandes acontecimientos históricos -que son la razón de su vida- ocupan en Aguinis tanto lugar como el sexo o la comida. Aguinis supone que, de este modo, exhibe el ‘perfil humano’ de Trotsky. Se vale de la ficción para describir escenas amorosas que pretenden descubrirnos un Trotsky apasionado, como si ése no fuera el estado normal de un joven con todas sus hormonas y vitalidad. Pero aún en ese terreno, la novela no es de lo más afortunada, pues prevalecen los lugares comunes y los recursos literarios mediocres.

El tono inocente y anecdótico es la apuesta ensayada por Aguinis. La “humanización” de los grandes personajes -alejarlos del bronce, como se suele decir- ha pasado a ser moneda corriente, a pesar de que recortar su pensamiento, su obra y su acción los descarna. “No pretendo idealizarlo -señaló el autor en una entrevista- y tampoco estoy seguro de que, al final, no hubiese terminado avalando una dictadura. Pero en el período que yo trato, sobresalía su pacifismo y amor a la democracia. Fue socialdemócrata -menchevique- hasta poco antes de encabezar la revolución de 1917” (extraído de Los Andes on line, 25/2). El período ‘pacífico’ en cuestión es el de la lucha clandestina contra el zarismo, la revolución de 1905 y la lucha armada contra el ejército, así como el de la prisión y la fuga. La génesis pacifista del fundador del Ejército Rojo merecería un Oscar a la ciencia-ficción. Aguinis está hablando del mismo hombre que desmantelará el gran fresco pacifista de Céline sobre la Primera Guerra Mundial, “Viaje al final de la noche”, advirtiendo que el novelista francés podría acabar en el militarismo y la reacción política. Céline terminó sus días como un fascista.

Trotsky era un romántico -según el enfoque de Aguinis- y hubiera podido llegar a la democracia. Pero en su balance de la revolución rusa de 1905, es precisamente ese ‘romántico’ el que fundamenta la teoría de la revolución permanente, la cual describe el camino hacia la democracia por medio de la dictadura del proletariado, una revolución permanente interna e internacional de carácter socialista. La instauración de la democracia barriendo la autocracia zarista solamente puede ser obra de los trabajadores en el poder: Trotsky llegó tempranamente a esa conclusión.

Hay un florecimiento de la literatura vinculada con la figura de Trotsky, ya sea en forma de biografías, ensayos o novelas. Por ejemplo, El hombre que amaba a los perros, del cubano Leonardo Padura. El trabajo de Trotsky en el curso de su existencia proyecta la fuerza de la crítica marxista, la que desarrolla la desintegración del capitalismo como resultado de una necesidad histórica. Aguinis no encuentra en su argumento más que un pasatiempo.