Cultura

29/6/2000|671

Al ‘Campeón’ le robaron la pelea

La muerte del cantante Rodrigo ha desatado un fenómeno popular. Se calcula que alrededor de 70.000 personas pasaron por su velatorio en la Municipalidad de Lanús, pero la repercusión popular fue mucho más allá. Su muerte -un accidente, o no- tipifica claramente que el tipo de vida que llevaba Rodrigo era mucho más veloz que su camioneta 4×4.


“Hizo de la productividad su método de supervivencia, en un ambiente que todo lo devora; ocho conciertos en el Luna Park, una gira en la costa atlántica con 49 presentaciones en 9 días. Su rutina de fin de semana incluía entre ocho y diez recitales por noche, tocaba 20 minutos en un boliche y salía disparado hacia el siguiente. Una noche tocó en cuatro provincias: Corrientes, Salta, Santiago del Estero y Tucumán” (Página/12, 25/6). Rodrigo vivía como el título de su CD: a 2.000 kilómetros por hora.


El ascenso fulminante de Rodrigo ha desnudado un proceso sólo comparable a la mafia del ‘rap’ norteamericano.


Rodrigo no tocaba en su Córdoba natal. El ‘rey’ allí es la ‘Mona Giménez’, ‘rey’ de un mercado de 40,000 cordobeses que concurren a ver cuartetos. Los fans cuarteteros no saben, sin embargo, que hay un cachet especial para ‘La Mona’ y luego cachets consentidos de grupos menores que, o quedan asfixiados dentro de este mecanismo, o deben emigrar con destino incierto. El resultado final de todo esto es una producción de más de 60 CD de ‘La Mona’, mientras los demás grupos siguen ignotos para el conjunto de la población. ‘La Mona’ domina su ‘mercado’ y no viene a Buenos Aires más que esporádicamente; no rompe ningún ‘código’. Sólo defiende su ‘territorio’.


El territorio de la bailanta


Rodrigo sorteó este primer escollo emigrando a Buenos Aires. El dinero con que se promovió esta salida del cir­cuito cordobés es tan oscuro como las propias circunstancias de su muerte.


El camino del ascenso de Rodrigo fue muy complicado; y a poco de andar y en pleno ascenso descubrió que en Buenos Aires también hay ‘territorio. La lluvia de amenazas citadas en los diarios, sus declaraciones a Maradona y a los medios, y hasta su amague de retiro de la actividad tuvieron que ver con este trasfondo delictivo con que se maneja la explotación de música “tropical”.


La música tropical ha pasado a ser un fenómeno masivo; la totalidad de las bailantas lleva más gente a sus locales que todo el fútbol de primera A y la B los fines de semana. En el Gran Buenos Aires, el circuito de la bailanta tiene una organización realmente importante. En primer lugar, todas las bailantas de importancia de Buenos Aires tienen sus propias radios, y el circuito de promoción de los conjuntos está pautado por estas FM. Los dueños de las bailantas, a su vez, no están interesados en absoluto en promover en específico a ningún grupo que se salga del circuito. Los cachets son similares entre sí, con pequeñas diferencias económicas para los que tienen una cierta tras-


cendencia. En todas las bailantas trabajan dos o tres grupos por espectáculo a un precio establecido por los empresarios. En líneas generales todos los grupos


tienen un vida efímera y están absolutamente controlados en la posibilidad de un lanzamiento nacional.


En las barriadas proliferan a centenares los grupos tropicales que aspiran, antes que nada, a que su música sea difundida en las FM de los dueños de las bailantas como paso previo a su ingreso al circuito bailable. La organización de las bailantas supera todos los controles municipales. Cuando algún intendente intenta afectar sus intereses le organizan una guerra no declarada.


A este circuito no entra nadie sin el consentimiento de la organización de los dueños. Rodrigo se desprendió de este circuito; su fama tomó un vértigo que superaba el esquema bailantero. Cuando se proclamó ‘campeón’ del cuarteto en el Luna Park, aún no había terminado la pelea.


Declaraciones de su propio abogado revelan uno de los grandes problemas de Rodrigo en Buenos Aires. “El viernes llamaron amenazando que Rodrigo fuera a actuar a tal disco por un cachet inferior a su cachet habitual, o que se atuviera a las consecuencias” (Página/12, 27/6). Todo el último período fue de un hostigamiento de la organización de las bailantas. Rodrigo tocaba en discos y clubes sociales, y era un mal ‘ejemplo’ para cualquier grupo ascendente, pecado mortal en la explotación de estos grupos capitalistas. Todo el debate detrás de si la muerte de Rodrigo fue un atentado o no, tiene que ver con este trasfondo. El éxito de Rodrigo acentuaba esta lucha brutal; las condiciones de esta ludia lo devoraron como se devoran decenas de ídolos en la sociedad capitalista.


Respetamos los gustos musicales, no importa la calidad o el género. Eso sólo puede ser juzgado verdaderamente en una sociedad donde todos tengan un acceso igual a la educación, a la cultura, a la alegría o al ocio. En esta sociedad hay miles de jóvenes que no pueden elegir, toman sólo lo que les dan. Es nuestro deber denunciar y luchar por el fin de los que explotan y lucran con los sueños de los pobres.