Cultura

4/2/2016|1398

Banksy, los refugiados y la represión policial francesa

Banksy volvió a pintar, siempre en forma anónima, un graffiti para denunciar la brutal represión de la policía francesa contra los refugiados que acampan en Calais, Francia


En la novela La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, el narrador, fugitivo en una isla, descubre una máquina capaz de transformar una vida en proyección. Así descubre la posibilidad de repetición infinita de lo real, bajo la reproducción de una narración original.


 


A partir de Bioy Casares, se puede hacer una lectura de la obra de Banksy: el artista británico -cuyas obras toman la denuncia política como matriz- utiliza la repetición de ese discurso como método de ataque. Ahora volvió a pintar, siempre en forma anónima, un graffiti para denunciar la brutal represión de la policía francesa contra los refugiados que acampan en Calais, Francia.


 


El nuevo graffiti apareció el sábado 23 de enero en la valla de una obra frente a la embajada francesa en Londres, en el lujoso barrio de Knightsbridge, y tiene la imagen de la pequeña Cosette, personaje de Los Miserables, de Víctor Hugo, que aparece llorando por el efecto de una nube de gases lacrimógenos, con la bandera francesa de fondo.


 


El dibujo llevaba un código interactivo (una novedad en su obra) que, cuando era escaneado con el celular, remitía al video del ataque policial, ocurrido el pasado 5 de enero, en el campamento de refugiados conocido como “La jungla”, cerca de Calais, donde viven miles de migrantes en condiciones precarias. Reprimieron con balas de goma y gases.


 


Según informó El País, de España, “la acción se produce después de que las autoridades francesas trataran de demoler parte del campo, considerado inseguro, y desalojar un millar y medio de refugiados que allí malviven desde el comienzo de la crisis que ha llevado a miles de migrantes, sobre todo sirios, a huir de sus hogares en busca de asilo en Europa”.


 


El lunes 25, el graffiti fue tapado con tablones de madera. El director de la Cheval Property Managemente Limited, la empresa a la que pertenece el terreno donde se halló la obra, se justificó diciendo que la medida es temporal, mientras se deciden “los planes de futuro para la obra” (EFE, 26/1). Los seguidores de Banksy salieron a protestar por la acción y afirmaron que el mural debe estar abierto al público, puesto que produce “conciencia sobre la situación real de los refugiados”. 


 


No es la primera denuncia de Banksy (que mantiene oculta su identidad desde los ochenta) por la situación de los refugiados: en diciembre de 2015, pintó en la pared de un túnel del mismo campo de refugiados un mural en el que aparecía Steve Jobbs huyendo con una computadora Macintosh en la mano: el padre del fundador de Apple fue un inmigrante sirio.


 


También en Calais, Banksy hizo una recreación de la famosa pintura “La Balsa de la Medusa”, de Théodore Géricault: en su versión varios refugiados piden ser rescatados del naufragio a un yate de lujo que se ve en el horizonte.


 


En octubre de 2015, el artista montó el irónico parque temático Dismaland, en el oeste de Inglaterra, donde, entre otras piezas, representó una pileta con una patera repleta de muñecos de inmigrantes, algunos ahogados en el agua. El material (metales, instalaciones, maderas) que utilizó para construir el parque -una visión brutal de la decadencia del capitalismo- lo convirtió en refugio, justamente, para inmigrantes en el campo de Calais. En marzo de 2015 había hecho pintadas en las calles de Gaza en repudio contra los ataques de Israel.


 


A diferencia del planteamiento que puede hacerse de la obra de Bioy, donde la repetición se traduce en el desvanecimiento del sujeto y la pérdida de identidad, en Banksy, en cambio, la repetición de su método opera, desde la imagen artística, como una ratificación de la denuncia política, como una invención de nuevas conciencias en el mundo.