Cultura

19/6/2014|1319

Boca de Pozo

Cine

Boca de Pozo

En Boca de pozo (realizada por Simón Franco, Argentina, 2014), Pablo Cedrón interpreta a Lucho, un trabajador petrolero chubutense que por su nivel de ingresos sería un “privilegiado” de acuerdo a la Presidenta. Sin embargo, por lo que se observa en el film, Lucho está muy lejos de ser un favorecido. El es un “boca de pozo”, un operario que hace las perforaciones, vigilando que el pistón entre y salga del pozo. Tiene que estar atento a un inmenso y peligroso taladro, conectar y desconectar tubos. Este operario vive 15 días confinado en las instalaciones de la perforación, comiendo una alimentación envasada y de regular aspecto. En el pozo sólo se relaciona con un compañero chileno, con quien pierde bastante dinero jugando a la máquina de juegos Playstation.

Un día (aunque nunca sabemos si es de día o de noche en el cubículo donde pasa el tiempo de descanso), Lucho se entera al levantarse que el cuerpo de delegados del pozo declaró una huelga por tiempo indeterminado. Mucho después, y al pasar, se sabrá que están reclamando un 27% de aumento. La información le llega por un superior con quien se comunica por radio. Junto a otros trabajadores, Lucho aprovecha para viajar a ver a su familia en Comodoro Rivadavia.

Lucho tiene un grave problema con el alcohol, la cocaína y las apuestas. En su ‘hogar’, no se siente mejor. Sabe que su mujer lo engaña, con su madre no hay casi diálogo y apenas ve a su hijo. El protagonista está hastiado del trabajo, pero también de la vida familiar. Se encuentra en permanente fuga y los vicios son su refugio solitario, refugio peligroso que lo lleva a endeudarse con unos narcos.

En una entrevista, el realizador, hijo de un trabajador petrolero, declaró que “el protagonista tiene todo lo que quiere, pero no es feliz. Eso es un poco a causa del capitalismo, que nos lleva siempre a buscar la felicidad en lo material y en los excesos, generando una pulsión hacia el consumo. El hombre de hoy está profundamente insatisfecho y siempre necesita estas vías de escape”. Sin embargo, vemos que Lucho no tiene el trabajo ni la vida que quiere. Entre una y otra jornada laboral, Lucho estudia para dar un examen de seguridad laboral e higiene. “Leo, leo y no me entra nada”, le dice a su compañero. El rostro embotado de Cedrón mientras realiza su labor, concentrado y perdido entre las grandes maquinas, es una expresión cruda de la alienación.

Entre los puntos fuertes de la película (estrenada en los días en que se cumplen diez años de la tragedia de la cuenca carbonífera de Río Turbio) se encuentran la actuación de Cedrón y el conocimiento y la familiaridad que los realizadores demuestran de la vida y la geografía del sur. Hay también una decisión de evitar los lugares comunes. Los puntos débiles se hallan principalmente en los papeles secundarios, poco desarrollados y con algunas actuaciones deficientes. Al finalizar, tenemos la impresión que, aunque vimos un retrato honesto, sabemos poco de este protagonista excluyente y antipático al que seguimos durante 80 minutos y del que sólo vimos un fragmento, tal vez no decisivo, de su vida.


Nicolás Rijman