Cultura

10/6/2015|1367

Como un relámpago en el instante de peligro

"Diario de Moscú", de Walter Benjamin, en el teatro


Llevada por primera vez al teatro, Diario de Moscú narra las vicisitudes de Walter Benjamin en su visita a Moscú en 1926-1927, a donde había viajado estimulado por la primera década de la revolución de octubre y para reencontrarse con la actriz letona Asja Lacis.


El texto, tal como la obra entera de Benjamin, imprime a la individualidad los aspectos más generales del momento histórico (el latiguillo recurrente entre los dos protagonistas, cuando van a besarse, es que no están solos: “está Moscú”), a la vez que poética y filosóficamente dota a sus reflexiones de verdaderos apuntes de viaje que van y vienen en “fragmentos totalizadores” (Benjamin, en otro de sus textos, dice que “el ser no se satisface en los fenómenos si no absorbe también toda su historia”, El origen del drama barroco alemán, 1925). Es el desgarramiento del sujeto entre la amplitud del colectivo histórico y la necesidad de totalizar su propio ser con el dolor del amor perdido y el dolor por la revolución traicionada.


Damián Dreizik (Los Melli, Rapado, Pájaros volando) y Alfredo Allende adaptan la obra de Walter Benjamin.


La puesta, en el Centro Cultural San Martín, es un respiro en la programación habitual. Un montaje de tres o cuatro sitios bajo una luna enorme (iluminación de Lucía Feijoó), una pantalla que reproduce escenas de Vertov y Einsenstein y Marcelo Katz tocando el piano en directo dan a la obra una comprensión y compresión que cristaliza todas las contradicciones de una época.


Completan Ramiro Agüero, como Bernhard Reich, y Anita Gutiérrez en el papel del amor de Benjamin.


La sencillez de la escenografía fundamenta todo un dramatismo que introduce interesantes paralelos entre el amor frustrado de Benjamin y su incapacidad para comprender con total justeza los sucesos revolucionarios. Hay momentos extremadamente impactantes, como la censura a Trotsky o la despedida de Lacis con Walter.


1940 fue el año de la muerte de Trotsky y también de Benjamin, uno en manos de la burocracia estalinista y otro por una conjunción de fuerzas franquistas y fascistas. Hay quien tiene el gusto simplista por hacer una comparación entre ambos -y vaya si hay elementos, fundamentalmente las críticas de Benjamin a los partidos socialdemócratas alemanes que no supieron advertir la necesidad de luchar contra el nazismo, o su crítica al Frente Popular francés.


De todos modos, Terry Eagleton tiene razón cuando dice que “hay un aspecto en el que sería degradante para la memoria de Trotsky si lleváramos más allá el paralelismo, pues Trotsky fue uno de los dos mayores revolucionarios del siglo XX” (Walter Benjamin, 1981).


Lo cierto es que Diario de Moscú, haciendo abuso de la paráfrasis, concentra como una mónada toda la constelación “saturada de tensiones”. La tarea del materialista histórico es arrancar su significación y devolverla redimida para hacer justicia a los oprimidos del pasado, por ejemplo a Walter Benjamin.