Cultura

30/8/2020

“Crímenes de familia”: ficciones y realidades

Las situaciones que recoge el film tienen bases y resoluciones muy distintas a las que pone en escena.

El estreno de la película Crímenes de familia, dirigida por Sebastián Schindel y protagonizada por Cecilia Roth (Alicia), Sofía Gala Castiglione (Marcela), Paola Barrientos (Psicóloga y Asistente social), Yanina Ávila (Gladys), Miguel Angel Solá (Ignacio) y Benjamín Amadeo, ha despertado el interés de diferentes sectores del movimiento de mujeres y un gran impacto en los medios de comunicación. Incluso, desde algunas organizaciones la han recomendado, haciendo alusión a las “redes feministas” que estarían expresadas en el film.

LO QUE SIGUE CONTIENE ADELANTOS DE LA TRAMA

Basada en hechos reales, la película presenta dos casos de abuso sexual y vejaciones de todo tipo y color sufridas por dos mujeres trabajadoras, quienes deben enfrentarse a un poder judicial adverso. Marcela es abusada sexualmente por el padre de su hijo e hijo de Alicia e Ignacio, Daniel, quien además ejerce sobre ella todo tipo de violencias, y logrará quedar libre gracias a los vínculos que su familia tiene con la Justicia y a la entrega de 400 mil dólares a un prestigioso estudio de abogados, por parte de su madre, consiguiendo eliminar de la causa la principal prueba que lo incrimina.

Paralelamente Gladys, una mujer analfabeta de 26 años y empleada doméstica contratada por Alicia, comete un infanticidio. El embarazo es producto de una violación y es condenada a 18 años de prisión sin que la justicia considere su historia de vida y sus condiciones materiales determinantes al momento del hecho.

Finalmente, el “lazo” que se establece entre las mujeres que rodean a Marcela y Gladys le da un giro a las causas.

La participación de Netflix y de la productora de Nicolás Batlle, actual vicepresidente del instituto de cine, le daban ya una importante plataforma de despegue, que termina de garantizarse con el tratamiento de temáticas sentidas. Casos como el de Gladys resumen todos los abusos que sufre una mujer pobre bajo el sistema capitalista: le negaron educación y salud, fue abusada sexualmente durante toda su vida dentro de su familia y luego en el trabajo, y la empujaron al desarraigo desde muy pequeña para poder salir de la pobreza, trabajando 24 horas bajo la supervisión de sus patrones. Tanto en su caso como en el de Marcela, también ultrajada desde muy temprana edad, el círculo se completa con la violencia ejercida desde la justicia, que las condena sin ninguna consideración de sus realidades.

El film recoge estos y otros elementos que el movimiento de mujeres ha puesto definitivamente sobre la mesa. La mirada con la que lo hace, sin embargo, termina absolviendo de hecho a los principales responsables de esta situación de opresión, que son la burguesía y el Estado.

El asunto se hace patente en el giro del final, en la cual Alicia “rompe” con las imposiciones sociales que la han determinado y toma una decisión solidaria con las mujeres de clase trabajadora. La solución de los conflictos queda así cifrada en una decisión individual, encarnada en una mujer de extracción burguesa que vendría a redimirse.

Resulta notable la familiaridad de esta resolución con numerosas legislaciones tomadas desde el Estado -como es el caso de la ley que insta a la educación de funcionarios judiciales y policiales en “perspectiva de género”- que no han frenado los femicidios, maltratos ni condenas desfavorables. Lo que lleva a ese resultado es el carácter de clase de las instituciones estatales, algo que aparece desdibujado en el film, como se ve en el soborno que trae la libertad de Daniel -que antes que mostrar a una justicia burguesa, vuelve sobre el asunto más publicitado de su carácter corrupto.

El giro final es posible gracias al lazo que se ha establecido entre las mujeres que rodean a Marcela y Gladys, que aparecen encarnados en el personaje de Alicia. Si esta solidaridad entre mujeres cuenta con ejemplos de sobra por fuera de la ficción, la base de la misma ha sido, a diferencia de lo que sucede en la película, una organización que hace eje en la denuncia del Estado y sus instituciones. Así fue, por tomar un caso que menciona el film por su vínculo con la trama, con Romina Tejerina, quien consiguió su libertad gracias a la movilización de años de miles de mujeres jujeñas y de todo el país.

El movimiento de mujeres como tal, de hecho, aparece prácticamente ausente en el film; la aparición momentánea de un pañuelo verde no suple la falta de referencias a la ilegalidad del aborto, un elemento que sería clave para entender el accionar de Gladys.

Con todas estas coordenadas, el salvataje final de Gladys y Marcela no aparece como un punto de apoyo para concebir una transformación social más general, sino como la posibilidad de “reparación” del régimen actual.

La realidad, con todo, se cuela. Tras el estreno del film generaron revuelo mediático las declaraciones de Yanina Ávila (Gladys), quien además de ser la revelación actoral de la película, trabaja como empleada del sector de limpieza en el municipio de 25 de Mayo y atraviesa condiciones de vida similares a las que son retratadas en el film. Una joven misionera de 29 años, que vive con sus dos hijos pequeños y su madre en una humilde pieza alquilada que se sostiene solo con su salario. Acorde a las últimas informaciones, la actriz habría recibido el pago por su trabajo recién luego de señalar que no había cobrado y de la polémica que siguió a ello, por un monto módico en relación con la envergadura de la producción que protagoniza.

Las situaciones que el film recoge, en suma, tienen bases y resoluciones muy distintas a las que pone en escena. La situación de miseria de millones de mujeres, así como su destino judicial adverso, son el resultado de la opresión capitalista y del Estado que la sostiene. Y es lo que hace necesaria la organización de millones de mujeres, de manera independiente, con solidaridad de clase entre las explotadas y explotados, sin ilusiones.