Cultura

3/11/2016

Danza-teatro: “En otro orden de cosas”, el cuerpo cronometrado

A través de un inteligente uso de los recursos de la danza y el teatro, el grupo Lalala construye dispositivos cómicos y absurdos sobre la alienación del trabajo.

@tomaseps


Un fragmento de El Capital de Karl Marx señalaba que “En el sistema capitalista, todos los métodos para multiplicar la potencialidad del trabajo colectivo se ejecutan a expensas del trabajador individual. Todos los medios para desarrollar la producción se transforman en medios de dominar y explotar al productor: hacen de él un hombre truncado, fragmentario, o el apéndice de una máquina“.


 


El trabajo alienado, pues, es una relación social de explotación que se imprime en el cuerpo. La inteligencia de En otro orden de cosas consiste en retorcer los lenguajes de los que echa mano (la danza y el teatro) para dar cuenta de este fenómeno con formas novedosas y atractivas.


 


Pero la astucia de las creadoras-directoras-intérpretes del grupo Lalala no concluye ahí. Lo que han creado es ante todo una obra plagada de humor, pero no de un humor complaciente: a través de montajes por momentos hilarantes, se hace patente el absurdo que rodea a la alienación. 


 


Los dispositivos construidos suelen girar sobre el reloj, ese elemento que transforma al trabajador en “el apéndice de una máquina”. Al igual que Taylor medía a principios de siglo la productividad de los obreros, las intérpretes se preguntan –y buscan responder– qué puede hacer una persona en un minuto: óperas traducidas en tiempo real (y bizarramente), exasperantes repeticiones de giros de danza que hacen de una bailarina un trampolín,  exóticos tours por la historia de la plástica, performances deportivas…  Al tiempo que nos produce la carcajada, todo nos recuerda la tiranía del cronómetro. 


 


Al presentar la obra, el grupo Lalala cita a Meyerhold, una de las luminarias del teatro: “Lo grotesco permite lo cotidiano en un plano inédito”. Sucede que aquí el despliegue de la alienación sobrepasa el ámbito laboral y se proyecta hacia el deporte, la salud, el amor y el arte. Por momentos, sólo la torpeza parece presentar una salida a la mecanización del mundo.


 


Esta exasperación se pone en acto al quedar todo invadido: el espacio escénico se colma de cuerpos y objetos. Las protagonistas actúan fuera de sí, aunque controladas desde afuera, obligadas a bailar en danzas que no parecen haber elegido: “Podemos decir que mientras la producción se ha vuelto colectiva y el trabajador individual ha sido incorporado al cuerpo colectivo de trabajadores, éste es un cuerpo al que se le ha lobotomizado el cerebro, o, lo que es peor, extirpado del todo. Su propio cerebro ha sido separado de su cuerpo, y ha pasado a ser propiedad de la administración” (1)


 


Así y todo, el cerebro y el cuerpo siguen funcionando, buscando crear entre los resquicios de la máquina un acto de belleza. Razón de más para ver En otro orden de cosas.


 


(1) Harry Braverman, La degradación del trabajo en el siglo XX


 


*En otro orden de cosas podrá verse los viernes 4 y 11 de noviembre en Espacio Urbano (Acevedo 460), a las 21hs. Formará también parte de la programación del Festival Latinoamericano de la Clase Obrera (FELCO), en fecha a confirmar.