Cultura

24/10/2017

[DEBATE] Cuando la mentira es la “posverdad”

El término de moda encubre más de lo que revela, porque parte del supuesto de una etapa previa del capitalismo en la que hubiera reinado la verdad y la racionalidad.


Si bien su origen se fecha en 2010 y se atribuye a un bloguero estadounidense, el término de “posverdad” comenzó a imponerse durante la campaña electoral y a partir de la asunción presidencial de Donald Trump, alguien que precisamente construyó su “carrera empresarial” en el mercado inmobiliario, la mejor –no la única, claro- ilustración de un negocio basado en la especulación, los “papeles flojos”, las montañas de hipotecas, la “letra chica”, el engaño, el ocultamiento y la falsedad más redonda.


 


Definida como aquella afirmación que se postula y, sobre todo, se sigue sosteniendo a pesar de ser rebatida por los hechos, el concepto se expande hasta comprender a toda una época: la era de la posverdad. La expresión “post” remitiría, entonces, a un nuevo momento histórico y al amanecer de un régimen político y social donde la devaluada verdad habría sido desplazada definitivamente no por la mentira -su rival histórico- sino por algo nuevo, del orden de la creencia y la pasión, que resiste cualquier refutación. Y todavía más: tal refutación termina usándose como un argumento adicional para reafirmar la posverdad, en la medida en que quienes defienden esta posverdad buscan impugnar los hechos que la desmienten atribuyéndolos a una conspiración en su contra.


 


La emergencia de las redes sociales, por su parte, abonarían este nuevo régimen al reproducir en un pestañear y a escalas jamás vistas -ni oídas- el tradicional boca a boca, el rumor o el bulo. Trump condensa todo al tuitear diariamente su posverdad frente a las “fakes news” (noticias falsas) de las corporaciones mediáticas.


 


La verdad es revolucionaria


 


Más allá de los apremios de la moda y de la exigencia de renovación de los conceptos –propia de la lógica del campo periodístico y académico–, no advertimos en qué afinamos nuestra comprensión del asunto si traducimos como “posverdad” las sistemáticas mentiras de Patricia Bullrich en torno a la desaparición forzada de Santiago Maldonado o –sin firma pero con su sello– la acción de los call center oficiales, que saturan las redes para deslegitimar las movilizaciones de los trabajadores y las protestas estudiantiles o para intoxicar el mismo caso Maldonado –echando a rodar las especies más inverosímiles sobre sus “reapariciones” o sobre las intenciones de sus familiares. O, poco tiempo atrás, qué diferencia sustancial podríamos advertir entre este término y el de “relato” con el que se denunciaba al gobierno de Cristina Kirchner –para desnudar sus enmascaramientos e imposturas- y que seguía sosteniéndose pese a todas las demostraciones en contrario hasta su eclosión.


 


El término encubre más de lo que revela, porque parte del supuesto de una etapa previa en la que hubiera reinado la verdad y la racionalidad; en la que la palabra política bajo el régimen capitalista no hubiera estado devaluada como moneda falsa de intercambio; tiempos en que los partidos burgueses y los medios de difusión –incluso las primeras prensas– hubieran abrazado en sus discursos la verdad y la realidad, las palabras y las cosas.  Dicho de otro modo: la aceptación de este concepto implica admitir la existencia de una edad de inocente transparencia por completo ajena al capitalismo, un sistema económico basado en un “jeroglífico social”, en la más completa falta de inteligibilidad de la realidad social, en la opacidad más cerrada de los intereses de clase que operan sobre nuestras conciencias y en nuestra vida cotidiana, en la mistificación de los intereses de clase que se presentan transformados en naturaleza universal. La mentira es la única verdad del capitalismo. En eso se cifra el sentido más profundo de la frase del escritor Romain Rolland: “la verdad siempre es revolucionaria”. Esto no significa que su mera enunciación pueda echar por tierra el Estado capitalista sino que la verdad es incompatible con este régimen social.