Cultura

8/2/2007|980

Divagaciones sobre el Alba

El rediseño de América Latina -Alca, Mercosur y Alba-, tal es el título de un libro reciente de Claudio Katz, está dedicado a celebrar las iniciativas del gobierno de Venezuela. Un libro anterior del autor -El porvenir del socialismo- recibió un premio otorgado por el propio “presidente Chávez”. La secuencia viene a decir que el porvenir del socialismo depende del Alba (Alternativa Bolivariana para Nuestra América).


Katz celebra el “socialismo del siglo XXI” que se pregona desde Caracas, al cual caracteriza, paradojalmente, como “muy vago y difuso” (sic). Por eso mismo, el socialismo de Katz no podría ser menos confuso (nunca se refiere a la necesidad de derrocar al Estado burgués). Asimismo, convierte a la emancipación nacional y social en un problema de “(re)diseño” y de “convenios de integración” (pág. 9); en este galimatías, lo menos importante es señalar que se trata de acuerdos de orden comercial y financiero entre Estados capitalistas.


 


“El Alca —afirma Katz- apunta a relanzar el neoliberalismo, el Mercosur a ensayar un esquema más regulado de capitalismo regional y el Alba podría enlazarse con un proyecto socialista” (pág. 121). Pero Katz no dice nunca en qué consiste el Alba.


 


Lo que prolifera en cambio en El rediseño… es la especulación. Por ejemplo: si el Alba tomara como punto de apoyo la “nacionalización” del petróleo en el continente… entonces tendría un impacto enorme y progresivo (pág. 76) (no distingue las estatizaciones burguesas de la expropiación socialista). Pero la propuesta del Alba nunca consideró la estatización burguesa continental (incluso porque iría contra Petrobras -manejada por la Bolsa- y Enarsa -que prevé cotizar en la Bolsa-). El petróleo no se encuentra totalmente nacionalizado ni siquiera en Venezuela. PDVSA nunca llegó al nivel de nacionalización de YPF de Argentina. El gobierno venezolano plantea una “integración” con Petrobras y Enarsa, que actúan como agentes de los pulpos petroleros. En la empresa “estatal” brasileña hacen negocios poderosos fondos de inversión que detentan la propiedad de la mayoría de su fondo accionario. La “estatal” argentina, a su turno, no posee un solo pozo del combustible y se fundó para asegurar una suerte de privatización del subsuelo marítimo. Los campeones del Alba (Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez) pretenden formar parte del Mercosur.


 


El Mercosur es “un espacio en el que no hay lugar para devaneos socialistas; se trata de un paraíso de bancos, petroleras, mineras y grandes industrias y contratistas de obras públicas (…) El ingreso de Venezuela al Mercosur, a una coalición de Estados capitalistas, puso en claro el contenido social del Estado bolivariano y de la política de Hugo Chávez. (…) Venezuela se ha comprometido a conformarse a las normas jurídicas que rigen el Mercosur, que no son otras que las que protegen la dominación del gran capital” (Jorge Altamira, “Del Alba al Mercosur” en Prensa Obrera N° 950, 15/6/06).


 


Katz señala que el ingreso venezolano a la comunidad de negocios de Lula y Kirchner es un “giro importante” (pág. 89). Pero ¿“giro” de quién?, ¿de Kirchner y Lula hacia el socialismo bolivariano o de Chávez a una integración capitalista con los pulpos internacionales que dominan el Mercosur? Sea como fuere, "el Alba y el socialismo (son) dos proyectos inseparables” (pág. 122), aunque uno y otro sean ‘confusos’.


 


Con la incorporación al Mercosur, el “proyecto bolivariano” mostró sus límites insalvables. En lugar de avanzar hacia el socialismo, el Alba mercosurizado “integra a PDVSA bolivariana al mecanismo de la acumulación capitalista internacional…, la compra de títulos de la deuda pública argentina por parte del Estado bolivariano es una demostración de esta integración capitalista: Chávez vende luego esa deuda a bancos que operan en Venezuela, que la usan para transferir recursos al exterior…” (en Prensa Obrera, ídem). Mientras tanto, Katz desvía la atención al plantear la eventualidad de que un “Banco del Sur” financie un Alba. Además, ¿quién financia al Banco? Si se lo financia con reservas, los países quedan vulnerables a la especulación financiera; si se financian con deuda quedan super-expuestos al capital internacional. Naturalmente, mientras un banco, cualquiera sea, “financie” el proceso económico, estaremos siempre en una variante del capitalismo, no en el socialismo. Katz aclara que dicho “Bansur” “carecería de poder efectivo si no es gestado a partir de suspender lo pagos triangulados de la deuda a favor de los acreedores” (pág. 80). Pero entonces la salida no es el Banco sino romper con el imperialismo (algo completamente distinto, y revolucionario). ¿Habría que suspender el pago de la deuda de Argentina con Venezuela que se cotiza en Nueva York? Las ‘ideas’ del autor no tienen coherencia.


 


El abordaje de la realidad es sustituido una y otra vez en el libro de marras por lo que los anglosajones llaman “whisful thinking”, una expresión de deseos. “Si los artífices del Alba son los pueblos —dice Katz-, no hay transacción posible con las clases dominantes” (pág. 84). ¡Qué bárbaro! Es la típica fraseología hueca.


 


En una línea de El rediseño… se califica al objetivo de los Estados Unidos Socialistas de América Latina como “vago y abstracto” (pág. 85), mientras que el Alba sería “concreto”. O sea, lo que es, es; lo que no, no lo es. 


 


Clarito como el agua: la consigna de la III y IV Internacionales es la tarea propia de una revolución social; la del Alba tiene que ver con la diplomacia y la demagogia. La Unión de los EEUU de América, en la dulce época del progreso capitalista, necesitó una guerra de secesión. Para Katz sería más fácil (o concreto) ahora, en la descomposición del capitalismo y cuando América Latina se ha vinculado al mercado mundial por medio de Estados separados. Ahora se puede llegar a lo mismo, 'conversando'.