Cultura

17/12/2020

El álbum que parió al punk

Cuarenta y cinco años del lanzamiento de “Horses”, de Patti Smith.

En la música, y más precisamente en el rock and roll, siempre ha existido el hábito de intentar determinar el origen y creador de sus diferentes vertientes, lo que algunos suelen mencionar como “el padre” de tal o cual género.

Particularmente en el punk rock hay diferentes aseveraciones: algunos suelen buscar la “paternidad” entre los peruanos Saicos con su garage Pschy de 1964 y el minimalismo experimental de la Velvet Underground, otros en el estridente sonido de Detroit de los Stooges y MC5 y unos cuantos entre el desalineado glam rock de los New York Dolls y sonido “chiclon” de los Ramones.

Pero en ese mundo de progenitores pocas veces son reconocidas sus madres, tal vez porque por varios años la industria musical puso a las mujeres en un segundo plano cuando no en el simple y cuestionado rol de “groupies”.

Pero en efecto el rock (y el punk) tuvo a las mujeres como protagonistas y creadoras del género y más particularmente a una: Patti Smith, madre del punk y cuyo disco debut –Horses- cumple 45 años de dar a luz en aquella escena musical que entre la decadencia de la Nueva York post guerra de Vietnam y los antros como el “CBGB” vio nacer a una de las poetisas mas desgarradoras y creativas del rock and roll que le allanaría el camino a cientos de mujeres más por décadas en el rock.

“Poets don’t make Money”

Poetisa, cantante y activista, tres palabras que de alguna manera describen a Patti Smith  y que en su figura y su vida se transforman en adjetivos. Una vida que en un principio no fue nada fácil, la cual en sus inicios pendulaba entre una infancia de educación religiosa y pobreza, el refugio en sus lecturas de Jean Paul Sartre, Jean Genet y la poesía de Arthur Rimbaud y Willian Blake, y los anhelos de transformarse en poetisa entre aquellos primeros versos que salían -de forma catárquica- en una máquina de escribir al son de “Let´s spend night Together” de los Rolling Stones.

Horses, su disco debut como artista musical, es al mismo tiempo el cierre de aquella etapa preparatoria. Un disco de poesías que recoge todas sus experiencias en el mundo de la literatura en la cosmopolita Nueva York de principios de los 70´s con sus lecturas en la Iglesia de St. Mark junto a Lenny Kaye, el guitarrista que la ha acompañado hasta el día de hoy; la interacción con los personajes de aquella meca cultural como Andy Warhol, William Burroughs y Jim Carroll; y las vivencias junto a su pareja y amigo Robert Mapplethorpe, una relación intensa que cuestionó los límites en los roles y la identidad de género. Un disco donde la música es solo un medio de comunicación más que un fin estético en sí mismo, donde la combinación de las palabras habladas y la música crean los más desgarradores sentimientos salidos desde una honestidad brutal, salvaje, incómoda y libre como los escritos del propio Rimbaud.

La primera frase de su primer tema “Gloria” (una reversión de la canción de la banda “Them”) resulta un testimonio de aquella furia: “Cristo murió por los pecados de alguien, pero no por los míos”, para luego más adelante reafirmar: “mis pecados me pertenecen a mí”.

Frases que adquieren un valor mucho mayor si se tiene presente que en el año de publicación, 1975,  las mujeres precisamente no gozaban de una presencia en el mundo del rock, dominado por hombres, y muy pocas habían sido reconocidas en la industria musical como Janis Joplin, Marianne Faithfull y Joni Mitchell en los 60´s.

Entre una voz chirriante y casi desafinada, el estilo de Patti Smith se define en un rabioso rock and roll con características de garage donde la progresión armónica y la improvisación la diferencia del resto de las bandas punk que comenzaban a emerger en la escena neoyorkina.

Entre letras que reflexionan sobre su historia familiar, su admiración por músicos como Jim Morrison y otras historias imaginarias, Patti comienza a construir un estilo propio totalmente desprovisto de cualquier estereotipo rockero, con recitales sin grandes escenificaciones más que su voz, sus poemas y su performance escénica tan rústica y simple como visceral, honesta y profunda.

Un estilo que sienta las bases del movimiento punk desde una profundidad y en la búsqueda de darle con su música voz a los invisibilizados, los parias e inconformistas como así resucitar al rock and roll de la embriagadez del show bussiness.

Entre otros temas también se encuentran “Redondo Beach”, uno de los primeros intentos en fusionar el rock con el reggae que pronto marcarían la carrera de bandas como The Clash y The Police.

Luego, en otra tónica muy distinta, aparece “Birdland”, un inmenso tema que empieza con una Patti recitando un texto de forma muy íntima y sentida al son de una intro en blues con elementos jazzísticos y una vocalización que va ganando en intensidad hasta llegar al caos anárquico total. Una canción inspirada en el libro de memorias escrito por Peter Reich, acerca de su padre, el famoso psicoanalista austríaco Wilhem Reich. En dicha canción Patti construye una narrativa en la que Peter, durante el funeral, se eleva en un OVNI conducido por el espíritu de su padre.

La guitarra de espíritu libre de Ivan Král y el repetitivo piano de Richard Sohl con la base que secundan la voz de Patti, ubican el tema en un terreno cercano a la poesía de Jim Morrison. Sin duda, una clara expresión de sus años previos declamando poemas en bares y clubes perdidos de Nueva York.

Pero sin duda alguna, la canción que más refleja esta transición entre la poesía y la música es “Land”, un tema de 9 minutos que cierra el disco y que incluyen a una Patti Smith en tantas formas y ritmos salvajes en la que su voz pareciera estar pintando una obra de arte abstracto. Sus dos primeros minutos arrancan recitando un poema ella sola, casi como un murmullo, pero a medida que avanza gana velocidad y fuerza como si estuviera presa de una posesión casi  satánica. “Empezó a estampar la cabeza contra el armario, empezó a estampar la cabeza contra el armario, empezó a reírse de forma histérica”, escupe con una firme guitarra por debajo de sus palabras. Al grito de “Horses! Horses! Horses!”, empieza un caos que invita a los espectadores a ser cómplices de esa especie de rito. Finalizando la canción llega a un equilibrio con un riff de guitarra melódico, y todo vuelve a la normalidad. Sin duda alguna un estilo que acompañará a Patti Smith en todo el disco, donde empuja hacia el caos y nuevamente se arrastra hacia él, generando una sensación de desahogo y catarsis que por momentos parece cortar la respiración.

Un estilo que además fue posible gracias a la mano de John Cale, ex integrante de la Velvet Underground, como productor, y a la viola de Tom Verlaine del grupo Television, otra piedra fundamental de aquella escena neoyorkina del Club CBGC.

Hazlo tú mismo (y cuando quieras)

Sin dudas que Horses fue un disco que sin ser un éxito comercial se transformó en un ícono de la cultura norteamericana under. Más allá de las buenas críticas que cosechó en su lanzamiento, su impronta marcó las bases con que muchos artistas sintieron esa misma libertad de crear más allá de los estereotipos impuestos por el mercado. Bandas como Talking Heads, REM e inclusive Nirvana encontraron en este disco una fuente de inspiración por crear arte de forma salvaje, sin condicionamientos y sin la necesidad de cumplir otras expectativas más que las de que el artista exprese sus sentimientos, por más negativos que estos sean.

Pero por sobre todas las cosas Patti Smith allanó el camino del rock a las mujeres. Artistas como Debbie Harry, Siouxsie Sioux, Viv Albertine, Joan Jett, PJ Harvey y hasta inclusive la propia Madonna le deben mucho a estas ocho simples canciones que emergieron desde el talento, la sensibilidad y las angustias de una poetisa pobre y sin dinero que abandonó su pueblo natal para comerse cruda la gran manzana de los barrios marginales de Nueva York.

Una poetisa que logró desdibujar aquella imagen tradicional de la mujer que seguía los pasos de una industria en la que reflejaba a la feminidad como algo delicado y sexista.

Su compromiso con el arte y la libertad de crear también la encontró como activista por causas políticas y ecológicas, llegando inclusive a apoyar la lucha por la legalización del aborto en la Argentina en 2018 y la rebelión popular chilena de 2019.

En definitiva, el punk tuvo muchos padres y algunos fueron más abandónicos que otros a fuerza del éxito y los dólares de la industria musical.

Pero madre hubo una sola y ella fue, con sus poemas, sus silencios y su voz desgarradora la única e irrepetible Patti Smith.

40 años de “Sandinista” de The Clash (prensaobrera.com)