Cultura

2/7/2015|1370

El caso Katchadjian, la industria cultural y la libertad en el arte


El pasado 18 de junio, el escritor Pablo Katchadjian fue procesado por el juez Guillermo Carvajal por el delito de defraudación a la propiedad intelectual, que prevé una pena de hasta seis años de prisión. El autor, que ya había sido sobreseído en primera instancia, es acusado por María Kodama -viuda de Borges- de “plagiar” el cuento “El Aleph”.


 


Katchadjian, a través de su pequeña editorial Imprenta Argentina de Poesía, publicó en 2009 El Aleph Engordado (200 ejemplares), donde interviene el cuento original al que le agrega 5.600 palabras a las aproximadamente 4.000 mil originales. En el mismo texto aclara: “El texto de Borges está intacto pero totalmente cruzado por el mío”.


 


El escritor fue querellado por Kodama en 2011. En un primer momento, la Justicia sobreseyó al escritor considerando que lo hecho “no pudo haber sido encuadrado en ningún tipo penal” (InfoJus, 17/9/14). El abogado de Kodama apeló y el caso llegó a Casación, que, en septiembre del año pasado, decretó que hubo “plagio” y ordenó que el proceso continúe.


 


Para los jueces, Katchadjian “ha modificado el texto original” de la obra de Borges, y se “ha transcripto la obra de Borges en su totalidad, o parte sustancial, excediendo el límite de mil palabras” que establece el artículo 10 de ley de propiedad intelectual. Finalmente, el juez Carvajal citó en indagatoria a Katchadjian, lo que derivó en el procesamiento sin prisión preventiva y le trabó un embargo sobre los bienes del escritor hasta cubrir la suma de 80.000 pesos (La Nación, 19/6). El escritor apeló el procesamiento y ahora debe resolver la Cámara de Apelaciones.


 


La denuncia de Kodama no sólo ataca una iniciativa de carácter experimental y conceptual por parte de Katchadjian, sino que plantea desconocer la historia de la vanguardia artística en el siglo XX. La obra conceptual consiste en un “gesto” de propuesta al mundo del arte. En ese tipo de obras, dice el teórico Genette, no es ni el objeto propuesto en sí mismo ni el acto de propuesta, sino el concepto de ese acto.


 


En estas obras prima el carácter crítico, paradójico y provocativo. Allí, como ejemplo, está la obra “LHOOQ” de Marcel Duchamp: una provocadora intervención sobre “La Gioconda” de Leonardo Da Vinci, donde le pinta barba y bigotes al rostro de la famosa pintura y le pone una firma.


 


Esta obra es de 1919 y es parte de lo que Duchamp definió como los ready-mades, inaugurados con el mingitorio (“La Fuente”) que el propio artista francés presentó como obra de arte, en un museo, dos años antes. Se trataron de obras enmarcadas en el dadaísmo, un movimiento nacido como respuesta al proceso de demolición general provocado por la primera guerra mundial, y que prologó a las vanguardias del siglo XX como el surrealismo y el conceptualismo, que tomaron forma en el espíritu revolucionario de esos periodos (PO, 3/4/14).


 


El compositor italiano Luciano Berio, para citar otro ejemplo, tiene una pieza llamada Thema (Omaggio a Joyce), de 1958, que se basa en la lectura de partes de la novela Ulises, de Joyce, donde realiza collage sonoros incorporando fragmentos aislados del libro, cortados y mezclados. Es decir, tal como en el caso de El Aleph Engordado, se toman partes de la obra original para producir un nuevo sentido. O, bajo otro formato, el cuento Help a él, del escritor argentino Fogwill, donde reescribe la trama de El Aleph.


 


El caso Katchadjian pone de manifiesto que la propiedad intelectual no le pertenece al autor, sino a la editorial que adquiere los derechos, en este caso bajo el contrato firmado con la heredera de Borges. De este modo, lo que están defendiendo las partes son esos intereses capitalistas. Así, en la ley 11.723, bajo la cual se amparan los denunciantes, está contenido que el derecho a la propiedad intelectual pisotee el derecho a la creación.


 


Los derechos de autor, bajo este régimen, se convierten en una mercancía más que es apropiada por la industria editorial, reprimiendo así el acceso al arte y la cultura. En ese sentido, cualquier defensa al escritor desde los sectores de la cultura del kirchnerismo se volvería insustancial sin una denuncia del desenvolvimiento del negocio cultural que ha caracterizado a la “década ganada”.


 


Por esto, hay que rechazar este nuevo avance contra Pablo Katchadjian, denunciar la profundización de la industria cultural y respaldar el derecho a la total libertad para la creación artística.