Cultura

15/4/2015|1359

El difícil oficio de ser poeta


Según la Cámara Argentina del Libro, la edición de poetas argentinos aumentó el 40% en 2014 y representa el 14% de la literatura que se edita en el país, lo que, a su vez, significa el 44% de todos los libros publicados. Estas cifras aparecieron en una nota que “La Nación” tituló “El silencioso boom de la poesía, la hermana menor de la industria”.


Esto se debe a la labor de las pequeñas editoriales de poesía, que han aumentado significativamente en la última década. Estos emprendimientos son iniciados en general por los mismos poetas, con el objetivo de editar sus propios libros, luego se amplían a los libros de poetas amigos o conocidos, y más tarde a otros que, enterados de la posibilidad que se les abre, deciden empeñar sus ahorros en la empresa. Porque estas ediciones se pagan, en general, con el dinero de los autores.


De modo que lo que es presentado positivamente, en realidad, expresa el hecho de que los grandes monopolios editoriales no editan poesía. Las magras ediciones -incluso cuando se trate de libros de grandes poetas- con su consecuente raquítica ganancia -siempre en el caso de que logren venderse- no seduce a los pulpos, más deseosos de acaparar con todos sus tentáculos, que de ostentar la corona de olivo del prestigio. Lo único positivo de todo esto es el empeño que los poetas ponen en difundir sus obras.


Las grandes cadenas de venta, como Cúspide o Yenny-El Ateneo, no reciben libros de pequeñas editoriales ni, mucho menos, de los mismos autores que intenten dejarlos en consignación. Compran casi exclusivamente títulos de los grandes grupos editoriales, como Random House o Planeta.


Otro tanto sucede con las grandes distribuidoras. La distribución de los libros de poesía se hace a pulmón, generalmente por los mismos poetas que dirigen las pequeñas editoriales de poesía. Y las librerías se toman su tiempo para liquidar el dinero de las ventas: muchas lo hacen luego de seis meses de recibidos los libros. Con la inflación reinante en la Argentina, se comprende lo que esto significa.


La venta de estas pequeñísimas tiradas, que en general no superan los quinientos ejemplares y que, desde hace un tiempo, se realizan casi todas on demand -la imprenta imprime y encuaderna una muy pequeña cantidad de ejemplares para una primera distribución y luego espera la demanda de la editorial, que le va pidiendo los títulos a medida que los vende-, se produce mayormente en las presentaciones de los libros, en las que el público asistente puede comprar algún ejemplar en recitales de poesía, en festivales o en ferias de editoriales independientes.


Los subsidios son escasos y de poca monta. Hay algunas becas a la creación del Fondo Nacional de las Artes, algunos subsidios para la creación o la publicación del Fondo Metropolitano de las Artes -ninguno de los cuales alcanza a cubrir los gastos de edición y, mucho menos, posibilita los de creación- y poco más. Los premios son escasísimos y, salvo el Premio Nacional de Poesía, dotados de montos irrisorios.


En 2014, el gobierno dispuso la compra, por parte del Ministerio de Educación, de libros de poesía publicados por pequeñas editoriales, así como el Encuentro Federal de la Palabra de 2015, en el que participaron poetas de todo el país, cobrando un cachet.


Estas iniciativas del Estado no forman parte de un plan integral de aliento a esta actividad artística. Son actividades aisladas que intentan cooptar a los escritores, cuando de lo que se trata es organizar un régimen que sustente a los poetas para la creación y publicación de sus libros a fin de promover la actividad poética en todo el país.