Cultura

6/5/2015|1362

El Frente de Artistas ante la Ley Federal de las Culturas


En noviembre de 2004, Torcuato Di Tella renunciaba al cargo de secretario de Cultura de la Nación reclamando la triplicación del presupuesto para el área. En 2006, el entonces secretario de Cultura, José Nun, anunciaba en el Primer Congreso Argentino de Cultura la futura sanción de una Ley Federal de la Cultura. Diez años después, Teresa Parodi asume como ministra reclamando la triplicación del presupuesto de cultura y anuncia, en medio de un gobierno en crisis y retirada, el proyecto… de la ley Federal de las Culturas.


 


 


En este contexto, el anteproyecto presentado por el gobierno tiene como eje central el establecimiento de un porcentaje del PBI para la cultura. Los impulsores de la ley aseguran que el aumento presupuestario garantizaría “el derecho de acceder a la cultura” para toda la población y el establecimiento de una “cultura inclusiva”.


 


 


Con la propuesta de ley, el gobierno nacional pretende ocultar que la imposibilidad de la población de acceder al arte está dictada por la política que el kirchnerismo defendió en el ámbito de la cultura. El “desarrollo de las industrias culturales”, que los K enarbolan como bandera, significó un gigantesco proceso de privatización de la cultura sobre la base del vaciamiento de las escuelas de arte, los museos, los teatros y los centros culturales estatales.


 


 


Con esta política, la Rosada convirtió los presupuestos estatales para cultura en subsidios para los empresarios del sector, cuyo enriquecimiento tiene su contracara en el aumento de la precarización laboral de los artistas y el deterioro del fomento a la creación artística.


 


 


Los principales lineamientos del anteproyecto de ley no resisten un elemental balance de lo actuado durante el mandato kirchnerista. Proclama el “reconocimiento y protección de las culturas y lenguas indígenas”, mientras reprime y hambrea a los pueblos originarios en el norte. Habla de “igualdad en el acceso a bienes y valores culturales”, pero la primera barrera que separa a los trabajadores del acceso a la cultura son los salarios de hambre que convierten a los espectáculos y producciones culturales en bienes de lujo.


 


 


La iniciativa llama a “la participación federal de artistas, trabajadores y gestores culturales en el diseño y evaluación de las políticas culturales”. Para Teresa Parodi los “representantes” de los trabajadores son los burócratas sindicales, como Antonio Caló, con quienes se reunió el 18 de marzo en la sede de la Unión Ferroviaria (la casa de la burocracia continuista de Pedraza).


 


 


El gobierno ha utilizado una y otra vez multimillonarios fondos del presupuesto de cultura para la organización de actos oficiales y el armado de cajas paralelas, como la Unidad del Bicentenario. Con este modus operandi, el kirchnerismo armó una red de cooptación donde para acceder a los contratos los artistas deben apoyar políticamente al gobierno. 


 


 


Como se ha señalado en estas páginas, la llegada de Parodi -que coincidió con el fortalecimiento de La Cámpora en el área- buscaba rescatar la mística del relato en la etapa final de un gobierno en crisis, intentando de este modo tapar los hechos de corrupción en un área salpicada por denuncias. Con esa caracterización debe entenderse en parte el reimpulso de esta ley.


 


 


Carta Abierta y su derrotero hacia los despachos ministeriales (Secretaría del Pensamiento Nacional), junto con el apoyo del sindicato de actores y de otras organizaciones de artistas a CFK, van a encontrar más temprano que tarde que la implementación de la ley quedará en manos de los Scioli o los Macri. Con ese diagnóstico, el gobierno impulsa el proyecto como herramienta de cooptación y freno a un drenaje por izquierda ante el destino sciolista del “proyecto”. En tanto, el aumento en la cartera de cultura planteado por la ley sólo servirá para ampliar el negocio de los empresarios.


 


 


Terminar con la separación entre el arte y la población trabajadora plantea la necesidad de una reorganización social bajo la dirección de los verdaderos productores de la riqueza artística, cultural y del trabajo.