Cultura

20/8/2016

“El grito en el cielo”, un grito de vida


El grupo “La Zaranda” de Andalucía La Baja, que en 2017cumplirá 40 años de trabajo teatral, ha puesto en escena, en 10 únicas funciones en Buenos Aires, la gran creación teatral “El grito en el cielo”.


 


El relato pone en el escenario a cinco actores en un geriátrico. La historia es muy simple, contrasta los slogans publicitarios de una enfermera o encargada, que lleva adelante las groseras rutinas “terapéuticas”, contra la angustia de los ancianos, su desorientación y, sobre todo, la conciencia de la preparación de su muerte (“De acá no salimos vivos” dicen).


 


Los ancianos se organizarán en busca de una salida. La encargada lanza el primer “sé positiva” frente a un cuerpo que cae muerto. No es optimismo lo que guía a la representante del geriátrico: es violencia, crueldad y, como todo lo que hay tras un slogan, negocio – aunque no esté explícito.


 


Los viejos son manipulados como objetos, cuerpos deshumanizados, puestos en ridículo, disfrazados para una representación teatral grotesca y sin sentido. Cuatro ancianos se unen para encontrar una salida. Llega a ser tan agobiante que uno no puede dejar de preguntarse: y esto ¿cómo se resuelve?


 


“El grito en el cielo” desarrolla un lenguaje teatral exquisito: los actores usan su voz, sus cuerpos, bailan, caminan, juegan, son manipulados en total disponibilidad para la escena. Arman formas que dibujan la tragedia de la reclusión, la sorna de una ronda infantil y la altura de la elevación humana.


 


Usan muy pocos objetos: las camillas-jaulas que serán decenas de escenarios y herramientas, que abrirán el espacio a túneles, mares, cárceles, puertas y a lo trascendental. Un espacio curvado. El ruido de los guantes de látex, con el sonido de un monitor cardíaco crea una atmósfera de tortura y de frontera de la vida. La música, con música del compositor alemán Richard Wagner al inicio y en el sublime final, no es motivo para la solemnidad; un mambo bailado por los viejitos arranca la carcajada y la empatía. Llora un viudo como un payaso, el cuerpo de una anciana muerta es obscenamente mostrado, en el trato mercantil que no se detiene ante la muerte.


 


El otro lado de la desvitalización geriátrica son los viejitos que se reconocen en el final de sus días. Proponen mejor plantar tomates y cuidar flores, juegan con la muerte e identifican a la institución que los quiere matar. Estallan poéticamente en una rebelión contra un destino de cosa, hablan de su corazón encendido, del manantial de sus lágrimas y se erotizan cuando, como sujetos, elevan su existencia.


 


La mística del final puede no ser entendida como fe religiosa, sino como la hidalguía del sujeto que se adhiere al polvo de la atmósfera, de la vida.


 


 


“El grito en el cielo” se presenta en El Cervantes del 10 al 21 de agosto, de miércoles a sábados a las 21 horas y los domingos a las 20.30. En la Sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes. Libertad 815. Ciudad de Buenos Aires.