Cultura

10/3/2021

“El tiburón del Tango” Piazzolla cumple 100 años

Musicxs Organizadxs

Música de puertos es el Tango en sus orígenes. Gente que llega y gente que se va y que vierte su dolor y su esperanza en este género que late con la historia.

Se había ido esta pareja marplatense de ascendencia italiana al puerto de Nueva York allá por 1925 con su pequeño hijo de cuatro años. Lo criaron en el barrio East Village de Manhattan, zona donde se asentaba la mafia siciliana. El padre, Vicente ¨Nonino¨ Piazzolla, peluquero y aficionado a la música con el acordeón, fanático tanguero, le compró al niño un bandoneón por dieciocho dólares, en una casa de empeños de la Gran Manzana. Esa metrópoli multicultural sin duda nutrió al pequeño Astor, que ya cuando tenía 13 años y en un episodio ¨casi mágico¨, conoció nada menos que a Carlos Gardel. A pesar de los 31 años de diferencia de edad, se hicieron amigos. Astor le hacía de traductor cuando el Zorzal salía a comprarse ropa en las grandes tiendas neoyorkinas. Un año después ¨el Mudo¨ lo invitó a actuar de ¨canillita en una escena de su película El día que me quieras y luego a tocar el fueye en su grupo en la gira que concluyó trágicamente en Medellín. Los padres del mocoso no lo habían autorizado a viajar y entonces sin saberlo, le dieron a la humanidad la oportunidad de disfrutar años más tarde, de la música singular que el pibe nacido en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921 creara con energía ¨Astral¨.

Piazzolla era un niño muy inquieto y osado. Compartía travesuras bastante pesadas con las pandillas sicilianas y estaba acostumbrado a la violencia, a la bronca y al vértigo. Su padre le había enseñado a boxear para defenderse de los peligros de la calle, pero a la vez era arrullado por el sonido de la ¨Rapsodia en blue¨ de Gershwin y de todo el arte floreciente de esa ciudad grávida e insolente. Así que muchos años después reconocía en esa mezcla singular de influencias, el origen de su carácter agresivo y luchador que le serviría para enfrentarse al mundo, ante toda la resistencia que provocaría su música atrevida e interpelante.

Aprendió a amar a Johan Sebastián Bach de la mano de un vecino neoyorkino a quien escuchaba ensayar todos los días y que fuera su primer maestro de piano. El jazz era el sonido ambiente de esa ciudad vibrante y hasta llegó a estudiar con Terig Tucci (el arreglador de los tangos de Gardel en sus películas).

Ya en la adolescencia estaba de vuelta en Argentina. En Buenos Aires lo atrapaba el sonido de orquestas como las de Julio de Caro, Elviro Vardaro, Pedro Laurenz, Pedro Maffia, Miguel Caló, Francini y Pontier, Alfredo Gobbi, Pugliese y Troilo. Pero a la vez odiaba esa otra vertiente del tango que seguía creyendo en el compadrito y el farolito. Astor decía: “el tango es un arte musical que debe evolucionar y no un folclore ridículo para distraer a los turistas”.
También concurría a escuchar orquestas sinfónicas por consejo de su Maestro Alberto Ginastera.
En el café El Germinal, Astor escuchaba con devoción a Troilo y su orquesta. Se sabía de memoria en el bandoneón todos los arreglos del repertorio. Un día de diciembre de 1939, se enfermó uno de los bandoneonistas y el violinista Hugo Baralis le dijo al Maestro: – Hay un pibe que conoce todo el repertorio al dedillo. Troilo le respondió: – Llamalo y que venga a hacer una prueba. Después de escucharlo, Pichuco le dijo: – ¨Ese traje no va Pibe. Conseguite uno azul. Debutás esta noche¨. Tenía 18 años y al año siguiente Troilo empezó a encargarle arreglos para la orquesta. A Troilo le gustaban sin duda los paisajes sonoros que Astor concebía, pero siempre le borraba algunas notas simplificando el arreglo ¨porque esta es una orquesta para que la gente baile, Pibe¨. Aunque Troilo le llevaba siete años, se hicieron muy amigos y fue él que lo bautizó ¨El Gato¨, por su personalidad inquieta. Cuando Pichuco murió en 1975, Astor estaba de gira y compuso en su honor una de sus mejores obras: ¨Suite Troileana¨. Años más tarde también le dedicó junto a Horacio Ferrer, otra joya: ¨El Gordo triste¨.

Zita (Suite Troileana)

En 1944 abandonó la orquesta de Troilo y formó una agrupación para acompañar al cantante Francisco Fiorentino. En el ´46 armó su propia orquesta y arregló grandes clásicos con una sonoridad extraordinaria a la que los tangueros tradicionales ya se oponían. En los ´50 trabajaba como arreglador de varias orquestas y componía música para películas mientras intentaba ganar prestigio como músico clásico con sus obras de cámara y para orquesta. Sin embargo, simultáneamente componía tangos, que después resultaron fundantes de su estilo: ¨Prepárense¨, ¨Lo que vendrá¨, ¨Para lucirse¨, ¨Triunfal¨. Este tema fue el que se animó a mostrarle a su Maestra Nadia Boulanger en París, después de confesarle que tocaba el bandoneón. Ella lo escuchó, le tomó las manos y le dijo: – ¨No abandone jamás esto. Ésta es su música. Aquí está Piazzolla¨. Y este comentario le cambió la vida. A partir de allí Piazzolla empezó a luchar decidido contra el conservadorismo ¨que lo acusaba de ser el asesino del tango¨, con la convicción de ¨hacer tango para escuchar¨ dejando fluir todas las vertientes que se cruzaban en él, las de la mejor tradición tanguera sumada a la música de Stravinski, Vivaldi, Bela Bártok, Prokofief, Maurice Ravel y el jazz.
Entonces en 1956 creó el Octeto Buenos Aires. Y al decir de él mismo: ¨éramos ocho tanques de guerra. Parecíamos ocho guerrilleros subidos al escenario¨. Incorporó la guitarra eléctrica y empezó a proponer novedades armónicas y contrapuntísticas.

En 1959 muere su padre y consternado, estando de gira en Puerto Rico compone ¨Adiós Nonino¨, su obra más célebre. Esta pérdida lo hace entrar en una profunda desestabilización emocional que lo lleva al divorcio de su primera mujer (Dedé Wolff) y al comienzo de una áspera relación con su hija e hijo (Diana y Daniel), con quienes es lapidario en sus críticas. Con Daniel en cuanto a sus condiciones como músico y con Diana hacia su militancia sindical en YPF y política en el peronismo de base, luchando contra la dictadura militar del ´76, que la llevó al exilio en México. La de Piazzolla fue una personalidad controvertida, muy difícil para con sus afectos.

En 1960 nace el Quinteto, la formación con la que alcanza el cénit de su estilo. Horacio Malvicino en guitarra eléctrica, Jaime Gosis en piano, Kicho Díaz en contrabajo, Simón Bajour en violín y Astor al frente, tocando el bandoneón de pie y con un look informal, lo cual es todo un símbolo de una estética integral más moderna y desapegada del acartonamiento del tango clásico.

Según el compositor/guitarrista/arreglador Javier González: ¨Piazzolla cambia el tango desde varios ángulos.
La primera ruptura es la innovación rítmica. Deja de usar las claves tradicionales como el marcatto en 2 y en 4 y se apega a otro tipo de fórmulas (que van desde el 3 – 3 – 2 con desplazamientos dentro del compás, hasta polirritmias más complejas que va desarrollando con los años). Por eso dicen que su música no es tango.

En cuanto a lo melódico, su composición es de gran lirismo. Sus largos solos en el bandoneón (improvisados al estilo jazzero) son de un lirismo conmovedor. Utiliza muchos recursos de la música clásica. La forma fuga, las fórmulas bachianas (cuatro o cinco voces a la vez) pero con melodías muy emotivas y con aires tangueros. Su obra “Fuga y Misterio” es una de las más importantes, compuesta en 1968.

Además, en lo referente a la orquestación también se anima a cambiar. Pasa de la orquesta típica de diez integrantes a un quinteto. Su música es esencialmente ¨de cámara¨. Hace dialogar a los instrumentos acústicos con los electrónicos y eléctricos e incorpora la batería. Finalmente, la fusión con los jazzistas como Gary Burton (vibráfono) y Gerry Mulligan (saxo), con quienes graba sendos discos memorables y comparte varios festivales de jazz, tanto como el intercambio con el movimiento del tropicalismo brasilero (Vinicius de Moraes, Caetano Veloso, Tom Jobim, e/otros), es la piedra angular de una nueva etapa para el tango.

Salir del estilismo puro para dar cuenta del multiculturalismo de las ciudades del mundo de la segunda mitad del siglo XX, esa es su obsesión. La música de Astor lleva al tango al terreno de lo universal. Es una música del mundo”, concluye Javier González.

Con Gary Burton

A mediados de los ´60 se encuentra con el joven poeta rioplatense Horacio Ferrer. El mismo Horacio me contó una vez mientras compartíamos un café en Sevilla durante una gira por España. ¨Astor me dijo: ¨- Vos hacés con la poesía lo mismo que yo hago con la música. Compongamos juntos¨. Y así empezó también en el tango canción, una nueva era de osadía creativa al son de los años ´70.

Con la voz de la talentosa y valiente intérprete Amelita Baltar (que fuera pareja de Astor durante cinco o seis años), estrenan una obra extraordinaria, que es la esencia de todo el frondoso repertorio Piazzolla-Ferrer de los años siguientes. La operita (como la dieron en llamar) ¨María de Buenos Aires¨, se estrena en el teatro Planeta el 8 de mayo de 1968, casi como una premonición del ¨Mayo Francés¨. El tango influido también por la tendencia estética de las óperas rock, daba muestras de aggiornamiento con esta obra monumental protagonizada por Piazzolla y Ferrer (como recitante) en escena, junto a Amelita y Héctor De Rosas en las voces, diez músicos además del bandoneón y un coro parlatto. El público porteño del ´68 se consternó con una ¨María de Bs.As.¨ que sonaba a psicodelia y hablaba con lírica surrealista del psicoanálisis, del aborto, del movimiento Hippie, de los Beatles, de la llegada del hombre a la luna y de una ciudad concebida como una santa y una prostituta, a la vez. Por supuesto la obra no fue un éxito. Piazzolla debió vender su pequeño auto para mantenerla tres meses en cartel. Sin embargo, años después fue la obra argentina más representada en el mundo entero. Tuve el honor de protagonizarla en Buenos Aires, Rosario e Italia desde 2003 hasta 2008, junto a José Angel Trelles, Juan Vitali y Sebastián Holz con dirección de Julían Vatt y producción de la Fundación A. Piazzolla.

¨María de Buenos Aires¨(Fragmento)

En 1969, los niños/as en nuestros televisores vimos al hombre llegar a la luna y a Amelita Baltar ponerle el pecho al estreno de “Balada para un loco” en el Festival Iberoamericano de la Canción, en el que una parte del público la insultaba y la otra, la aplaudía de pie. El tema no ganó el concurso, pero cambió la historia de la música popular argentina para siempre. Y después llegaron temas como: “Preludio para un canillita” (un alegato a la revolución social), “Chiquilín de Bachín”, “Balada para mi muerte”, “La última grela” y tantas otras joyas.

En 1976 se casó con la locutora y cantante lírica Laura Escalada. Un año antes había elegido como cantante de sus temas a José Ángel Trelles, con quien tuvo una relación entrañable y de gran calidad artística, llegando a su esplendor en la actuación que realizaran en el Carnegie Hall de Nueva York.

Musicalizó también poemas de Jorge Luis Borges y entonces fue su voz Edmundo Rivero. Años más tarde eligió a Raúl ¨El Negro¨ Lavié para que interpretara sus canciones, siempre con la pluma del gran Horacio Ferrer, aunque también compuso con Mario Trejo y Eladia Blázquez, entre otros. También hizo grandes conciertos junto a la cantante italiana Milva y Jairo.

En 1983 compartió el escenario del Teatro Regina de Buenos Aires con uno de sus cantores de tango más admirados, Roberto ¨El Polaco¨ Goyeneche, en un concierto memorable. Y finalmente en el ´83 llegaría el reconocimiento de su país. La Orquesta Filarmónica Nacional con Astor como solista y dirigida por el Maestro Pedro Ignacio Calderón, brindó en el Teatro Colón un concierto celebrando su obra como la de un ¨músico serio¨, como él lo deseaba desde sus inicios.

Siguieron cientos de giras en las que Piazzolla, con todas sus formaciones crecía en la consideración de la comunidad musical de mayor prestigio del mundo. Ya en los años ´80 diversas orquestas sinfónicas internacionales interpretaban su música y él mismo ocupaba el proscenio como bandoneón solista.

En 1988 Astor fue operado del corazón con cuádruple bypass y al año siguiente formó el Sexteto Nuevo Tango. Horacio Malvicino en la guitarra eléctrica y el inmenso pianista Gerardo Gandini, de quien Piazzolla reconociera haber aprendido mucho de su lenguaje de música contemporánea, que no tardó en incorporar a su nueva sonoridad. En este grupo Astor dialogaba con un segundo bandoneón, el de Daniel Binelli y otros músicos que no eran estables. Aunque el Sexteto tuvo una corta vida, los registros grabados en vivo en Europa son apoteóticos, especialmente el concierto que compartieran con Osvaldo Pugliese y su Orquesta en Ámsterdam.

En 1990, mientras estaba en París, sufrió una trombosis cerebral, que lo dejó inconsciente hasta su deceso. Su familia lo trasladó a Buenos Aires y aquí falleció el 4 de julio (coincidentemente el día de la Independencia norteamericana) de 1992, a los setenta y un años.

Este 11 de marzo Piazzolla cumple 100 años y Argentina lo celebra con una decena de conciertos protagonizados por los más grandes músicos/as de la actualidad. Algunos de esos intérpretes y directores como Pedro I. Calderón o Daniel Binelli, que lo dirigieran o tocaran con él, también estarán interpretando su música.
En este link se pueden ver todos los conciertos homenaje

A Piazzolla le gustaba pescar tiburones. Y eso era él, un tiburón del tango, avasallante y temerario. Ocupa el podio de los músicos más importantes del siglo XX.

Piazzolla creía en las revoluciones artísticas. En cambio, no era adepto (por lo menos conscientemente) a las revoluciones sociales, tanto que políticamente en sus últimos tiempos era bastante simpatizante del menemismo. Sin embargo, su música fue emergente de un tiempo mundialmente revolucionario y fue revolución. Su música siempre estará aventando todo ¨lo que vendrá¨.

Para los/as que nacimos en la década del 60 y nos dedicamos a la música, el espíritu Piazzolla nos inspira.
Sin duda, el tango se divide en a.de P. y d.de P.

Salud Maestro!!!