Cultura

18/9/2014|1332

Expropiaciones y explotaciones


EXCLUSIVO DE INTERNET


Acerca de “Sonidos vecinos”


Expropiaciones y explotaciones1 038) (1)


“Sonidos vecinos” (dirigida por Kleber Mendonça Filho, 2012) comienza con fotos en blanco y negro de mediados del siglo pasado en Brasil, donde se ven obreros y campesinos trabajando en haciendas. Inmediatamente después, nos traslada al Recife actual, capital del estado nordestino de Pernambuco. El film transcurre casi en su totalidad en una calle que, como en muchas ciudades brasileñas, marca la frontera entre un barrio rico y una favela. El drama se desarrolla cuando, después de unos robos de pasacassettes, aparece una sospechosa empresa de seguridad privada que pretende garantizar la tranquilidad de los vecinos. El director centra sus historias en las casas y apartamentos de la clase media acomodada. Desde la terraza de una de las inmensas torres que pueblan el vecindario, se avizora la favela. No es un mundo cerrado, ya que se interrelaciona de mil formas (por choferes, por empleadas domésticas, por los delivery o por los miembros de seguridad privada) con las clases más bajas. Esta pequeña burguesía se muestra nerviosa e insegura, con pequeñas crisis que anuncian un conflicto mayor. Los hogares de los personajes de “Sonidos vecinos” son de un blanco radiante, en unas construcciones gigantescas que se pretenden sin historia. Son seres más bien apáticos, no expresan sus emociones. Hay un miedo constante que no puede ser pronunciado; se infiltra hasta en los sueños de una niña, que imagina un “arrastao”. “Esa palabra podría definirse, básicamente, como un grupo de gente (siempre negra) entrando masivamente en una casa. La palabra es muy racista”, explicó el realizador (Pagina/12, 28/8). A mitad de la película aparece Don Francisco, patriarca y dueño de la mitad de las tierras del barrio, propietario de un ingenio azucarero y metido ahora en negocios inmobiliarios. Representa el puente entre el pasado y el presente de Brasil, una clase que continúa con su dominación. Ayer, el interior de Pernambuco era un paraíso de la caña; hoy, la ciudad de Recife es la novena en América en materia de rascacielos. De hecho, durante el partido de Brasil-México en el último Mundial, el gobierno local (en manos del PSB aliado de Marina Silva) procedió a una brutal represión de una ocupación que impedía la ejecución de un cuestionado proyecto de derrumbar los depósitos históricos del puerto y construir una obra de doce torres de 40 pisos (El País, 30/6). Esas tensiones de clase el realizador las arrastra a la ciudad, donde una palabra, la última pronunciada en el film, “la cerca”, puede estar cargada de historia y de furia.


Nicolás Rijman