Cultura

4/8/2008|890

Henri Cartier-Bresson: Fotografo de las calles


Una importante muestra en el Centro Cultural Borges (Viamonte y San Martín, Capital) constituye, hasta el 10 de abril, una gran oportunidad para conocer buena parte de la obra del fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson, considerado uno de los padres del fotoperiodismo. (Podrán hacerlo, vale aclarar, solamente aquellos que puedan pagar los 6 pesos -3 pesos en el caso de estudiantes y jubilados- que cuesta la entrada a ese verdadero templo de la cultura privatizada que es el Borges.)


 


148 fotografías conforman esta retrospectiva de Bresson, quien carga con el pesado slogan de ser “el ojo del siglo XX”, por haber capturado con su cámara, y de manera muy especial, escenas de momentos clave de este período, como ser la Guerra Civil Española, la Revolución china de Mao, la liberación de París en la Segunda Guerra, y la caída del régimen colonial de la India, entre otros sucesos históricos.


 


Fue a los 23 años (luego de sus inicios en la pintura y el cine) que Bresson tuvo en sus manos por primera vez una Leica, su cámara fetiche, con la cual recorrió el mundo y creó un estilo para fotografiar único hasta entonces. Una característica fundamental de sus fotografías (y aquí radica la trascendencia artística de su obra, en íntima conexión con su valor periodístico), es que su foco no está puesto en los grandes personajes históricos ni en los rutilantes eventos formales (que eran hasta entonces los únicos temas de la fotografía en medios), sino en las gentes, en los hogares y sobre todo en las calles, retratando la cotidianeidad de la vida de los habitantes, los trabajadores y trabajadoras, los desocupados, los chicos, las mujeres.


 


En este sentido, lo que más conmueve al visitante de la muestra son los momentos de gran intimidad que Bresson logra captar, de personas reales, en su vida real, logrando imágenes de gran intensidad. Por ejemplo, el agobio y la miseria de los habitantes urbanos de la Francia de posguerra; o la indignación hecha denuncia de una mujer miembro de la resistencia francesa ante una integrante de la Gestapo que la delató; o la imagen de una familia, vestida de fiesta y trepada para ver detrás del muro de Berlín, tal vez para compartir un festejo con los que quedaron del otro lado.


 


Cartier-Bresson tuvo en su carrera, sin dudas, una intención política, cuya mayor expresión fue, más allá de su propia obra, el haberse esforzado por organizar a los fotógrafos de prensa para defender sus intereses ante las patronales de medios; fundó para ello, junto a otros grandes fotoperiodistas, como Robert Capa, la cooperativa de fotógrafos Magnum, para imponer los derechos de autor sobre el trabajo realizado y garantizar una mejor circulación del material, que muchas veces era “capturado” por las patronales, sin ser editado e impidiendo su difusión, tratándose a veces de fotografías que, por ejemplo, probaban crímenes de guerra o situaciones de injusticia ocultadas.


 


Bresson fue, además, un gran renovador de los aspectos formales de la fotografía, logrando llevar a una categoría artística lo que antes era considerado un simple testimonio “objetivo”: la foto periodística. Con sus encuadres y lo que él mismo denominó “el instante decisivo” para oprimir el obturador, Bresson creó una obra que hoy tal vez no sepamos bien de qué manera mirar: si como producto artístico, o como testimonio periodístico.


 


Cualquiera sea la forma en que se la mire, la obra de Bresson nos está hablando de una realidad que, como el mismo fotógrafo entendía, se puede transformar.