Cultura

20/1/2011|1163

INCAA TV – La “revolución cultural”

-Exclusivo de internet

La presentación del canal para el cine nacional estuvo acompañada de una pomposa declaración por parte de la Presidenta de la Nación. La calificó como “parte de una revolución cultural”, aunque para los medios afines al gobierno se trata de un parche que presentan como una “oportunidad”.

Horacio Bernárdes en Página/12 (29/12/10) advierte que “2010 presentó una vez más, una curva descendiente en la concurrencia a las películas argentinas proyectadas en salas”. Descontado el fenómeno del “Secreto de sus ojos”, la producción de cine nacional no tiene ni pantalla, ni publicidad. Los valores de las entradas registran una inflación incluso en dólares (ver informe Deisica) y la distribución y la exhibición del cine es controlada por los tanques de Hollywood.

Desde la sanción de la Ley de Cine, en 1994, que creó los fondos para el fomento de la actividad, la producción cinematográfica creció exponencialmente. Pasó de once estrenos en el ’94 a 45 en 2000 y llegó a 95 estrenos en 2010. En los ’90, como se ve, se producían medidas “revolucionarias” en cuanto al fomento de la producción. Ese crecimiento, sin embargo, fue acompañado por una concentración mayor de las salas en manos de exhibidores ligados a los ‘majors’, un descenso en la cantidad de público, y una menor asistencia aun para el cine nacional.

El fondo creado por aquella ley de cine creó, a su vez, una camarilla de directores y productoras, que fue creciendo, que se hace de los subsidios sin un mayor interés por que su obra se comunique con un público. Esto explica que el aumento incesante de producciones que no tienen una salida mercantil, siga su curso hasta precipitar la actual situación de colapso.

Pero, entre tanto, una masa de jóvenes -más de 15 mil en todo el país- se volcaron al estudio del cine con la perspectiva de convertirse en realizadores. Los Bafici y otras muestras con entradas mucho más económicas suelen demostrar el interés del público por el cine.

La “revolución cultural” de los Kirchner consiste en recortar la cantidad de películas a producirse por año y crear un canal de exhibición televisiva para el excedente acumulado sin atacar un solo interés de los monopolios de la distribución y la exhibición. Si INCAA TV es una parte de dicha revolución, suponemos que el “todo” es la Ley de Medios. Pues en ese ‘todo’, los ‘nacionales tampoco han sido capaces de imponer una cuota de exhibición del cine nacional en la totalidad de las señales (pongamos, por caso, las que tienen rating), y por eso recurren a la creación de esta señal específica.

Liliana Mazure, más moderada en sus evaluaciones que CFK, califica al proceso con más modestia, como una “reconversión”, o sea un ‘ajuste’: el fomento cinematográfico deberá financiar también a la televisión. La reglamentación del Artículo 97 de la citada ley dice textualmente que “El Instituto Nacional de Cines y Artes Audiovisuales -INCAA- deberá destinar un porcentaje no inferior al veinticinco por ciento (25%) de los fondos que se le asignan por el inciso a) del artículo 97 de la Ley N° 26.522 a los fines de la promoción de la producción de contenidos para televisión y también créditos para su producción y/o subsidios, debiendo dictar a esos efectos las resoluciones correspondientes”. Dentro del presupuesto del INCAA, el 50% se destina al fomento cinematográfico. El 25% que deberá asignar al fomento de la producción televisiva, significa un recorte del 50% a la producción cinematográfica nacional.

Sobre este nuevo fomento televisivo recae además un mayor control ideológico sobre los contenidos por parte del Estado, a partir de la creación de la figura de los “tutores” para los proyectos ganadores.

La mirada optimista sobre la “revolución cultural” es como un premio consuelo, pues recicla la producción que no tiene salida en los cines a la televisión; ésta es la ‘oportunidad’ que creen ver los aduladores. Pero el recorte del 50% sobre el fomento para la producción cinematográfica es lo que venía reclamando la derecha desde el articulista Pablo Sirven, de La Nación. En consecuencia se ha generado una crisis que presenta otro tipo de oportunidades.

Las camarillas que parasitaron durante años el presupuesto estatal hoy pretenden seguir a cargo de la “defensa del cine”, pero ni los estudiantes, ni los directores independientes, ni los actores, ni los miles de trabajadores calificados que tiene el cine argentino pueden confiar en que ellas vayan a defender el desarrollo de esta actividad, en particular en una situación comprometida.

La resolución 632, que habilitó el fomento a la producción en digital (documental), sin obligación de productoras ni antecedentes, que ya tiene una producción de más de 40 largometrajes al año, ha significado un principio de democratización de los fondos del INCAA. Como ella fue arrancada por la lucha de los realizadores, desde el Ojo Obrero proponemos ampliar esta metodología al resto de las producciones cinematográficas.

La crisis de la distribución y la exhibición no se resuelve con el recorte de la producción. Estamos frente a la oportunidad para desarrollar un debate que impulse la nacionalización la distribución y la exhibición del cine – hoy en manos de los monopolios de Hollywood. A partir de aquí se podrá abaratar las entradas. Esto plantea aumentar, no reducir, el presupuesto destinado al cine nacional, y encarar un presupuesto para las producciones televisivas – naturalmente, sin “tutores” ideológicos. Debe modificarse la ley de cine y eliminarse el “finish en 35 milímetros”, prescindiendo de esta forma del monopolio Cinecolor. Debe obligarse a las salas existentes a una reconversión a la proyección en digital bajo estándares de calidad. Hay que eliminar las cooperativas truchas y el fraude laboral en las producciones, se deben cumplir los sueldos y condiciones laborales establecidas en los convenios colectivos y se deben recalcular los montos de subsidios y créditos en función de estas modificaciones.

La lucha por una cinematografía nacional es, probablemente, una de las que lleva al enfrentamiento más duro con el imperialismo yanqui -que hasta ahora le ha ganado a todos los Estados (incluidos los imperialistas) la guerra comercial por el control de la difusión audio visual. Esto plantea la necesidad de un acuerdo político continental -la conquista del gigantesco espacio cultural de América Latina. Es una tarea que no podrán llevar adelante las putrefactas burguesías nacionales; así que, realizadores y estudiantes, es hora de arremangarse y lanzar una gran campaña, junto a los obreros y los campesinos.