Cultura

25/3/2010|1121

Kathleen Bigelow

Vivir al límite -un film dirigido por Kathleen Bigelow que refleja la labor de un grupo de soldados estadounidenses que reviste tareas durante la ocupación de Irak y se especializa en desactivar las bombas de la resistencia- ganó el Oscar a la mejor película. La otra favorita era Avatar, dirigida por James Cameron, cuyo argumento de ciencia ficción muestra una invasión imperialista en un planeta rico en minerales que tiene como objetivo saquear un valioso mineral (la película hace que los marines estadounidenses queden muy mal parados).

La cinta ganadora -que no realiza mayores consideraciones políticas ni las manifiesta de un modo explícito- se centra en la vida cotidiana de este pelotón de soldados y establece una crítica a la guerra en sí misma: la tensión que genera el desactivar los explosivos genera al protagonista una adicción adrenalínica que le impide vivir su propia vida alejado del área de combate. Sin embargo, la película denuncia la ocupación a través de la hostilidad que la población iraquí muestra hacia los soldados estadounidenses: los niños les tiran piedras, las miradas que les dirigen son de odio, se intenta secuestrar a uno de ellos (las escenas sugieren que aún falta filmarse una La batalla de Argel cuyo centro sea la guerra imperialista en Irak). Para algunos críticos, Avatar muestra a los norteamericanos como quisieran ser (y señala una historia feliz para calmar sus conciencias), mientras que Vivir al límite muestra a los norteamericanos tal como realmente son: es una película incómoda.

La directora, Kathleen Bigelow (ex esposa de Cameron, ambos nominados para el galardón que premia a la industria hollywoodense), es una “radical” neoyorquina: semióloga y especialista en Lacan, expresa lo que piensa el progresismo yanqui. Y, sobre todo, expresa sus límites. Al recibir la estatuilla, Bigelow dedicó el premio “a todos aquellos que están arriesgando su vida y sólo deseo que regresen a salvo a su casa”. Más explícito fue el productor al dedicarla a los soldados en Afganistán e Irak sin realizar la menor crítica a una guerra vergonzosa.
Durante la campaña previa a los Oscar, organizaciones de excombatientes de Irak y de miembros del Ejército habían repudiado a Bigelow por mostrar a los soldados como adictos a la adrenalina, en actitudes suicidas y pendencieras. Varios militares habían abogado por un repudio activo al film y un boicot a la ceremonia de los Oscar. Bigelow, que en el pasado filmó K19 -en la que espías soviéticos se convierten en héroes frente a sus pares norteamericanos- demostró, con esa dedicatoria acrítica, que el progresismo estadounidense es endeble como todo su discurso: ante la primera reacción de la derecha, la directora retrocedió en chancletas.