Cultura

29/10/2015|1387

La “Menesunda”, según Marta Minujín: elogio del espectador


“La Menesunda” se instaló entre mayo y junio de 1965 en el recordado Instituto Di Tella, columna vertebral de la vanguardia artística argentina de la segunda mitad del siglo XX. La muestra, impulsada por la artista Marta Minujín y Rubén Santantonín, estaba enmarcada en pleno ascenso del arte conceptual, un movimiento artístico que reforzó el quiebre de las bases del arte ‘tradicional' -que, a su vez, tomaba como herencia al dadaísmo y surrealismo, que dominaron el periodo de entreguerras- y puso en primer plano la pregunta sobre qué es el arte.


Medio siglo después, “La Menesunda” vuelve a instalarse, como reproducción exacta, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba). El trayecto dura unos diez o quince minutos y tiene diferentes etapas. La primera coloca al espectador ante siete televisores; cinco muestran noticieros de 1965 y dos reproducen la imagen de quien está mirando, volviéndolo parte la obra.


Este concepto -el ser parte de la obra- caracteriza a “La Menesunda”, que fue visitada por más de 1.200 personas sólo en los primeros tres días. El circuito apunta a quebrar la intimidad: en una especie de casa donde lo privado se vuelve público. En la segunda etapa del trayecto, el espectador se encuentra con una pareja en una cama. Luego dos chicas le dan a elegir al visitante entre maquillarlo y hacerle masajes, o espiar por una mirilla. Otra vez se apela al empoderamiento del espectador. Es decir, a tomarlo como sujeto activo, crítico.


El concepto de un espectador activo dominó el arte de la posguerra con la llegada de las performances, los happenings y las instalaciones. Jacques Rancière, en su libro “El espectador emancipado”, llama al espectador a afirmar su mirada y ser consciente de su rol activo, ya que, como señala aquel apotegma, “cuanto más se contempla, menos se es”. Así, se planteó borrar las fronteras entre aquellos que actúan y aquellos que miran.


“La Menesunda”, en 400 metros, interroga en un modo laberíntico y con multiestímulos al visitante: habitaciones con frío; televisores que proyectan películas de Ingmar Bergman; cuartos de terciopelo; una cabina espejada y giratoria; luces de neón; espacios cúbicos, triangulares y circulares, etc. Como dijo Minujín: “La obra, en 1965, fue una experiencia de ruptura respecto a los lenguajes visuales de la década: ‘Era una provocación; su objetivo, sacar a la gente del estupor de la vida cotidiana y obligarla a enfrentarse a esa cotidianeidad representada por objetos en extremo familiares, para abrir nuevas lecturas'”.


El arte conceptual se desarrolla en medio de fuertes movimientos políticos: Alemania del Este, 1953; Hungría, 1956; Cuba, 1959; París, 1968; Praga, 1968, etc. Es decir que nace sobre un contexto (discurso) social determinado, pero no como reflejo pasivo de él, sino como refracción: construyendo activamente un lenguaje propio y único en el arte. El arte empezó a poner el cuerpo.


Ese modelo artístico, cincuenta años después, sigue reproduciéndose: hoy se recuperan y se multiplican obras de aquellos años (“La Mesenunda” es sólo un caso), incluso en los espacios más legitimados del arte como son las bienales. ¿Por qué continúa firme este modelo artístico tras medio siglo? Estas nuevas expresiones deben ser entendidas como una reacción ante la crisis general. La crisis -interpretada aquí como períodos de fuerte intensidad política y cultural- impone el regreso de las vanguardias, pero no a falta de algo nuevo, sino como resignificación de aquellos años. Renacen con un sentido nuevo.


La idea de recrear esta muestra dialoga con el concepto de que el arte está en el espectador y no en el autor (en sintonía con aquellas corrientes del siglo XX que planteaban “la muerte del autor” y el nacimiento del lector como el que otorga el sentido). Así, “La Menesunda” construye hoy -en la dinámica política y cultural del siglo XXI- un nuevo lector. La obra es un elogio del espectador.


La exposición se puede visitar de martes a domingos -y feriados- de 12 a 18 horas. Entrada general: 20 pesos. Los martes, gratis.