Cultura

1/8/2013|1279

Leon ferrari (1920-2013): El artista y sus luchas

Frente de Artistas

León Ferrari era el artista vivo más relevante de nuestro país. Su dolorosa muerte nos permite, más allá del sentido homenaje, recorrer la obra de esta persona excepcional, que atravesó siete décadas del arte argentino e internacional con un objetivo constante: intervenir crítica y creativamente en la realidad.


Hace ya casi diez años, en 2004, con motivo de la exposición retrospectiva de Ferrari en el Centro Cultural Recoleta, publicábamos en Prensa Obrera una larga nota en la que analizábamos no sólo la obra del artista, sino también la compleja interacción que ésta establecía con el público y, particularmente, con los grupos de poder. Es que el arte crítico, en todas sus manifestaciones, no acaba en la obra como objeto sino que cobra real significado en el terreno de lo público, en sus efectos. Y en la producción de Ferrari esa significación política, social, era esencial. Con motivo de una muestra anterior a la de Recoleta, que incluso había sufrido atentados de organizaciones de la derecha católica, Ferrari señaló, con humor: "En este caso, por ejemplo, era mejor el espectáculo de la gente afuera que lo que pasaba adentro… Hicieron una misa en la puerta (…) y rezaban el rosario, con carteles y figuras religiosas. Hasta me tiraron una granada de gas lacrimógeno. Con la reacción del público las obras se vuelven una verdadera intervención".


No toda la producción de Ferrari tiene una intención política, pero sus búsquedas estéticas fueron, por sí mismas, inquietantes y transformadoras. Incluso vale aclarar que el "mensaje" de sus producciones siempre estuvo sostenido por una acción artística genuina, potente, en el sentido de que nunca dejó de utilizar formas inusuales, sorprendentes, desacomodantes y provocativas para expresar sus convicciones. Y he aquí un gran mérito como artista: no haberse dejado atrapar por la visión estereotipada (estalinista, podría decirse) del arte político, para la cual la expresión artística sólo debe ser una mera ilustración, un vehículo eficiente y vistoso para un contenido lineal, libre de contradicciones, sin lugar para la duda y, en el fondo, sin espacio para la generación de pensamiento.


El Cristo crucificado en un cazabombardero yanqui -su icónica escultura titulada "La civilización occidental y cristiana"- es otro ejemplo de una obra provocadora que no se agota en ese gesto, sino que lo trasciende y le da perspectiva, poniendo al espectador ante la posibilidad de una reflexión real, abierta, a la vez que ante una propuesta políticamente definida: esa obra fue realizada en 1965 para una muestra contra la invasión norteamericana a Vietnam.


Vale la pena realizar un breve recorrido de la evolución artística de León Ferrari, que comenzó en los '50, de manera autodidacta, incursionando en diversas técnicas y materiales, sin llegar a definirse ni como pintor, ni como escultor, ni como "performer" (una actitud de vanguardia que le dejó abiertos los límites del arte, y que lo distinguió entre sus colegas de esa época). Pronto se concentró en propuestas de carácter político, y es así que la década de los '60 lo encuentra volcado casi exclusivamente a la participación en muestras colectivas como Homenaje a Vietnam (1966), Homenaje al Che (1967), Tucumán Arde (1968) y Malvenido Rockefeller (1969), y también en exposiciones grupales que peleaban por un espacio significativo para el arte comprometido o anti-snob durante los primeros '70. Hasta el golpe del '76 integró el Foro por los Derechos Humanos y el Movimiento contra la Represión y la Tortura, y luego se exilió en Brasil. Su hijo Ariel fue secuestrado, y permanece desaparecido; el fuerte compromiso de Ferrari con los organismos de derechos humanos, durante la dictadura y después, se potencia a partir de ese hecho.


En el exilio continuó con sus innovadoras propuestas, siempre ignorando los límites de las diversas disciplinas; por ejemplo, creando música a partir de esculturas metálicas. También retomó un tema que había explorado ya tiempo atrás: el desenmascaramiento de la religión, puntualmente la cristiana, como fuente de desgracias para la humanidad. En sus críticas a la idea de infierno con la que la Biblia ha perseguido y aterrorizado a fieles e infieles, Ferrari pone de relieve la clara tendencia de la Iglesia a "anticipar el infierno" en esta vida terrenal, otrora quemando vivos a los opositores del régimen cristiano, o participando plenamente del genocidio indígena en América, o (más recientemente) convalidando la tortura y el asesinato de militantes políticos y sociales, en nuestro país y en otros lugares del mundo. Básicamente, actuando contra la libertad de pensamiento y acción de los seres humanos ajenos al poder.


Cuando en 2004, el entonces cardenal Jorge Bergoglio exigió (y logró, en primera instancia) la clausura de la exposición de Ferrari en el Centro Cultural Recoleta, no sólo actuaba en nombre de su Iglesia, fuertemente cuestionada en diversas obras por su papel criminal en las diversas etapas de la historia, sino también en defensa de sus socios de la "civilización occidental y cristiana".


En ese momento, una intensa movilización de artistas y público en general (en la que el PO tuvo una participación muy activa) logró quebrar la censura que el actual Papa Francisco promovía con un encarnizamiento feroz. Y aunque los centroizquierdistas de entonces (particularmente el secretario de Cultura, Gustavo López, hoy subsecretario general de la Presidencia) cedieron parcialmente a la censura, adelantando un mes el cierre de la muestra, la reapertura fue una significativa victoria de la movilización.


En aquellos mismos días agitados, León Ferrari prestó una serie de obras para que fueran expuestas en el Picnic del Partido Obrero, como reconocimiento al compromiso de nuestros militantes con esa lucha. Y poco antes incluso había participado en la curaduría de la exposición de Maxi Kosteki ("El artista que no dejaron ser"), organizada por LuchArte (artistas del PO) en la fábrica recuperada Grisinópoli. Hoy, los militantes que montaron la muestra junto al "viejo" recuerdan con emoción esos momentos: la visión del artista, su compromiso con la obra del compañero asesinado, su calidez.


Murió León Ferrari. En el Vaticano festejan. Nosotros, como artistas y como militantes, seguimos con su lucha, contra todos los infiernos.