Cultura

5/5/2015|1362

“Los hombres vuelven al monte” o lo político encarnado


Pareciera que con la designación de algunos hechos traumáticos como “tema” llegase su peor estadio de elaboración o su repetición esclerótica sin trámite posible para el dolor que portan dichos hechos. Hablo de hechos sociales. Algunas conciencias se relajan en dar espacio a la traumático como “tema”, entonces lo improcesable no emerge con su fuerza disruptiva, se lo domestica y saca a relucir, se lo desempolva como enunciado coagulado.


 


El periodismo, las campañas de algún organismo oficial, el arte… dejan asomar el horror como “tema”. La operación que tematiza resta el cuerpo en su procedimiento. Es por eso que “Los hombres vuelven al monte” no trabaja sobre el “tema” de Malvinas, lo encarna, le devuelve su carne postergada, lacerada, mutilada, herida de olvido en tanto carne viva del tejido social.


 


En la obra de Fabián Díaz no existe el pasado: Malvinas sigue sucediendo en los cuerpos/secuela, en los cuerpos/memoria. Nada se ilustra, nada se representa, se asiste a lo que un cuerpo puede cuando despliega su potencia en red con otros cuerpos: el cuerpo inacabado de la literatura, el cuerpo inasible de la luz, el cuerpo rítmico de la escenografía y el vestuario que danza, el cuerpo espacial de la música. Todos esos cuerpos afectando y dejándose afectar por el cuerpo visceral, óseo, emocional, perforado de Iván Moschner , aquí el actor, el hierofante. Pareciera que todos estos cuerpos se tornan complementarios en la renuncia franca a su totalidad. En abstención de cualquier totalitarismo estetizante. 


 


Malvinas entonces tiene una especificidad al tiempo que comparte el espacio con todos los flagelos que nos determinan, en la obra la guerra se resiste a ser un recuerdo. Este colectivo artístico parece decirnos, ¿acaso acabó la guerra? Luego nos alojan en la guerra de todos los personajes, de los que fueron y de los que no fueron a Malvinas. La conciencia de estar todos en guerra, lejos de victimizarnos, nos ayuda a situar la cantidad de circunstancias invisibilizadas que nos constituyen, que son base de la propia tragedia y que, no obstante, sistemáticas acciones cotidianas tienden a diluir, a ocultar en múltiples simulacros de bienestar.


 


Cuando el teatro hace política de esta manera no necesita apoyarse en frases grandilocuentes, no necesita mostrarnos sus conclusiones respecto de un tema porque a diferencia de la banalidad estática de muchos actos políticos aquí asistimos a la transformación como medio y meta. En esta producción de obra la transformación no es un relato ni una promesa. Hay unos que esta noche se transforman frente a otros que son transformados con sus acciones y esto no es magia… o bien, si se quiere, la magia es la consecuencia de un alto grado de implicación, de compromiso. Una obra militante sería entonces toda obra que lejos de cualquier didactismo prefiere convidar una afirmación mientras muta en ella, la materializa, la hace lenguaje.


 


Tal vez no sea una obra popular en ese lugar donde lo popular necesita sacrificar lo singular para ser aceptado por un grupo numeroso… De lo que estoy convencido es que es una obra que puede ver todo el mundo porque como las obras más nobles tiene múltiples vías de acceso… si hasta se da el lujo de asesinar a la solemnidad en la exquisitez de un humor que todo el tiempo puede convertirse en su contrario y, posiblemente, allí radica la contundencia de su efecto.


 


Esto es sólo una parte de todo lo que es “Los hombres vuelven al monte”. No soy un crítico, soy un artista que supo todo esto que aquí expresa antes de terminar de ver un ensayo de este impresionante trabajo. Claro que por entonces sólo estaba muy conmocionado, hoy le sumo estas palabras que con suerte tal vez usted haya leído hasta el final. Ojalá así sea y, claramente, no por mí: esta no es más que una invitación a que usted vea qué le pasa, algo le pasará seguro y eso no está sucediendo con tanta frecuencia.


 


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“Los hombres vuelven al monte”, de y dirigida por Fabián Díaz con la actuación de Iván Moschner se presenta los viernes a las 21:30, en Apacheta, Pasco 623.


 


 


• Guillermo Cacace es director de teatro y un prestigioso artista. Multipremiado, sus obras son muy valoradas. Es docente en la UNA (antiguo Iuna), donde da cátedra de Actuación, como así también en instituciones internacionales de donde es requerido regularmente para desarrollar su trabajo.