Cultura

11/8/2016

Los Juegos Olímpicos, Ciudad de Dios y la militarización


Cuando ya era todo lágrimas y abrazos, la judoca brasilera Rafaela Silva, de 24 años, debió haber caído que acababa de conquistar, el lunes 8 de agosto, el primer oro para Brasil en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Tres años atrás se había convertido en la primera mujer de su país en ganar un título mundial de judo. Pero su historia, más allá de lo deportivo, traza un panorama concreto sobre las opresivas condiciones de vida y de salida de las favelas.


 


Rafaela Silva se crió en Cidade de Deus (Ciudad de Dios), la favela conocida en todo el mundo por la notable película de Fernando Meirelles. Rafaela, contó, no tenía ni siquiera kimono para entrenar. “Entonces mi profesor —recordó en una entrevista— me dio uno que me quedaba grande, pero era el que tenía; ganaba todas las competiciones, pero mi familia no tenía dinero para pagarme los pasajes para que yo pudiera ir a competir”.


 


Resumió: “Nací en una comunidad que no me permitía plantearme muchos objetivos en la vida. Soy de Ciudad de Dios (…). Creo que en mi barrio deben estar festejando mis familiares, que no tenían dinero para comprar entradas para estar aquí". Una imagen de la agencia AFP, que ilustra este artículo, enuncia esa exclusión: niños y jóvenes miran a lo lejos, desde la casilla de una favela en Río, la postal de los fuegos artificiales en el Maracaná, durante la inauguración de los Juegos. Son los condenados de la tierra.


 


Pero la vida de Rafaela Silva —que ha denunciado el racismo que sufrió por ser negra— refleja también otra realidad. Ella es militar: participa en el programa de Atletas de Alto Rendimiento del Ministerio de Defensa (AFP, 08/08). Y no es la excepción, sino la regla: los 14 integrantes del equipo de Judo de ese país, siete hombres y siete mujeres, vienen del Ejército. Aún más: hay, en total, 129 militares en el equipo olímpico brasilero, casi un tercio del total de la delegación (El Mundo, 03/08).


 


“Muchos de ellos son deportistas que vieron en la carrera militar la única forma de financiar su formación deportiva”, explica el artículo del diario español El Mundo. Y da números sobre la inversión de las Fuerzas Armadas en el olimpismo: Brasil, ahora, bate un récord de participación militar, que en los Juegos de Londres 2012 había sido de un 19,1% del total de la delegación, muy superior al 1% de Pekín 2008.


 


Fue en 2008 que las Fuerzas Armadas de Brasil empezaron a invertir en el deporte olímpico. Para ello crearon el programa de Alto Rendimiento del que participa Rafaela Silva, basándose en las experiencias de países como Alemania, China o Rusia. “Los atletas se inscriben en las becas militares para recibir un sueldo promedio de unos 850 euros al mes (…). No se alistan por vocación, sino por razones económicas. Cada año, Defensa gasta casi 5.000 millones de euros con los deportistas olímpicos” (Ídem anterior).


 


Son las mismas fuerzas represivas denunciadas por armar “escuadrones de la muerte”. Desde 2007 -cuando Brasil fue elegido como anfitrión de la Copa del Mundo- hasta 2012, la policía en Río de Janeiro mató un promedio de 885 personas por año. "Comenzaron a haber en las ciudades grupos de exterminio, disparando a los niños durmiendo en la calle. Niños y adultos también. Lo hacían para propagar una señal de terror, para que esas personas dejen las calles", se denunció en aquel momento (Prensa Obrera, 26/06/14). Los escuadrones estaban integrados por “seguridad pública, policías o militares”.


 


Los Juegos Olímpicos determinaron una fuerte militizarización de Río bajo el pretexto de la amenaza del Estado Islámico y un posible ataque terrorista. Más de 41.000 soldados fueron asignados a la seguridad, junto a miles de policías y agentes de seguridad privada, que totalizaban 85 mil efectivos (PO, 23/07). Es un fortalecimiento del aparato de seguridad —una línea de continuidad de la ley antiterrorista aprobada en marzo por la depuesta Dilma Rousseff— al servicio de la represión interna de trabajadores y estudiantes en medio de las protestas.


 


El Mundial y los JJ.OO., por otra parte, generaron un proceso especulativo del precio de la tierra y de expulsión de los sectores más pobres del proletariado. Este negociado de los Juegos fue iniciado por Rousseff y seguido por el presidente golpista Michael Temer, centro de un fuerte rechazo popular al ser silbado cuando habló en la apertura de los Juegos. Temer ejecuta un ajuste económico brutal contra los explotados brasileños.


 


La incursión de las fuerzas represivas —ante la imposibilidad del deportista de financiarse el entrenamiento—define una política de cooptación y penetración sobre la juventud en general, en tiempos de fuertes luchas, por parte de los organizadores y cómplices del crimen organizado y el narcotráfico.


 


Escribió el semiólogo y filósofo francés Roland Barthes que una fotografía es siempre invisible, en tanto no es ella la que vemos: en la imagen de los niños en la favela, que imaginan lo que pasa dentro del Maracaná, lo que se ve es la desigualdad, los días del capitalismo: actúa como denuncia —en términos de Barthes— en su expresión infatigable.