Cultura

19/5/2005|900

Los turbulentos cielos de la burguesía

Whisky Romeo Zulu, de Enrique Piñeyro


¿Es posible realizar cine político y sumar la adhesión del público y la crítica, a la vez que contar una buena historia y realizar una interesante producción? El estreno de la película Whisky Romeo Zulú parece dar una respuesta afirmativa a estos interrogantes. El film, una especie de thriller aeronáutico, es una denuncia implacable de la burguesía nacional, aquella clase que, al final de la película, es designada por Bernardo Neustadt como “el empresariado pionero”.


 


WRZ eran las siglas que designaban al avión de Lapa que se estrelló, en 1999, en el Aeroparque Metropolitano, provocando la muerte de su tripulación y más de sesenta pasajeros. Las llamas que lo envolvieron todo y la muerte en masa quisieron ser endilgadas a la imprudencia de un trabajador. La trama desmenuza esta mentira para demostrar que los únicos culpables de la tragedia fueron los empresarios: el accidente de Lapa es un antecedente directo de Ibarra, Chabán y Cromañón.


 


Enrique Piñeyro, director de la película, actúa y hace de sí mismo. Como piloto de Lapa, Piñeyro fue testigo de la desidia patronal que no dudó en propiciar la flexibilidad laboral de modo salvaje y hacer la vista gorda ante el deterioro de los aviones, violando cualquier regulación técnica. En pos de su beneficio, Deutsch, el dueño de Lapa, no otorgaba vacaciones a sus trabajadores hasta durante seis años seguidos; dejaba despegar aviones sin matafuegos y con graves elementos de inseguridad; prefirió pagar seguros de vida de menor costo que el mantenimiento. La Fuerza Aérea (es decir, el gobierno), que controla los aeropuertos, nunca puso trabas a sus acciones. La cinta señala el modo en que el empresariado explota, exprime y mata hasta a sus empleados mejor pagos, como es el caso de los pilotos de aviación. También muestra cómo el viejo argumento patronal dirigido a los trabajadores, ‘hay que ponerle el hombro a la empresa’, es en realidad una excusa para inducir a la calma obrera que permite la superexplotación. Lapa obligaba a sus trabajadores a volar aunque sonasen las alarmas. ‘Nadie muere en la víspera’ era el lema. Hasta que 66 murieron.


 


Whisky Romeo Zulú plantea la precariedad laboral y el afán de beneficios que vuelve a la burguesía en una clase asesina, pero no brinda una salida política explícita al conflicto. Uno de los personajes llega a decir que eso “no pasaría en un país serio” —olvidando las tragedias capitalistas que se suceden cotidianamente, incluso en los países imperialistas. Pese a ello, las escenas finales que presentan al coro de políticos patronales (Menem, De la Rúa, miembros de la Fuerza Aérea, Neustadt) minimizando el carácter del “accidente” de la Costanera son elocuentes. El espectador contemporáneo de la película, que conoce la lucha de los trabajadores aeronáuticos por la mantención de la fuente laboral en Lafsa y sabe de las implicancias del gobierno K en el escándalo de Southern Winds, podrá sacar la conclusión necesaria: que a este régimen, que hace agua por los cuatro costados, hay que hundirlo y hay que crear entonces uno nuevo, antes que nos hunda a los trabajadores en la muerte o en la miseria.