Cultura

13/12/2012|1252

“Mátalos suavemente”

El film de Andrew Dominik (quien ya se había destacado por The Assassination of Jesse James) comienza con una toma que parece sacada de un ambiente post apocalíptico. Un hombre avanza por una calle desolada, llena de basura y viento. Mientras observamos este mundo sucio y abandonado, imposible de habitar, escuchamos un discurso lleno de promesas de Obama. No nos encontramos en el futuro, sino en el pasado: “Mátalos suavemente” transcurre durante la campaña electoral norteamericana de 2008. La genialidad de la película reside en que contrasta las promesas de demócratas y republicanos en época de elecciones con las trampas y matanzas del mundo mafioso. En el film, la crítica a la política norteamericana está contextualizada en un momento muy particular. En 2008, los políticos norteamericanos tuvieron que hacer su campaña electoral en medio de la quiebra financiera, del comienzo de rescate de esa banca y de toda una batería de medidas antipopulares. En el film, el relato de esa crisis histórica es seguido paso a paso, al mismo tiempo que seguimos las desventuras de diferentes grupos de gángsters.


En la película, la cúpula mafiosa de una ciudad (una organización colectiva, anónima, burocrática, también en crisis financiera) decide eliminar a sus miembros más ‘deshonestos’ y para eso contrata a un asesino. Es conocida la célebre frase de una famosa película de Renoir: ‘La peor cosa de la vida es esto: todos tienen sus razones’. En este film, todos los personajes tienen sus razones y excusas para sus crímenes y traiciones. El espectador las comprende -lo que, obviamente, no es lo mismo que justificar. En el juego donde están metidos, el valor supremo es hacer dinero para sobrevivir, drogarse o para hacer más dinero. Los seres del mundo creado por Dominik son sucios, feos y malos, pero también engranajes necesarios de una sociedad determinada. Nunca actores como Brad Pitt o Ray Liotta estuvieron tan poco glamorosos. Sus rostros, curtidos y tajeados son las caras de un mundo violento y sin salida. Del humor negro no se desprenden disquisiciones pseudofilosóficas -como en Siete psicópatas, estrenada recientemente-, sino que habla de seres que están al límite y sin futuro.


Mátalos suavemente es un retrato de la decadencia de una sociedad en su momento de mayor derrumbe, mayor hipocresía y, al mismo tiempo, de mayor verdad. El submundo lumpen suele revelar, con su brutalidad, lo que la moral pública y privada esconde. No nos pone frente a discursos, sino frente a actos extremos de sobrevivencia y salvataje, como los que los dirigentes políticos yanquis aplicaron y aplican para salvar a su régimen. En el final de la película, que concluye la noche en que Obama se proclama vencedor, un personaje lo dice así: “Estados Unidos no es un país: es un negocio. Ahora, págame”.