Cultura

26/2/2015|1352

Pasado y presente en “Selma”


En los últimos años, Hollywood viene realizando una serie de producciones históricas sobre la llamada “cuestión negra”, abarcando desde la esclavitud (Lincoln, Django sin cadenas y 12 años de esclavitud) hasta la lucha por los derechos civiles (Criadas y señoras y El mayordomo). Ubicada entre estas últimas, Selma (dirigida por Ava DuVerney, Estados Unidos, 2014) narra la lucha desencadenada en la ciudad del estado sureño de Alabama, entre 1963 y 1965, para poder votar el rol jugado en ella por el reverendo Martin Luther King.


 


Al igual que en muchos lugares del sur norteamericano, en Selma, los negros eran mayoría, pero sólo el 1% de ellos estaban registrados para votar. Sumando la policía, con fuertes lazos con el Ku Klux Klan, todos los poderes se encontraban en manos de los blancos, que establecían un estado de terror. Cuatro mil negros fueron linchados en el sur entre 1877 y 1950. Estos crímenes en su inmensa mayoría quedaron impunes (WSWS, 17/2). A primera vista, el largometraje no trasciende más allá del manual escolar, pero a partir del asesinato a manos de la policía del joven Jimmie Lee Jackson, el film cobra intensidad y emoción. Pasa a un primer plano el héroe colectivo y la organización de una movilización de 70 kilómetros hacia la capital del estado.


 


Un aspecto central son los debates entre King y Lyndon Johnson. Es clarificadora la escena en que el FBI propone asesinar a King, pero el ex presidente norteamericano se opone al afirmar que si lo hacen el movimiento puede quedar en manos de militantes radicalizados como Malcom X. Cada paso de King y los suyos son espiados por el FBI. El film no señala que tanto King, Johnson y Wallace (gobernador ultraderechista de Alabama) orbitaban alrededor del Partido Demócrata.


 


Las disensiones al interior del movimiento negro son mostradas de forma esquemática: vemos un Malcom X arrepentido y un debate superficial entre militantes jóvenes. Además de impresionante orador, King está retratado como un hábil estratega: sabe avanzar, retroceder, negociar y amenazar. El tema de la “no violencia” aparece más como una cuestión pragmática que de principios. “¿Con qué armas nos vamos a vengar? Si matamos a dos policías, nos matan diez de los nuestros”, dice un lugarteniente del reverendo (recordemos que King apoyó la lucha del pueblo vietnamita).


 


La trampa del film es que cierra el proceso en 1965, en el marco de una importante conquista. Sin embargo, la lucha de Selma fue un episodio en un proceso de radicalización popular que sufriría graves represiones posteriores (incluyendo el asesinato de King en 1968) y encontraría su techo recién a comienzos de los setenta. A 50 años de los episodios, la situación de la mayoría de los negros y los explotados norteamericanos está muy lejos de ser una panacea e incluso se deterioró gravemente en la última década. Dejando de lado la reciente lucha de Ferguson, “la tasa de pobreza en Selma y sus alrededores es hoy de casi el 37%, con 60% de los niños viviendo debajo de la línea de pobreza. Los históricos sacrificios realizados para ganar el derecho a votar terminaron con una abstención record en unas elecciones 50 años después” (WSWS, 20/1).


 


El propio King señaló las limitaciones de estas conquistas en 1966 (“los cambios que se produjeron fueron en la superficie, no sustantivos”). Agregó al año siguiente: “Algún día tenemos que preguntarnos por qué hay 40 millones de pobres en América. Cuando haces esa pregunta, estás cuestionando el sistema económico capitalista […]. Eso significa entender que los problemas de racismo, explotación económica y guerra están vinculados” (Más allá de Selma, Telesur).