Cultura

13/12/2007|1021

Premio Cervantes para Gelman

Un poeta de un siglo agitado

Juan Gelman es el poeta argentino más grande entre los que viven. A veces los premios dan cuenta de estas verdades y Gelman acaba de ganar el Cervantes, un equivalente del Nobel para la literatura en español. La inobjetable trayectoria poética de Gelman fue acompañada por una biografía rica en intervenciones políticas que lo convierten, además, en una muestra de las posibilidades del artista comprometido con sus ideas, a pesar de que su práctica haya ido, muchas veces, por fuera de los carriles de la revolución que defendía.


Gelman nació en 1930, hijo de un judío que había participado en la revolución rusa de 1905 y que abandonó definitivamente su patria, con rumbo a la Argentina, en 1928. Según explicó el propio Gelman en varias entrevistas, su padre decidió abandonar la URSS como consecuencia de la expulsión de Trotsky del Partido Comunista. Desde muy temprano se aventuró en la lectura y escritura de poemas y a los quince años comenzó a militar en la Federación Juvenil Comunista. El opresivo clima de desarrollo de las ideas y la adhesión férrea al stalinismo que se vivía en el PC provocó que, en 1963 y en medio del fervor producido por la revolución cubana, un grupo de jóvenes intelectuales, Gelman incluido, rompiera con el partido y fundara la editorial La Rosa Blindada, que publicaría textos prohibidos por desafiar el dogma staliniano.


El poeta, que al mismo tiempo comenzó a trabajar como periodista, inició su acercamiento a los grupos armados del peronismo de izquierda. En 1974 integró la dirección política de Montoneros. El golpe de Estado lo encontró en Europa, donde su organización lo había enviado como representante político. Sus hijos Nora y Marcelo y su nuera embarazada fueron secuestrados por la dictadura y continúan desaparecidos. En 1979, ante la “contraofensiva” montonera, rompe públicamente con su organización, que lo califica de “traidor” y lo condena a muerte.


Llegada la democracia, se convierte en uno de los referentes de la lucha por los desaparecidos. En 1989 rechaza los indultos de Menem, que lo tenían como beneficiario junto a los militares genocidas. Gelman dedicó, desde entonces, tiempo y energía política para encontrar a su nieta secuestrada, objetivo que pudo cumplir en el año 2000, cuando conoció a la joven que decidió recuperar los apellidos de sus padres verdaderos. Gelman formó parte de una generación con ímpetus revolucionarios que creyó que, sumergiéndose en el peronismo, podría llevar adelante una política revolucionaria.


La historia no les dio la razón. Sin embargo, no se le podría endilgar falta de coherencia ni de compromiso. En los últimos tiempos sus contratapas en Pagina 12 se ocuparon de revelar las causas económicas de la política belicista norteamericana en Medio Oriente y desnudaron el papel del sionismo en la región. Durante la invasión israelí al Líbano firmó una solicitada impulsada por intelectuales judíos oponiéndose a la política sionista, lo que le valió el repudio de cierto sector de la colectividad.


Gelman no dejó jamás de escribir y muchos de sus mejores textos tienen un potente componente político —ya su renovación formal de la poesía implica un gesto revolucionario—. La derrota es un episodio, solamente, en la historia de las masas empecinadas que buscan construir su propia historia. Algo así sucede con el impulso de escribir y con los conflictos que produce en el artista la relación entre su obra y sus elecciones políticas. Tal vez en estas cuestiones pensaba Gelman cuando escribió los siguientes versos:


“con este poema no tomarás el poder” dice


“con estos versos no harás la Revolución” dice


“ni con miles de versos harás la Revolución” dice


se sienta a la mesa y escribe