Cultura

29/6/2006|952

“Princesa peronista”

De Marcelo Pitrola


Pocas escenas, un monólogo de delicados textos y poderosos lazos vinculares le bastaron a Marcelo Pitrola para contar una historia sencilla, que participa del largo proceso de desmitificación del peronismo en curso, adelantando las formas de sus exequias.


 


La anécdota, que delata metafóricamente relaciones de poder, es diáfana: la amante de un candidato a diputado peronista es encerrada por éste en el baño del subsuelo para que no participe (enturbiándola) de la fiesta de lanzamiento de su candidatura a posiciones nacionales, cena que se realiza en el piso de arriba. A esta amante la llaman “princesa” porque es hija de quien fuera reina peronista elegida en festejos sindicales de bonanzas de épocas anteriores.


 


La novedad de la obra estriba en que, sin desdeñar el modelo de las escenas clásicas del drama, con una estructura contemporánea, hace del peronismo un tema cotidiano caminando en la obscenidad de su descomposición. El peronismo como un espacio político de los trabajadores es desnudado como un pozo de contubernios de intereses personales, individuales, de ascenso social, por vías de sometimiento primitivas, y pone en palabras públicas lo que la población, incluso peronista, ha sostenido por lo bajo durante las últimas décadas.


 


La palabra “maxikiosko” enlaza el pasado del origen de la obra con nuestro tiempo, obligando a pensar en las princesas peronistas actuales, nuestra primera dama y sus carteras de “vuitón” y la segunda dama vendiendo perfumes de prestado en programas televisivos, princesas complementarias al varón que las reserva en segundo plano como castigo o reserva para futuras necesidades.


 


Es un texto que necesariamente deberá sostenerse en la actuación de los actores. En teatro hay un camino entre la obra escrita y su puesta en pie en un escenario. Allí el director de la obra no encontró el rumbo adecuado para orientar a su equipo. El actor Eduardo Peralta le presta oficio, sutileza y precisión a la composición de su Titi, el guarda de seguridad del diputado, carcelero de la princesa. Pero la exactitud del trabajo de uno de los dos personajes soporte no alcanza para sostener el todo. La actriz intenta sostener el protagonismo de su princesa desde formas y arrebatos emocionales como fin en sí mismos -para atrapar al espectador-, cuestión que hace moroso el avance de los textos hacia su objetivo y fragmenta innecesariamente la unidad de la princesita.


 


El teatro contemporáneo es necesariamente un teatro de élites y vanguardias que lo sostienen con convicción. La obra de Pitrola ganó un importante certamen que la impulsará hacia su edición en papel. Empezará entonces su derrotero de literatura dramática, recorrerá geografías, nuevos públicos, haciéndose prueba testigo en el movimiento de la historia.