Cultura

26/3/2015|1356

Radiografía de un sistema


El patrón: radiografía de un crimen, dirigida por Sebastián Schindler (Argentina/Venezuela, 2014), narra la historia de Hermógenes Saldívar, un hachero santiagueño que llega a la ciudad y consigue trabajo en una de las carnicerías del señor Latuada. Viviendo junto a su esposa Gladys en una piecita en el fondo del negocio, Saldívar es salvajemente estafado y explotado por Latuada a lo largo de los años. La tensión entre el trabajador y su patrón se agudiza cuando Latuada, en uno de sus arranques misóginos, echa a Gladys (que está embarazada) de la carnicería, es decir, de su casa.


 


La película se basa en el libro homónimo del criminólogo Elías Neuman, quien representó al verdadero Hermógenes en los años ’80. Neuman, fallecido hace cuatro años, fundó en la universidad una cátedra de Victimología, que analizaba los casos desde el lado de las víctimas.


 


Para él, “los graduados (de Derecho) ni siquiera saben cómo hablar con los cientos de miles de personas excluidas. En el fondo es un problema de clase” (Página/12, 9/4/11). En el epílogo del texto (que se puede leer online en http://www.vivilibros.com/excesos/10-a-02.htm), Neuman compara a Saldívar con personajes de la literatura gauchesca y concluye: “Fierro, Moreira y Carabajal se emparentan con Víctor Saldívar en el común denominador de la muerte, propia o ajena, como única salida posible a la opresión dramática de sus vidas. No parece haber otras opciones. Sólo muerte. La consigna ‘matar o morir’ se traduce en una forma de no ceder más, de interrumpir el pacto ilimitado con la adversidad y aún desafiarla”.


 


La potencia del film se revela especialmente en las escenas (viscerales, revulsivas, difíciles de ver) donde Saldívar es “entrenado” para “disfrazar” la carne a fin de que no se note su grado de putrefacción. Así, en el film se ve cómo un trabajador es obligado a vender un producto que enferma a otras familias trabajadoras y cómo esta 'labor' repercute en su conciencia.


 


Hay actuaciones muy meritorias: Luis Ziembrowski hace otro gran trabajo como Latuada; lo mismo Mónica Lairana como Gladys y Germán De Silva como “ayudante de cocina”. El que más sobresale es, indudablemente, Joaquín Furriel como Saldívar, en un impresionante trabajo de composición. Con sus palabras, sus silencios y su cuerpo, logra encarnar esa pregunta que recorre todo el largometraje: ¿cuánto puede aguantar un hombre? “En el sistema capitalista en el que vivimos se da por sentado que un ser humano tiene que explotar al otro y que todo funciona así. Y, en este caso, el desenlace termina siendo trágico porque este sistema es trágico”, señaló el actor (Clarín, 28/2).


Por su parte, el realizador afirmó: “Abrimos los diarios todos los días y, por un lado, lo que más sale son los casos de trata en prostitución tanto en la Argentina como en el mundo. Pero en la Argentina hay muchísimo, empezando por “Marita” Verón. Y también vemos talleres textiles con mano de obra esclava (…). Lamentablemente la esclavitud en el siglo XXI está más que vigente. Y no es algo exclusivo de la Argentina” (Página/12, 25/2).


 


En su alegato de apertura en el film, el abogado de Saldívar sostiene que aquí no existía una relación “empleador/empleado”, sino una “amo/esclavo”. Por un lado, esto es cierto (Latuada retenía el documento de Saldívar y lo estafaba económicamente inventándole deudas y pagándole una miseria, de este modo), pero por otro lado Saldívar era “libre” de irse, libre en el sentido capitalista de perder el trabajo y morirse él y su familia de hambre. En condiciones extremas y muy aislado, este obrero sufrió la explotación laboral y las humillaciones que impone la patronal a todos los trabajadores.