Cultura

17/11/1994|432

Razones de un asesinato con los Rolling Stones

El 15 de octubre pasado era asesinado Marcelo Fabián Maldonado, cuando se encontraba frente al estadio de River Plate a fin de comprar una entrada para el recital de los Rolling Stones.


El responsable por la llegada de los Stones y por la venta de las entradas es Daniel Grimbank. Según manifestó a diversos medios en los últimos días, el contrato que firmó con los representantes de los Stones decía que debía vender las entradas rápidamente, a fin de verificar si se podían pautar nuevas presentaciones.


En ningún momento Grimbank dijo que esa cláusula del contrato le hubiera sido impuesta. Por lo que se puede suponer que estuvo por lo menos de acuerdo, si es que no fue directamente quien la propuso.


La organización de la venta de las entradas estuvo destinada a la rápida captación del dinero. Por eso el plazo de 36 horas y el constante machaqueo por la Rock & Pop para que la gente fuera a las boleterías a pelear una entrada.


Es el dinero de quienes estuvimos en las colas de River ese fin de semana el que financió ésos y los otros dos recitales agregados. No salió del bolsillo de Grimbank, quien, como todo empresario, no arriesga sus beneficios sino que “invierte” lo que previamente les sacó a los demás.


Lo sucedido con los Stones es una versión agigantada de lo que ocurren todos los fines de semana en decenas de recitales. Los empresarios y representantes, junto con los dueños de los locales, son los grandes beneficiados económicos, mientras que el público y los músicos —salvo las “estrellas” consagradas— llevan las de perder.


El público es hacinado en lugares imposibles, en los que no se cumplen ni siquiera los requisitos mínimos en materia de seguridad. Sí, en cambio, hay seguridad (matones y patovicas) para resguardar la propiedad del dueño del local, en colaboración con la policía, que se encarga de “limpiar” las veredas de indeseables.


Los músicos, por su lado, están obligados a vender entradas, y muchas veces los caminan con la plata. Los equipos de sonido suelen ser pésimos y ni hablar de algún tipo de preocupación por la acústica.


Muchas veces, además de la entrada, hay que pagar la consumición porque es obligatoria. Y los precios son estratosféricos. Por ejemplo, una lata de cerveza a cuatro pesos.


Es hora que los jóvenes nos saquemos de encima a éstos que lucran con nuestro gusto por el rock, la música y el arte en general. Así como la organización independiente nos defiende en escuelas y facultades contra los abusos de las autoridades y el gobierno, así puede sevirnos para eliminar la lacra del negocio y hacer de los recitales —y otros eventos por el estilo— lugares masivos de encuentro donde la juventud pueda expresar sus profundas tendencias a enfrentar a un régimen que le ofrece por futuro la marginalidad y la miseria.