Cultura

4/12/2014|1343

Retrato de un genocidio cotidiano


La película encara un tema dramático, social y políticamente apremiante. La violencia contra las mujeres es, para Lerman, “un genocidio casi diario”, con un asesinato al día. Durante 2013, los femicidios dejaron 405 niños y adolescentes huérfanos, en su mayoría menores de edad (periódico Vas, noviembre de 2014). La creación de la película aporta, concentradamente, a esta denuncia.


 


La realización de la película conllevó una investigación de dos años, y Lerman y su equipo se entrevistaron con víctimas de la violencia de género. “Las historias eran tremendas. Testimonios muy íntimos de relatos de violencia, sufrimiento, escape, persecuciones, fugas. Algunas escenas que me relataban eran verdaderamente de películas de terror. En lo personal, por un lado, me conmovían esas historias, y por el otro, intentaba entender qué es lo que llevó a esas mujeres a soportar durante tanto tiempo semejante maltrato y de dónde surge tanta crueldad y tanto daño por parte de los hombre agresores”, comentó el realizador (Clarín, 12/11).


 


A diferencia de muchas películas que se centran en temas relevantes, Refugiado no renuncia a una construcción estética valiosa. El suspenso generado por la acción y los ambientes urbanos a medio iluminar y los sonidos penetrantes se combina con una reconstrucción por momentos semidocumental y una distancia respetuosa hacia las víctimas, evitando los golpes bajos. El rostro del esposo nunca se ve (sólo lo observamos de espaldas y fuera de foco) y no hay escenas de violencia en Refugiado, pero la angustia y el terror psicológico atraviesan el film. También existen algunos momentos de belleza, vinculados con los juegos infantiles y la relación madre-hijo.


 


Entre lo más destacable de Refugiado se encuentra la impresionante labor de Díaz. Molinaro, con su interpretación espontánea y caótica, también aporta lo suyo, teniendo en cuenta que la película está narrada mayormente desde el punto de vista del niño.


 


Lerman muestra la solidaridad que la situación de Laura despierta: el encargado del edificio le avisa por el portero eléctrico que su esposo está llegando; las compañeras del taller (Díaz encarna a una obrera textil) hacen una colecta para que se pueda mantener escondida sin trabajar; en el refugio, las mujeres (interpretadas por víctimas de la violencia de género en la vida real) se ayudan en el cuidado de los chicos, el lavado de la ropa y la comida.


 


Sin embargo, el espectador no termina de comprender un aspecto clave del guión: por qué Laura decide escapar del refugio, donde parecía encontrarse protegida. La explicación que la película otorga en el final resulta poco convincente y parece más inspirada en una necesidad del guión de crear desventuras (y el suspenso consiguiente) en la huida posterior que en una motivación real de la protagonista.