Cultura

7/2/2013|1256

Rockeros bonitos, edukaditos

El Estado y el Rock and Roll

Fiel a su ‘discreción’, el Indio Solari -a través de un mensaje de texto- saludó a Aníbal Fernández y a Cristina Fernández de Kirchner. “Toda mi vida acepté, a regañadientes, que la valentía era un recurso temporario de los jóvenes. Acercale a la señora Presidenta, si no implica molestarla, mi respeto por su templanza y su firme determinación juvenil. Para vos, un abrazo con buenos presagios”. Inmediatamente, los medios oficialistas levantaron la noticia como otro de los grandes triunfos del kirchnerismo en su estoica batalla cultural.


A simple vista, uno podría tomarlo como un simple posicionamiento político personal de un rockero, sólo que esta vez lo personal y el rock and roll quedaron en un segundo plano frente a un fenómeno que, día a día, se repite en nuestro bendito rock nacional: la cooptación estatal.


Quiero votar un presidente


La llamada estatización del rock no es un fenómeno exclusivo del kirchnerismo. Como primeros antecedentes, tenemos el festival pro-bélico de la solidaridad latinoamericana en la guerra de Malvinas, el cual contó con una cantidad de medios y difusión inaudita para la época, el cual terminó siendo una estafa tanto para los jóvenes, como para los conscriptos que esperaban las donaciones.


Tras el fin de la dictadura, en plena “primavera democrática” de 1984, el gobierno de Alfonsín organizó en Barrancas de Belgrano y en La Falda (Córdoba) recitales gratuitos para festejar el fin del estado de sitio. Eso, hasta que Félix Luna asumió como secretario de Cultura de la municipalidad de Buenos Aires y los suspendió, con la excusa de que “excitan mucho al público y provocan actos de violencia”.


En plena hiperinflación, el candidato por la UCR Eduardo Angeloz salió de gira proselitista con los Ratones Paranoicos, Spinetta, La Torre, ManRay, Virus, Melero, Baglietto y Los Pericos, e hizo su cierre de campaña con un acto-show en el estadio de Ferro con Charly García. A su principal contrincante, Carlos Menem, le bastó un festival en La Boca junto a Los Auténticos Decadentes y Memphis para triunfar en las elecciones presidenciales de 1989.


La tribu de tu calle, la banda de mi calle


Llegados los 90, vuelve a suceder en la juventud un fenómeno similar ocurrido en la dictadura militar: la construcción de la identidad de la juventud a través de la cultura del rock frente al ajuste menemista y la superficialidad de “la pizza con el champagne”, donde la misma se proyecta en las tribus urbanas a través de un concepto tan amplio como firme: el ‘aguante’.


Estas tribus junto al viejo circuito del under, los festivales, las discográficas independientes y fanzines, por un lado, y la convertibilidad del ‘1 a 1’, que abrió las aduana a grandes bandas de rock y a otras de culto, fueron los que nutrieron la mística de la escena rockera de los 90.


Es en este marco donde los Redondos comienzan a pisar fuerte. Los debates ‘filosóficos’ sobre el significado de las letras y la ‘militancia ricotera’ de seguir a la banda a cualquier punto del país fueron generando una cultura popular del rock en el conurbano.


Pero la muerte de Walter Bulacio marcaría un antes y un después: la negación de la banda a participar en las movilizaciones que la juventud encaró contra el gatillo fácil y las razias generaría una reticencia en su histórico público, donde -entre tanta poesía antisistema- el único mensaje claro, repetido en cada recital, que recibía, fue que “cada uno debe cuidar su culito”, una manera liberal de plantear el problema de la represión estatal hacia los jóvenes. Contradictoriamente, la exposición mediática los llevaría a la popularidad entre esa misma juventud. La transformación de los recitales de los Redondos en algo tabú fue, junto a su mística antisistema y su independencia a las grandes discográficas, lo que sedujo a muchos jóvenes.


Vencedores vencidos


Los tiempos cambiaron. La industria del arte, el fin del disco como negocio capitalista y Cromañón se encargaron que los 90 quedaran como un romántico recuerdo de ese “aguante”. Las productoras y discográficas independientes desaparecieron como cualquier cooperativa de trabajo obligada a competir con el gran capital, llevando a la autoexplotación del músico para conseguir una sala, un club para tocar o grabar un demo. Los Redondos se separaron, el under sucumbió y el “fuegos de octubre” se terminaron de extinguir en las diferentes declaraciones del Indio Solari en apoyo al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. No es que se esté impugnando a un artista por sus posicionamientos políticos en sí, sino la actitud de éste al usufructuar, en nombre de la juventud, una imagen y una mística ganada en ella en favor de un gobierno que no ha resuelto sus reivindicaciones. La precarización laboral, la liberación de zonas por parte de la policía, el gatillo fácil, la desaparición forzosa y la trata de mujeres son una realidad que choca con la imagen “piola” del ricotero Aníbal Fernández, interlocutor del famoso SMS, el mismo que reivindicó el accionar de la policía en la masacre de Puente Pueyrredón y en el asesinato de Mariano Ferreyra.


La cooptación del Rock por parte del Estado termina, así, lejos de ser la expresión de un gobierno interesado en construir canales de diálogo con los jóvenes. Nadie puede pensar que los desfiles oficiales de Ronald Reagan junto a Michael Jackson, la fotografía de Videla junto a Freddy Mercury o el pasado rockero de Tony Blair o Clinton pueden eclipsar todo los que estos personajes significaron.


De regreso a Octubre


Paralelamente a esto, otro fenómeno, aún incipiente y en crecimiento -pero prometedor-, ha sido el de las bandas que, habiendo algunas sido parte del viejo under noventoso, fueron mucho más allá de ese espíritu y se han volcado a tomar posiciones políticas y solidarizarse con las luchas populares de los últimos años, no como un fetiche estético e ideologista en sí, sino como una necesidad de los rockeros de asumir la crisis de los espacios para tocar y el apetito voraz de las mega productoras organizándose.


Con el precedente, entre otras, de organizaciones como el MUR (Músicos Unidos por el Rock), una serie de bandas comenzaron a cuestionar el sombrío escenario que Cromañón había dejado para el rock nacional.


La lucha por justicia para Mariano Ferreyra y la conformación del Frente de Izquierda fueron la génesis para que muchas bandas, inclusive varias de renombre, comenzaran a comprender esta necesidad.


Grupos y músicos como Mikel de Kapanga, Ciro Pertusi de Jauría, Cadena Perpetua, Salta la Banca, La Perra que los Parió, Dante Spinetta y, obviamente, Las Manos de Filippi, entre otras, fueron el puntapié de toda una movida para que el rock también tenga una opinión y un posicionamiento frente a las convulsiones políticas que el país vivió en los últimos años. El estudiantazo, el crimen de Mariano Ferreyra, la lucha de los Qom, la megaminería y el ajuste a los trabajadores, así como los propios reclamos gremiales de los músicos, son hoy los nuevos pretextos para que el rock nacional pueda recobrar aquella mística, aquel aguante.


Unos días antes del mensaje a Cristina, hubo otro mensaje del Indio Solari: a un sitio web llamado “Redonditos de abajo”, donde el saludaba a sus fans y daba adelantos de su próximo disco para 2013, “El delito americano”.


Una semana más tarde, el turno terminó siendo para los “Redonditos de arriba”.