Cultura

8/1/1998|571

Sensibilidad y programa

Una de las novedades de 1997, quizás, haya sido la productiva confluencia entre las realizaciones de compañeros que se vuelcan a diferentes actividades artísticas, que simpatizan o militan en el Partido Obrero, y la objetivación —dentro de la creación— de las posiciones de nuestra organización, a través de sujetos ficcionales o de los propios luchadores gestando la más grande de las creaciones: la vida misma, es decir, la lucha.


“Los Trabajadores en lucha 1997”, realización del Noticiero Obrero conformado por el Grupo Fotografía de la Base y compañeros de Imagen & Sonido, es un arduo trabajo de compaginación de imágenes testimoniales extraídas de los distintos noticieros televisivos, de aire y de cable, transmitidas a lo largo del último año.


Tras los 40 minutos que aproximadamente dura la cinta, uno concluye que una expresión artística como el documental es un arma de indudable impacto y una invalorable herramienta de educación política. El equilibrio de imágenes y mensajes es uno de los méritos del trabajo: lo visual, lo testimonial, el contenido, no se exceden unos a otros en ningún momento, por lo que el video se aleja del panfleto o del zapping histérico.


A pesar de tratarse de una ponderada compilación de escenas reales, existe un innegable vuelo de la intuición creativa, en la que se conjuga la sensibilidad social de los realizadores —el tema de los desocupados y los cortes de ruta es un leit motiv— con la comprensión política, volcada en los contrapuntos en los que aparecen las masas con sus luchas y el partido revolucionario, a través de sus tribunos, interpretando y fusionándose con esas masas.


Esta fusión está claramente plasmada y constituye otro indudable logro artístico y político del video. Hay, por ejemplo, una síntesis pedagógica y bella de cómo se debe hacer un uso revolucionario de los medios masivos de comunicación, aun en programas que son la escoria de la televisión capitalista.


Pero no sólo aparecen nuestros compañeros en la lucha verbalizada —con la dignidad de un Pablo Rieznik, diciéndole en la cara a Cacciatore que con el Partido Obrero en el poder, él y todos los genocidas van a ir presos, o de una Nora Biaggio, denunciando en el canal oficial, frente a los politicastros burgueses, la esclavitud capitalista consagrada en los planes ‘Trabajar’—, sino fundamentalmente, en tanto protagonistas y dirigentes, en las movilizaciones y la ocupación de Atlántida, los cortes de ruta, etcétera.


Los planteos de los desocupados exigiendo un seguro al parado de 500 pesos; las denuncias de las masas contra la corrupción del régimen; el testimonio de la represión de la gendarmería y las policías provinciales, y —sobre todo— el antológico diálogo entre un niño neuquino de aproximadamente diez años y el vicegobernador de esa provincia, donde aquél, con lágrimas en los ojos y angustiado por el hambre, repudia los podridos argumentos de éste para justificar el pago, a sólo una parte de los desocupados, de un miserable subsidio de 150 pesos, redondean una muy buena compaginación, en la que la descarnada realidad surge con muchísima fuerza de las imágenes seleccionadas, pero donde además la denuncia va acompañada de toda una perspectiva política: el programa del Partido Obrero.