Cultura

25/11/2017

Stranger Things 2: mejor no hablar de ciertas cosas

La nueva temporada de la serie de los Duffer Brothers, Trump y la "Real honest America".

@tomaseps

[ADVERTENCIA: ESTA NOTA ADELANTA ASPECTOS CLAVES DE LA TRAMA] 


 


El fanatismo de los Duffer Brothers, creadores de Stranger Things, por la obra de Steven Spielberg es confeso. En ocasión de la primera temporada, señalamos la afinidad entre el personaje de Jim Hopper, el policía bueno que se opone a los excesos de contraespionaje de la CIA que habían abierto el portal hacia ese “otro lado”, con el policía bueno del blockbuster dirigido por el director norteamericano en los años ’70, Tiburón, enfrentado a un alcalde que hacía primar el lucro sobre la seguridad ciudadana.


 


Lo más notorio de la segunda temporada, quizá, es que los Duffer recorrieron en un brevísimo lapso lo que la obra del director demócrata fue incorporando en lustros, que es aquella visión utópica del Estado norteamericano.


 


El medio World Socialist Web Site sostiene en su reseña de la primera tanda (12/5) que esta capturaba bien “el espíritu de la época, luego de Vietnam y el Watergate, con la mayoría de los personajes desconfiados de los agentes gubernamentales”.


 


Ahora, el espectador contemporáneo, entrenado en todo tipo de trampas, no deja de sentir un sinsabor cuando descubre que no hay trampa alguna en el nuevo científico del laboratorio de la CIA –caracterizado por aquel Paul Reiser que mantiene su simpaticón carácter de la noventera “Mad About You”–, quien viene a reparar las maldades de la anterior administración y abre las puertas a todos los buenos que quieran saber qué está pasando en la lucha contra el mal.


 


Consecuencia no menor: la amenaza soviética, cuya existencia no podía justificar la manipulación violatoria del tecnócrata de la primera, es ahora motivo suficiente para cumplir con el pedido de silencio del investigador de la segunda.


 


Home, sweet home


 


Que todo quede en casa, es la consigna. Es lo que han destacado en sus críticas de este segundo ciclo el argentino Mariano Morita (CineCuaderno, 6/11) –“lo increíble de Stranger Things, es que si bien intenta exponer constantemente el mensaje anti status quo, su constante repetición le otorga un manto de seguridad en el que todo cuestionamiento no puede exceder a los límites del pueblo de Hawkins (…) si Hawkins soluciona sus problemas internos y funciona, se regresa entonces al orden establecido” y el estadounidense Kevin Smokler (Salon, 24/10).


 


Este último contrasta a “nuestros más dotados narradores del gótico y el grotesco (Shirley Jackson, Flannery O’Connor, David Lynch)”, quienes “nos tientan con la noción ingenua de la bondad del pueblo pequeño, para correr luego las cortinas en sus prácticas crueles y en nuestra propia ingenuidad, que se sorprende con ellas”, con la mirada extremadamente idílica de los Duffer Brothers, según la cual en “los pueblos pequeños en el corazón de Estados Unidos es donde viven buenas personas sólidas y los monstruos son dos veces más horribles cuando atacan a esas personas buenas y sólidas”. En sus conclusiones, Smokler subraya un filo conservador de la serie: “Stranger Things se nutre de lo que puede estar amasándose justo afuera de los límites de lo que consideramos la ‘real honest America’” (Salon, 24/10).


 


El capítulo del viaje de Eleven, bastante criticado por los fans, no deja de ser ilustrativo de todo esto: luego de un periplo en que se reencuentra con su pasado –y en el que, de paso, se traza un juicio negativo sobre los excesos vengativos de los punks “antisistema”–, nuestra coprotagonista vuelve a casa.*


 


Como el salmón


 


No deja de ser paradójico que este segundo tramo, que tiene una de sus mayores riquezas e interés narrativos en la creciente presencia del “otro lado” del Demogorgon en la realidad cotidiana –el "demo-perro" al que alimenta Dustin, las ‘visiones’ de Will, el copamiento de este por el “Monstruo Sombra”–, tienda a oponer todavía más este “otro lado” con la colectividad humana de Hawkins, la que finalmente se une (casi) toda contra el mal.


 


Con tal separación nítida entre el “otro lado” y este, Stranger Things extrema el aspecto tranquilizador presentado en el primer ciclo. El republicano ajustador Reagan, pese a verse en esta nueva temporada cartelitos de su campaña de reelección, sigue siendo exógeno a la trama.


 


Todo lo cual no deja de llamar la atención, en un contexto en que las series norteamericanas se han inclinado crecientemente a atender los elementos de crisis de la vida social, en muchos casos con críticas explícitas o metafóricas hacia Donald Trump y en particular contra sus políticas contra mujeres e inmigrantes: allí están Star Trek Discovery, Supergirl, American Horror Story – Cult, Veep, The Handmaid’s Tale, House of Cards, The Carmichael Show –entre otras (“Las series se atrincheran contra Trump”, La Vanguardia, 18/6)


 


¡Hasta el propio elenco de la serie se pronunció contra Trump! Lo hizo en enero en la entrega de Premios del Sindicato de Actores, en la voz de David Harbour (Jim Hopper): “cuando estemos confundidos entre la hipocresía y la violencia eventual de ciertos individuos e instituciones, nosotros, como el jefe Jim Hopper, golpearemos a quienes intenten destruir a los débiles, los privados de derechos y los marginados” (El Diario, 30/1)


 


Todos hablan de la crisis, mientras los Duffer Brothers insisten en conjurarla. Con todo, en los momentos más atrapantes de la serie, el otro lado se presentifica y la tensión narrativa levanta.


 


 


 


*Valga una digresión, que escapa con creces a las intenciones creativas manifiestas de los Duffer Brothers. Mientras Smokler ve en la visión idílica de la “real honest america” una cierta afinidad con la campaña nacionalista de Trump, no han faltado los videos y memes que asocian a este con el “otro lado” tenebroso. La analogía la han levantado incluso los demócratas, para su campaña de poner a todos los opositores al magnate fascistoide bajo el ala imperialista de los Clinton-Obama: “David Cicilline, un senador demócrata por Rhode Island, comparó al nuevo presidente de los Estados Unidos con el misterioso universo planteado en Stranger Things. Según su paralelismo, el país está sumergido en un mundo ´dado vuelta´ y para poder escapar de esta pesadilla (…) como ‘Mike, Dustin, Lucas y Eleven tenemos que mantenernos en foco y unidos’” (Metro951, 16/2)