Teatro: el antiedipo y los ecos de la Semana Trágica
Andrés Mangone con Ivana Zacharski, Renata Aiello, Alexis Dalesandro, y elenco
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“Son las tres de la tarde”, dice casi en un susurro el hombre, el obrero, detrás del paredón de la fábrica. La hora es una advertencia: media hora más tarde, a las 3 y media del 7 de enero de 1919, empezaría la peor masacre callejera cometida hasta entonces en la Argentina contra el movimiento obrero. Peor sería la carnicería de 1921, apenas un par de años más tarde, en la Patagonia Sangrienta. Ambos crímenes fueron cometidos por cuenta y cargo del radical Hipólito Yrigoyen, primer Presidente “nacional y popular” y el primero elegido por la reforma electoral de 1912 que impuso el voto universal y secreto.
La improvisación puesta en escena por Andrés Mangone y un magnífico elenco consiste, en efecto, en “Ecos de la Semana Trágica”. Son una veintena de actrices y actores que se asomaron a uno de los horrores de nuestra historia para devolverlo y recrearlo, como ellos mismos dicen, “a partir de una serie de dispositivos formales de intervención del espacio y el tiempo”. El espacio y el tiempo se entremezclan en la obra, en un tratamiento dramático impactante, para que los ecos de hace casi un siglo lleguen hasta nosotros, hasta nuestros días. Vasena, “el inglés” que había comprado la fábrica, los fascistas de la Liga Patriótica organizados por el gobierno radical, pasan por la escena en una composición con toques fantásticos y, al mismo tiempo, realista hasta la atrocidad.
Cuando, después de un intervalo, un actor y dos actrices componen “El antiedipo”, puede tenerse la impresión de que se trata de otra obra, ajena a la primera. Solo es una impresión, si se indaga en la puesta se tiene la continuidad desde aquella Semana Trágica hasta el escarbar en el texto de Gilles Deleuze y Félix Guattari. El incesto es allí parte de una locura más general, más extendida, la alienación de todo un régimen social que se intuye en la tragedia de los personajes.
Mangone y sus compañeros lo señalan bien al referirse a su propia obra:
“…en realidad hemos descripto máscaras…
“¿Quiénes somos? ¿Qué estamos haciendo? ¿Para qué nos han puesto acá…?
“Estamos otra vez ante la nada, sumergidos en la marejada del silencio.
“Con mecánicas de flotación, la escena nómade busca derivar en nuevos territorios de ardor e intensidad.
“Noche espesa… hambre y sed de humanidad”.