Cultura

12/4/2021

Una “apertura” privatista que está liquidando la cultura de CABA

Tras los anuncios del gobierno nacional de nuevas “restricciones” ante la segunda ola de contagios, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y su cartera de cultura salieron con uñas y dientes a defender la “apertura” de la actividad artística porteña. Una pose que busca empatía con el deseo de les artistas de volver a la actividad, pero que se limita a rescatar un plan privatista.

Ante la publicación de los decretos de restricción de la circulación a partir de las 23 horas, el gobierno de la Ciudad salió al rescate de las actividades culturales presenciales programadas extendiendo el plazo de restricción por una hora y asegurando la continuidad del funcionamiento de cines y teatros. El ministro de Cultura, Enrique Avogadro, inició un rally mediático al mismo tiempo que en las redes de artistas independientes circulaba un flyer con el siguiente texto: “El teatro y la música son seguros de noche y de día. Cumplen protocolos, garantizan cuidados y generan trabajo. Cerrarlos a las 22 hs es sinónimo de cancelación inmediata de obras y conciertos y un deterioro irrecuperable del tejido cultural”.

Llamativamente, el ministro desarrollaba punto a punto el “programa” del flyer, que tantos artistas circulaban, llegando a destacar con notable desparpajo la necesidad de defender al “arte independiente” por su mayor libertad creadora, en relación al desarrollado a partir de la gestión estatal. Vale aclarar que Avogadro cuando dice “independiente” debe leerse “de iniciativa privada”.

Entre dos tsunamis

Vista una foto de la actual situación de la actividad cultural de la ciudad salta a la luz que el propósito de evitar “un deterioro irrecuperable del tejido cultural” es tardío o falso. La actividad que se pretende no cerrar está funcionando a razón de un sexto de su capacidad de oferta habitual.

La pandemia arrasó con la actividad independiente, tanto como con parte importante de la de “iniciativa privada”. La “seguridad y protocolos” que argumentan garantizar para el teatro y la música requirieron para los espacios inversiones que no todos pueden asumir, por lo que se procesa una concentración mayor. En materia de teatro independiente, al nulo apoyo para que los elencos recuperaran condiciones para representar sus obras, se sumó la provocación de Telerman de incluirlos en la programación del Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA), sin pagar salarios.

La iniciativa privada, rescatada por el Estado tras el primer tsunami de la pandemia, es la que pretenden salir a sostener, con estas medidas, los Larreta. Pero las medidas se dan de bruces con la realidad de un segundo tsunami de frente. La cultura privatizada y localizada (asociada al negocio gastronómico) que pretenden rescatar pone en evidencia su carácter social cuando resulta incompatible con el transporte público vedado a estas actividades “no esenciales”. A la carestía que azota a la población de la ciudad, impidiendo su acceso a la cultura, ahora se la naturaliza reivindicando su funcionamiento sin acceso para todo aquel que carezca de una movilidad propia y no puede tomarse el bondi.

A todas luces, la actividad que pretenden rescatar, a su vez, se enfrenta a las decisiones racionales del público de no circular ante la masificación de los contagios, así como a la imposibilidad de sostener la inmunidad de los elencos a dicha circulación. Económicamente, los aforos del 30% hacen a una recaudación que en pocos casos resulta viable. Mientras que para el teatro independiente que accede a salas comerciales, el levantamiento de una función por contagios, le representa directamente una pérdida en el pago de técnicos o seguros de sala.

¿Cómo se organiza la resistencia a esta liquidación?

Esta política puntual del gobierno de la Ciudad frente a la segunda ola se inscribe en una serie de políticas privatizadoras de la cultura de alcance inusitado. Desde el desplazamiento del fomento cultural con fondos estatales al copamiento casi total de éste por el mecenazgo privado, pasando por el empleo del espacio público para montar actividades culturales con entradas pagas y gestión privada, los magros festivales de tango y jazz que se realizaron el año pasado, el alquiler de los espacios de la ciudad a productoras de shows privados, a los que se suman los retrasos en los pagos del Fiba u ofertas precarizadoras en el CTBA. La ausencia total de apoyo a los trabajadores y artistas independientes por parte del gobierno de la Ciudad es complementada por la política miserable del gobierno nacional, que otorgó una falsa beca de 30 mil pesos en dos cuotas -de la cual abundan denuncias de falta de pago de la segunda- que como con las vacunas parece que no la consideran necesaria.

En la medida en que los sindicatos que nuclean a los artistas han salido al rescate de las políticas culturales de ambos gobiernos y no desarrollan ninguna deliberación para dar lugar a una acción colectiva surgen autoconvocatorias que aparecen como un canal de organización, y que debe convertirse en un canal de lucha que a su turno se planteen la recuperación de sus organizaciones sindicales como herramientas de lucha.

Tanto músicos como artistas escénicos y de otras disciplinas estamos planteando la necesidad de implementar ciclos de teatro y música con cachet a cargo del Estado para desarrollar en espacios públicos acordes, o ya visto el incremento de contagios vía streaming con total gratuidad para el público. Pero el reclamo no se limita a esta eventual forma de suplir el vaciamiento de oferta cultural que ha dejado el primer tsunami, sino también a rescatar las necesidades materiales de los artistas sin ingresos para los que reclamamos una compensación salarial de 45 mil pesos.

Francia sostuvo hasta estos días una compensación salarial de sus artistas. La suprimió y eso motivó la toma de más de ochenta teatros. El ejemplo reciente nos sirve para comprender tres problemas y plantear una solución. Primero, existen las compensaciones salariales a cargo del Estado. Segundo, existen por la capacidad de movilización de los trabajadores. Tercero, aún cuando el Estado reconozca con compensaciones esa capacidad de movilización que se expresó en la posterior toma de ochenta teatros, su presupuesto es finito. Por eso planteamos la necesidad de un impuesto extraordinario a las OTT, las empresas de streaming que concentran en un puñado de manos la producción cultural de casi toda la humanidad.

https://prensaobrera.com/politicas/sin-trabajo-sin-alimentos-y-sin-vacunas-la-sintesis-de-la-argentina/