Cultura

21/1/2010|1115

Uribe torea y los K se agachan

La proyección del film “Farc, la insurgencia del siglo XXI” (La Nación, 6/1/10), en el marco de la sección internacional de la tercera Muestra de la Asociación de Documentalistas Argentinos (Doca) durante noviembre de 2009, motivó una inusitada campaña del gobierno de Uribe contra lo que considera una suerte de complicidad con lo que llama el ‘narcoterrorismo’. La gran prensa le dio espacio a la campaña e incluso se publicó una columna del embajador de Colombia en La Nación.

Uribe, sin embargo, no da puntada sin hilo. Luego de haber sido condenado por la agresión contra Ecuador y el asesinato de Simón Reyes y, lo que es incluso peor, por haber introducido al Pentágono en las bases militares colombianas, Uribe pretende una revancha: denunciar que el gobierno argentino no se suma a “la guerra global contra el terrorismo”, inaugurada por Bush, al darle un espacio en territorio nacional a la propaganda de las Farc. Es muy poco lo que el presidente de Colombia puede obtener por esta vía, toda vez que, en repetidas oportunidades, las autoridades norteamericanas han elogiado lo que llaman “la colaboración de Argentina” en esa “guerra global” que ha producido las invasiones de Irak y Afganistán, las preparativos de ataque nuclear contra Irán, las masacres sionistas contra los palestinos y, por último, las recientes incursiones en Yemen. El gobierno ‘nacional y popular’ ha impulsado leyes financieras que prohíben cualquier solidaridad o apoyo a los movimientos de liberación nacional.

Sin embargo, luego de los repetidos cuestionamientos de la presidenta de Argentina a las andanzas del terrorismo de Estado colombiano (su marido se candidateó para ir a la jungla a rescatar a Ingrid Betancourt), el gobierno nacional debería haber repudiado la intromisión de Uribe en el derecho de los argentinos a escuchar todas las campanas (¿y la ley de medios?). Se podría haber amparado, incluso, en el Congreso de Estados Unidos, que ha rechazado la firma de un acuerdo de libre comercio con Colombia debido a la violación de los derechos humanos por parte del uribismo (en especial, el asesinato de sindicalistas). Pero no, a pesar de contar con un gabinete de locuaces como Aníbal, Boudou o Moreno. El ex presidente podría haber salido con un “¿Estás nervioso Uribe?”.

A los K no se les escapa que la llamada derecha pretende recuperar gobiernos en América Latina, a cuenta de la irreprimible incapacidad de los ‘nac & pop’, como acaba de ocurrir en Chile. Sin embargo, no ha salido a enfrentar la estocada de Uribe; esta gente capitula todo lo que puede ante la derecha, pero insiste en denunciar que la izquierda no distingue los campos.

El daltonismo es una enfermedad de los K, no de la izquierda.