Cultura

1/7/2015|1370

Violencia y política en el monte misionero

Acerca de "La Patota"


Paulina (Dolores Fonzi) acaba de terminar la carrera de derecho y se le abre, a través del doctorado, un futuro promisorio. Ella es hija de un juez progresista misionero (Oscar Martínez), ex militante del PCR en los '70. En la primera escena del La patota (dirigida por Santiago Mitre, Argentina -Francia- Brasil, 2015) discuten: ella quiere abandonar la carrera y convertirse en maestra rural, profundizando un programa de educación cívica en el monte misionero; él se opone, argumentando que si quiere cambiar algo debe hacerlo desde adentro y desde arriba en las instituciones.


El film refleja cómo Paulina, quien sigue con su proyecto, se esfuerza para que los adolescentes de las villas –que no le dan demasiada atención- comprendan el sistema político en que viven y los derechos que les corresponde. Una noche es atacada y violada por un grupo de jóvenes, entre los cuales se encuentran algunos de sus alumnos.


A diferencia de la mayor parte de los films acerca de violaciones y temas similares, lo que sigue en La patota no es tanto la historia de una venganza (que sí está presente), sino el intento de la victima de comprender a sus agresores a través de la situación social en la que viven; el ataque violentísimo que sufrió, expresa Paulina y muestra el director Mitre, es producto de una violencia del sistema mucho mayor y cotidiana.


La segunda película en solitario de Mitre (la primera, El estudiante, fue comentada en el momento de su estreno en Prensa Obrera) está basada en otra homónima dirigida por Daniel Tinayre e interpretada por Mirtha Legrand en 1960. Como señaló la crítica, mientras que el film original estaba bañado en fe y caridad cristiana, aquí la protagonista es guiada por decisiones y voluntad política. Paulina no cree en la Justicia que pregona y ejerce su padre: la considera una institución de clase siempre lista para condenar a los pobres. Lo mismo con la Policía, una patota (como lo muestra la película) mucho más feroz y mejor organizada que la conformada por los adolescentes.


Con El estudiante y La patota, Mitre demuestra que es uno de los que mejor ha llevado las tensiones políticas de la realidad Argentina a la ficción cinematográfica. Los diálogos de las dos películas, llenos de chicanas, mantienen siempre atento al espectador y demuestran que el realizador está compenetrado con lo que relata. En La patota (por suerte) los diálogos son más “bajados a tierra” que en El estudiante. Se trata de films complementarios, pero con puntos antagónicos en sus protagonistas: no sólo porque uno va del campo a estudiar en la ciudad y la otra va de la Universidad al monte, sino porque el militante universitario pretendía trepar en una institución corrupta mientras que Paulina renuncia a sus privilegios para ir con los más explotados.


En varias entrevistas, el realizador señaló como una influencia, en su último film, la película Europa '51 de Roberto Rossellini. En este clásico, Ingrid Bergman interpretaba a un ama de casa de la clase alta que se unía a los más pobres luego del suicidio de un hijo. El personaje de Bergman estaba inspirado en la socialista Simone Weil, una importante intelectual de la primera mitad del siglo que supo mantener discusiones con Trotsky y cuyo extremo idealismo la llevó a acercarse al misticismo y a consumir sus fuerzas hasta su temprana muerte. Cierta idea extrema de sacrificio del cuerpo, de la razón, de la vida, está presente en Paulina, porque si bien sus argumentos son ciertos cuando se refieren a la fractura en la sociedad actual y al carácter de clase de las instituciones, una de sus conclusiones fundamentales roza el delirio. Considerar que la violencia de género es un producto de un régimen social no exculpa al violador.


Por poner en el centro cuestiones políticas centrales de forma (la mayor parte de las veces) inteligente, La patota seguramente sea una de las mejores películas nacionales del año.