Educación

1/2/2021

En defensa de la escuela

En las últimas semanas se viene produciendo un hecho político singular. Las fuerzas políticas responsables del desfinanciamiento, la fragmentación y la privatización de la educación pretenden ahora erigirse en sus abanderados. Esto vale para el gobierno nacional que habiendo fijado el presupuesto más bajo en décadas dice ahora que “las clases presenciales son una prioridad” y de forma obscena para la oposición. Juntos x el Cambio prepara actos para el 9 de febrero por la vuelta a clases y el propio Mauricio Macri acaba de lanzar una fundación a su nombre con un eje netamente educativo. Está claro que la demagogia con la cuestión educativa es un lugar común de todos los partidos patronales, pero que el expresidente que redujo sistemáticamente el presupuesto educativo, que intentó cerrar los 29 institutos de formación docente de la Ciudad y que se refirió sin tapujos a los que “caen en la educación pública” se presente como el abanderado de la educación, y que eso tenga un lugar, merece un análisis. Además, el discurso que estructuró el macrismo sobre la escuela, y al que se adhirió el gobierno nacional, plantea cuestiones de fondo a las que debemos prestarle atención. La organización de docentes, estudiantes y familias que empieza a desenvolverse por un retorno seguro a las aulas se va a fortalecer de una comprensión política de la cuestión.

Fernández y Trotta son responsables de la catástrofe educativa

El protagonismo que ganó el macrismo en la cuestión educativa es en primer lugar un mérito del gobierno de Alberto Fernández. Es que lo que caracterizó a la gestión de Fernández-Trotta desde el principio de la pandemia (en realidad desde su asunción) fue la falta de iniciativa y la continuidad con el gobierno de Macri. Su política cristalizó la destrucción de los 4 años precedentes y llevó a una verdadera catástrofe educativa en el marco de la pandemia.

Alberto Fernández denunció en el debate presidencial que Macri había reducido en un 40% el presupuesto educativo. Sin embargo, lejos de devolverle a la educación los recursos que la derecha le había robado, gobernó durante todo el año con el presupuesto 2019 de Macri y aprobó para 2021 un presupuesto que los reduce a un piso histórico (1,3% del PBI). Lo mismo vale para el salario docente, donde a los 20-25 puntos que perdimos durante el macrismo sumamos una caída de 16% durante el primer año de Fernández.

Cuando el 15 de marzo se suspendieron las clases presenciales en todo el país, fuimos las y los docentes los que empezamos a improvisar Classrooms, grupos de Whatsapp, Zooms, Meets y cuanta herramienta estuviera a nuestro alcance para sostener el vínculo pedagógico ante un gobierno que no garantizó ni los recursos materiales, ni los docentes, ni las estrategias de enseñanza para abordar la excepcionalidad de la situación.

A fines del año pasado, como parte del giro hacia la “presencialidad como sea” el ministro Trotta presentó el documento “A las aulas” en el que intenta un salvataje de su gestión, pero que bien mirado es una confesión de fracaso con una buena dosis de cinismo. Cuando reseña el punto de partida, el informe destaca que “un 45% de los hogares no dispone de una computadora en funcionamiento y 53% no cuenta con una computadora liberada para uso educativo”. Para un universo de 13 millones de estudiantes estamos hablando de alrededor de 6 millones que carecen de una de las herramientas principales para una cursada remota. Y el ministro se festeja que repartió 120 mil notebooks (¡!), el 2% de lo necesario. Lo mismo vale para la conectividad, ya que la gratuidad de los dominios .edu.ar no resuelve que los estudiantes puedan acceder a los materiales elaborados por sus docentes ni a las instancias sincrónicas (videoconferencias). Ni hablar de la “solución” para los docentes que fue el endeudamiento a 3 años con cuotas cercanas al 10% del sueldo para adquirir una computadora.

Así, la virtualización se transformó rápidamente en un sálvese quien pueda, dónde “quien pueda” es una minoría de estudiantes con acceso a dispositivos, conexión y un entorno familiar capaz de suplir (al menos en parte) la pérdida del intercambio cotidiano con sus docentes y compañeros. Para la mayoría, y a pesar del gigantesco esfuerzo que hicimos los docentes, el resultado oscila entre la pérdida de gran parte de los contenidos del año y el abandono definitivo de la escuela.

Sobre este cuadro se montó la ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, para (en el pico de la primera ola) reclamar la vuelta a la presencialidad. En realidad, Acuña se limitó a mostrar una parte pequeña del fracaso de la virtualización (6.500 desconectados) para no exponer demasiado su propia responsabilidad. El gobierno de la Ciudad fue el primero en hacerse cargo del reclamo capitalista por liberar completamente la actividad económica, pero también buscó empatizar con las familias trabajadoras que sin acceso a licencias o en cuadros de cruda miseria se vieron haciendo malabares para pelear su subsistencia y al mismo tiempo acompañar las 24 horas a sus hijos e hijas. El gobierno nacional no opuso nada más que chicanas de corto vuelo (“no nos dan la lista de los desconectados”) y terminó reconociendo como propios los argumentos del macrismo.

La oposición derechista encontró un terreno para horadar al gobierno en la previa electoral sin necesidad de discutir el programa económico con el que en un sentido general acuerdan (pacto con el FMI, reforma jubilatoria, rebaja salarial). Una vez más se demostró falsa la tesis de que se puede debilitar a la derecha tomando “su” programa. El kirchnerismo logró el milagro de que Macri y Larreta se presenten como defensores de la educación. Ahora la respuesta está en nuestras manos.

La reivindicación de la escuela

Hay un punto contradictorio en el discurso del retorno a la presencialidad que tenemos que explotar. Quienes hoy reclaman por una vuelta “lo más parecido posible” (La Nación, 25/1) a las clases que se dictaban antes de la pandemia son los mismos que hace un año nos querían convencer de que esa escuela estaba obsoleta. Más allá de la cuota de hipocresía, hay en este planteo una moraleja que nos deja el 2020.

El experimento virtual ha golpeado, a nivel mundial, la ilusión tecnocrática de que la tarea docente pudiera ser reemplazada por algún tipo de máquina de enseñar. Primero por una razón de lo más mundana: la mitad de los estudiantes no cuentan con una computadora en el hogar y más del 40% no tienen conexión a internet1. Vale retenerlo porque muestra la estafa que es el discurso de la “sociedad del conocimiento” con el que nos querían justificar la destrucción de la educación científica y universal en pos de una formación en capacidades y “habilidades blandas”. Pero incluso allí donde docentes y estudiantes contaron con dispositivos y conectividad se vieron límites muy claros en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Es cierto que hay tendencias capitalistas que siguen apostando a la educación a distancia, el homeschooling y cosas por el estilo, pero por ahora se pusieron mucho más de manifiesto los límites que las potencialidades de estos esquemas. Es muy importante que saquemos estas conclusiones, porque dejan en orsai a los que nos hablaban de la “secundaria del futuro” y ahora se rasgan las vestiduras para que vuelva “la escuela de antes”. A Larreta y Acuña que nos acusan de no querer volver al aula, le respondemos que ellos querían reemplazar a los docentes por “facilitadores” y que los pibes aprendan de internet. Hoy está claro: una locura. El fracaso de la virtualización ha revalorizado la tarea docente. Tenemos que tirar de ese piolín para pelear por el salario, por la defensa del estatuto y por la defensa de los institutos de formación.

Incluso la relación entre la escuela y la actividad económica tiene un aspecto económico a desenvolver. En la medida en que el capital subsume el proceso productivo (y la vida social en general) a su necesidad de valorización, el llamado a abrir las escuelas para impulsar la actividad económica expresa la presión de la patronal por incrementar sus ganancias. Pero la existencia de un órgano especifico de la sociedad dedicado a la educación de las nuevas generaciones es un hecho histórico progresivo frente a la alternativa de reducir la crianza a un asunto familiar. De hecho, está idea de un rol “más protagonista” de las familias en la educación, reivindicada en un artículo reciente por el exministro de Vidal2, hoy forma parte  de las tendencias a la privatización.

Muchos docentes se indignan con razón cuando se trata a la escuela como una guardería donde depositar a los niños mientras los adultos trabajan. No hay duda que la escuela es mucho más que eso, pero la socialización de la crianza a cargo de trabajadores formados para ello es un hecho profundamente progresivo. Los socialistas no somos enemigos de la actividad económica sino de su sometimiento al lucro capitalista. Nuestro programa es la socialización de la crianza y la educación, tanto para avanzar en la emancipación de las mujeres y de los trabajadores en general como para elevar culturalmente al conjunto de la población. Es una perspectiva que revolucionaria la actividad económica, pero que se opone a las tendencias embrutecedoras del capitalismo en descomposición.

Una lucha contra los gobiernos y el capital

Nuestra defensa de la escuela pública parte de todas estas consideraciones. Por eso, cuando rechazamos la apertura de las escuelas sin las condiciones sanitarias mínimas no estamos simplemente ante un reclamo corporativo de la docencia. Se trata de impedir que se profundice el hundimiento material de la educación. Si permitimos que en medio de una pandemia con 10.000 contagios diarios las escuelas funcionen con el presupuesto más bajo en décadas, con edificios en condiciones deplorables, con aulas sin ventilación, con salarios de pobreza y con un déficit fenomenal de docentes, ¿qué sigue después? ¿qué favor le haríamos a la educación habilitando que las escuelas abran con $2.300 millones ($35.000 por escuela) que asignó Trotta para refacciones mientras los bancos se llevan $700.000 millones por intereses de leliq? El mensaje del gobierno (de los gobiernos) es claro. No hay ninguna jerarquización de la educación, lo único que hay es una extorsión para imponerle a los docentes y a la propia escuela un piso más bajo de condiciones de funcionamiento. Lo que hay es un ajuste. Pasó un año entero sin que el gobierno nacional ni los gobiernos provinciales hagan lo más mínimo por preparar las condiciones para la reapertura. No les concedemos que sea mera desidia, es una decisión política de hundir la escuela pública.

El relato de que los países desarrollados priorizaron la educación durante la pandemia también es chamuyo. La propia Unesco denuncia que de los paquetes de estímulo en todo el mundo el sector educativo recibió el 0,78%3. Por eso en Chicago 25.000 docentes están haciendo huelga. Tenemos que seguir ese ejemplo. El movimiento estudiantil, como lo hizo tantas veces, se tiene que sumar a esta lucha contra un nuevo golpe a la educación pública. “La educación no puede ser un tema solo de los docentes, de las efímeras autoridades que gobiernan, y muchísimo menos de los sindicatos” dice Macri. Pero es justamente gracias a los docentes y a sus sindicatos combativos que la educación argentina no terminó de sucumbir al desguace y la privatización que promovieron todas las autoridades que gobernaron las últimas décadas. A ellos les decimos:

¡Viva la escuela pública! ¡Vivan los docentes!

Duplicación del presupuesto educativo, bajo control de la comunidad educativa.

Salario básico nacional por encima de la línea de pobreza, hoy equivalente a $55.000, y respeto a las categorías del estatuto docente y a los ítems correspondientes por zonas desfavorables, actualizado por inflación. Garantía salarial equivalente a un cargo para los miles de docentes desocupados.

Aumento de los cargos docentes, respetando las condiciones de los estatutos docentes, para cubrir la vuelta segmentada a las aulas y/o la continuidad virtual, y poner en pie una verdadera movilización educativa para reintegrar y recuperar contenidos con los millones de estudiantes que tuvieron dificultades o no pudieron mantener la continuidad pedagógica.

Comités de seguridad, higiene y salubridad electos, de docentes, padres y estudiantes, que fiscalicen las condiciones mínimas necesarias para la apertura de las escuelas. Vacunación universal ya. Servicio de trasporte escolar público gratuito, que garantice los protocolos de seguridad y de salubridad en los traslados.

Becas Progresar sin restricciones de $10.000 para todos los estudiantes para garantir su escolarización, actualizadas por inflación. Cobertura alimentaria que garantice las condiciones nutricionales en todos los niveles educativos, en todas las escuelas y barrios.

Plan nacional de refacción y construcción de todas las escuelas necesarias para abordar la actual emergencia sanitaria y educativa, bajo control de la comunidad. Equipos y conectividad gratuitos para estudiantes y docentes.

Nacionalización del sistema educativo. Por una educación científica y universal al servicio de la emancipación social y política de los trabajadores.

1  https://es.unesco.org/news/surgen-alarmantes-brechas-digitales-aprendizaje-distancia
2  https://www.lanacion.com.ar/politica/no-perdamos-oportunidad-mejorar-educacion-nid2563428
3 https://es.unesco.org/news/unesco-revela-perdida-aproximada-dos-tercios-ano-academico-todo-mundo-debido-cierres-covid-19

https://prensaobrera.com/educacion/la-responsabilidad-para-abrir-las-escuelas-en-condiciones-de-salubridad-es-del-gobierno-nacional/