Educación

6/11/2020

¿Estamos en condiciones de volver a clases en San Martín y Tres de Febrero?

Argentina atraviesa momentos críticos por la pandemia del covid-19: el número de contagios diarios está en descenso, pero las muertes siguen aumentando. Sin embargo, el gobernador Axel Kicillof anunció, el pasado 3 de noviembre, que 87 municipios bonaerenses retomarán las clases presenciales. Previamente se habían reunido Nicolás Trotta y el Consejo Federal de Educación para pautar los términos del “semáforo epidemiológico”, el cual analiza los (fácilmente manipulables) números de contagios, camas disponibles en terapia intensiva y las condiciones sanitarias y de infraestructuras en las aulas de cada municipio. En base a esto, San Martín y Tres de Febrero aparecen en semáforo amarillo y sus intendentes, Fernando Moreira y Diego Valenzuela, respectivamente, se deciden a preparar la vuelta a clases.

Pero todo indicaría que en realidad no estamos en condiciones de hacerlo. Primero que nada, por el altísimo riesgo epidemiológico en ambos distritos, que cuentan con 19.393 casos en San Martín y 14.978 en Tres de Febrero, las tasas de contagios más altas de PBA. En este contexto, el aumento de circulación se traduce en una amenaza de contagios masivos entre docentes y estudiantes.

Segundo, por la lamentable situación edilicia de todos los colegios -una problemática que arrastramos desde muchos antes de la pandemia. Dos ejemplos puntuales son el jardín n° 902 en Tres de Febrero que sufre una invasión de ratas o el secundario n°51 en San Martín que permanece bajo riesgo de derrumbe. Los relevamientos al centenar de edificios demuestra, en cada uno, las mismas problemáticas: aulas donde cursamos amontonados, baños rotos sin jabón ni papel higiénico, fugas de gas, inundaciones cada vez que llueve y paredes que se vienen abajo. Encima, muchos de los institutos no cuentan con edificio único y propio, con lo cual funcionan partidos en edificios municipales o sociedades de fomento en iguales o peores condiciones.

En pocas palabras, ningún colegio pasaría el control sanitario ni de calidad que permita el desarrollo pleno de clases sin riesgo al contagio o en condiciones pedagógicas idóneas. Uno podría creer que, entre los meses de cuarentena, se aprovecharon los institutos vacíos para refaccionarlos. Pero resulta que no. Kicillof mantuvo el presupuesto de miseria que destinaba Eugenia Vidal y con esas migajas no se puede arreglar ni los baches de la pared.

El semáforo amarillo no inspira tanta confianza. Pero hay una presión general de los intendentes para reabrir los colegios cuanto antes y sea como sea, escondiendo razones sumamente reaccionarias: escolarizar cuanto antes a los miles de estudiantes que quedaron por fuera de la virtualidad al no tener acceso a internet y que elevaron al 45% los índices de deserción en toda la provincia. También por la presión de los colegios privados para volver a la presencialidad y mantener las cuotas mensuales que muchas familias trabajadoras no pueden pagar, dada la crisis económica y la alarmante tasa de desempleo. Es decir que bajo ningún término se contempla la cuestión sanitaria ni mucho menos la pedagógica para la vuelta a clases, sino que se priorizan los propios intereses.

Ante todo esto, la Federación de Estudiantes Secundarios de San Martín (Fessam) no ha movido un solo dedo. Sobre la pésima gestión sanitaria y económica del gobierno, lo restrictivo del IFE (que alcanzó una porción mínima de familias solicitantes), lo expulsivo del “sálvese quien pueda” virtual o los bolsones de comida podrida, un silencio atroz. Ese silencio se debe a su ligadura con el kirchnerismo: para no chocar contra el gobierno, le dieron la espalda a la lucha estudiantil por condiciones reales de vuelta a clases.

Bajo este panorama, rechazamos por completo la vuelta a clases presenciales. Antes necesitamos protocolos de salubridad e higiene aptos, que elimine los riesgos al contagio o a la integridad física de estudiantes y docentes. Vamos a organizarnos en todos los colegios para conseguir un acceso gratuito a la conectividad y garantizar la asistencia del SAE, por una cuarentena sin hambre. Que nadie se quede afuera de la cursada.